Netflix España tiene en su catálogo series y películas para parar un tren. El servicio de streaming más famoso del mundo no para de añadir producciones, la gran mayoría de aculo propio, para engordar un catálogo que no para de crecer para deleite de los espectadores. Pero si bien muchas de las series tienen su público y resultan aceptables como entretenimiento, hay ocasiones en las que el resultado final deja mucho que desear. Si a Netflix se le atraviesa, no duran ni una temporada, pero a veces nos encontramos con series que sobreviven a la tijera sin ningún tipo de razón aparente. En cualquier caso, al igual que nuestro especial sobre películas, os contamos en Vandal Random las peores series de Netflix en toda su historia.
Las peores series de Netflix
Hemlock Grove
A lo largo de tres temporadas, que se dice pronto, Hemlock Grove nos narra la historia de una población de Pennsylvania en la que suceden extraños sucesos. Tras el asesinato de una joven cerca de una fábrica de acero de una familia acomodada en la localidad, pronto comenzarán las sospechas entre los habitantes ¿Es el resultado de una maldición? ¿Una prueba más de los arrogantes Godfrey que atenazan al pueblo? Pues bien, al final, de una forma u otra, todo apuntará a una extraña y anodina trama con hombres lobo, secretos y conspiraciones.
La serie no se salva del tedio pese a ser especialmente buena en su planteamiento, y quizás ese es el problema: que quiera ser una serie de tres temporadas en las que no pasa absolutamente nada durante decenas de episodios. Para olvidar.
Real Rob
Rob Schneider es uno de los mayores comediantes de Estados Unidos. Es una figura de referencia dentro del star system de Hollywood, y una de las estrellas recurrentes en las producciones del palo. ¿Por qué no hacer un reality show o un documental en forma de serie sobre su vida? Mala idea. Real Rob es el intento de Netflix de normalizar lo extraordinario, una corriente televisiva que tuvo su éxito hace unos años y que ahora sabe a añejo. Da lo mismo lo sincero que intente ser el show, repasando los altibajos de su carrera profesional y su vida familiar: no importa y no se genera conexión con el espectador de ningún tipo.
Girlboss
Girlboss está basada en la historia de Sophia Amoruso, una chica que dio el pelotazo de su vida al fundar una marca de ropa vintage, Nasty Gal, que se acabó convirtiendo en un éxito sin precedentes y que la transformó en una magnate de la moda. Como comedia, Girlboss intenta hacer que todos los personajes de su universo tengan algo de carisma, hagan gracia o sean cómplices de un montón de chascarrillos y referencias variadas. Esto podría funcionar, lo ha hecho en el pasado, pero su mayor problema viene de Britt Robertson, actriz protagonista que da vida a Sophia: es insoportable. Es frustrante, no llega a conectar ni generar ningún tipo de empatía y acaba convirtiendo una serie sobre el empoderamiento y el feminismo en algo insoportable.
Fuller House (Madres forzosas)
¿Puede ser uno de los shows de Netflix más exitosos hasta la fecha también uno de los más horribles y malos jamás producidos por el portal? Claro. Fuller House, bautizada en nuestro país como Madres forzosas es una secuela que venía a responder a la petición de series nostálgicas que nos recordaran a la televisión de los noventa. Sumándose a la oleada de secuelas de otros servicios y canales, con reinicios, revival y reuniones de producciones de hace varias décadas, Netflix decidió hacer una secuela de Full House y bueno, qué decir. Reúne todo lo malo de las producciones del portal de streaming, con personajes cursis, bromas fuera de tono, situaciones ridículas y un abuso de los cameos de la serie original demasiado evidentes. Quizás es que hemos crecido y nos importan poco las desventuras de la familia Tanner, pero Fuller House es una de esas series que jamás deberían haber tenido luz verde.
Gypsy
Naomi Watts y Billy Crudup son el cebo para que el espectador crea que está a punto de ver una producción de calidad en formato serie de Netflix. Y creednos, está bien pensado. Porque lo que podría ser un thriller psicológico con giros de guion y episodios cargados de drama, es precisamente un culebrón barato. Narrándonos la historia de Jean Holloway (Naomi Watts) una terapeuta que se ve involucrada en relaciones íntimas con algunas de las personas de sus pacientes, la serie es una especie de versión sin lustre de The Affair, con capítulos que pretenden ser provocativos e interesantes y que acaban siendo vergonzosamente evidentes. Netflix la canceló apenas diez episodios después de ver cómo el presupuesto que había otorgado a este buena idea se ejecutaba de la peor forma posible.
Disjointed (Descolocados)
Disjointed (Descolocados en España) nos cuenta el día a día de la leyenda del mundo del cannabis Ruth Feldman, un personaje agradecido interpretado por la siempre eficiente Kathy Bates. Relatándonos cómo regenta su propia tienda de marihuana con la ayuda de su hijo Travis y otros amigos, Netflix ejecuta otra sitcom clásica con elementos de humor subido de tono que acaba siendo tan previsible como aburrida. Demasiado atada a una fórmula que ya no se destila en televisión, anticuada y usada hasta la saciedad por otras producciones anteriores. pese a su buen fondo, Disjointed no tiene salvación alguna.
Chelsea Does (Chelsea)
Sí, otra serie documental sobre una cómica. Netflix parece abonada a la idea, quizás porque considera que es contenido fresco, moderno y propio de su público. Ya sabéis, targets. Chelsea Does intenta arrojar algo más de luz al mundo de una de las cómicas más irónicas y directas del panorama norteamericano. El problema del planteamiento de Chelsea Does es que intenta ser moralmente superior, aleccionador y proselitista como show de televisión, y eso a veces no es buena idea, por mucho que se disfrace todo de forma natural en conversaciones con los amigos de la protagonista de la producción. Bastante estomagante, tanto que Netflix únicamente llegó a firmar cuatro programas antes de cancelarla.
Marco Polo
Debía ser una de las grandes de Netflix. Una historia ambientada en la corte de Kublai Khan en la China del siglo XIII con el famoso explorador como eje de todo, añadiendo conspiraciones, traiciones, rivalidad y un toque adulto materializado en secuencias de sexo, violencia y otros ingredientes propios de Juego de tronos. Pero no, no cuajó. La serie de Marco Polo, pese a ser un despliegue en términos de producción era horrible en sus guiones, aburridos y sin apenas interés, con situaciones redundantes y la sensación de que se estiraba el chicle hasta la extenuación a fin de intentar sorprender al espectador con algún giro o algún cliffhanger tan calculado como evidente. Una lástima.
Marvel's Iron Fist
Iron Fist tenía el duro papel de intentar sorprender a los aficionados de Marvel, a los nuevos seguidores de este universo de superhéroes de barrio encabezados por Daredevil, Jessica Jones o Luke Cage y al mismo tiempo, presentar a The Defenders. Con Finn Jones como protagonista, no hizo nada bien. Absolutamente nada. La serie de artes marciales tiene las peores coreografías y secuencias de lucha más torpes jamás vistas en los últimos tiempos en televisión, algunos de los episodios más aburridos jamás escritos para una serie de cómics y un montón de decisiones estéticas cuestionables que nos dejan caer que ni Netflix creía en ella.
Richie Rich
Los ejecutivos de Netflix que dieron luz verde a esta ignominiosa producción para todos los públicos todavía deben estar sufriendo pesadillas o intentando superar su estrés postraumático. Richie Rich, basada en el cómic original de Harvey Comics y protagonizada por Jake Brennan, Brooke Wexler, Kiff VandenHeuvel o Lauren Taylor es una de las peores series jamás diseñadas por el portal de streaming. Da igual que se intente enmascarar el pasado capitalista del personaje, haciéndose énfasis en que es el inventor de una nueva tecnología de energía renovable. Todo falla, los guiones, la cutre puesta de escena y los decorados. No sería digna ni de la parrilla de Clan TVE o Neox. Nadie la quiso nunca.