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Crítica 'El Caballero Negro', una mediocre serie coreana de ciencia ficción que no brilla en Netflix

'El caballero negro' llega para ser el nuevo fenómeno de Netflix tras la exitosa 'El juego del calamar'. Con una buena premisa de ciencia ficción distópica, la ficción coreana no termina de funcionar.

Netflix, que siempre había mirado con interés el desarrollo de series asiáticas en su catálogo, vio con El juego del calamar su gran salvación de cara a cautivar a las audiencias y triunfar en territorios asiáticos. El fenómeno coreano, que conquistó a medio mundo, dio pie a un redoble de los esfuerzos, prometiendo un 2023 lleno de series y películas surcoreanas para todos los gustos. Entre las más importantes estaba El caballero negro, una producción de ciencia ficción que estaba destinada ser una de las grandes apuestas para la primera mitad del año. ¿El resultado? Mediocre, siendo amables. El caballero negro no termina de saber qué quiere contar y posee más errores y fallos que aciertos. En Vandal os comentamos, en nuestra crítica sin spoilers, qué nos ha parecido.

El caballero negro es una serie distópica que no sabe qué quiere contar y en la que casi ningún elemento parece funcionar

El caballero negro, como ya le ocurrió a la versión coreana de La casa de papel, tiene un punto de partida excelente pero no comprende qué quiere contar, cómo hacerlo de una forma clara y atractiva al espectador y de qué manera puede dar pie a sus conclusiones de manera satisfactoria. La ficción asiática nos lleva al distante año 2071, mostrándonos un mundo completamente contaminado y arrasado luego de una serie de eventos apocalípticos. Las toxinas liberadas al aire han diezmado a toda la población mundial, y solo un reducido porcentaje ha sobrevivido al caos resultante.

Como resultado se ha producido una estricta estratificación social en las tierras desérticas de la península de Corea, una de las más afectadas. Los que sobrevivieron y pudieron optar a vivir en refugios no salen de sus habitáculos, y viven en mundos virtuales, y cuando lo hacen, llevan máscaras de gas debido a la contaminación atmosférica.

Los más pudientes pudieron esconderse en refugios de gran lujo, con sistemas de purificación de aire y avanzadas ciudades que imitan cómo se veía el mundo antes. En este escenario, los repartidores y conductores encargados de los paquetes y envíos, como el legendario 5-8, conocido como el Caballero Negro, son las figuras más queridas, aplaudidas e importantes de la nueva sociedad.

La serie nos presenta su historia y la de Sa-wol, un niño refugiado que sueña con seguirle los pasos, añadiendo por el camino un poco de denuncia social y algo de acción en lo que es un cóctel poco o nada cuidado, que no hace justicia al webcómic de Lee Yungyun, un material original muy interesante y del que se podría haber sacado más partido. El guion y la dirección de Choi Ui-seok están muy por debajo de lo esperado, y menos viniendo de un cineasta que firmó la excelente Cold Eyes, en la que demostraba que se manejaba con soltura en el mundo del thriller y la acción, elementos de los que El caballero negro parece no sacar partido. Es quizás la mayor pega de la serie, el querer intentar contar muchas cosas y abarcar mucho en sus seis episodios, con tramas que no están bien articuladas las unas con las otras, y que dan pie a situaciones rocambolescas que se resuelven de malas maneras en el último tramo de la ficción.

Le pasa como a la mucho más entretenida JUNG_E, el drama de ciencia ficción de Sang-ho Yeon, creador de Tren a Busan: hay temas interesantes pero están mal escritos, a veces mal interpretados y nefastamente resueltos. El caballero negro es una serie que parece haber revivido algunos de los elementos recogidos por Hideo Kojima y su Death Stranding, haciendo suyo el drama de la sociedad individualista y el papel de los repartidores en momentos de necesidad, pero pasándolo por el filtro de reivindicación social de esa cinta a reivindicar que es Snowpiercer de Bong Joon-ho, con la que guarda sospechosas y excesivas similitudes en algunos de sus personajes y diálogos. Obviamente aquella, con Chris Evans en el papel principal, ofrecía un conjunto mucho más sólido y menos dilatado que la presente El caballero negro, pero sirve para hacerse una idea de qué nos vamos a encontrar.

Toca temas interesantes de forma burda: empieza fuerte y se desinfla rápidamente para luego remontar en su clímax

El caballero negro es, por lo tanto, una serie de ciencia ficción que intenta tocar temas profundos sobre la división de clases, el poder de las corporaciones y el papel de las personas en sistemas corruptos y diseñados para estrujar y exprimir a los estratos más bajos, algo muy recurrente en el género, pero lo hace una forma un tanto burda y pueril. Sí, tiene algún destello de brillantez, pero suponemos que fruto de la casualidad. A lo largo de seis episodios intenta ofrecer entretenimiento propio del cine postapocalíptico, imitando, en la medida de lo posible, a cintas como Mad Max, pero nada más lejos de la realidad. Kim Woo-bin se esfuerza en su papel protagonista, es lo mejor de El caballero negro, así como Song Seung-heon, el gran villano de la función, el heredero de una corporación que intenta dilapidar el legado de su padre. Ambos ponen de su parte, son figuras antagónicas que bien podrían haber mantenido a flote la producción de Netflix, pero su trabajo se diluye por la presencia de un elenco de secundarios muy mal medidos y escritos.

En términos muy generales, El caballero negro arranca bien, se desinfla rápidamente intentando imitar durante gran parte de su trama una especie de Los juegos del hambre y luego pretende remontar en los dos últimos episodios al potenciar, de nuevo, su alegato sobre la lucha de clases. Irregular pero entretenida cuando lo hace bien, se trata de una oportunidad desaprovechada, de un paquete mal entregado por parte de un repartidor muy descuidado. Su interior habría sido interesante para el receptor pero en este caso no ha salido bien.

Hemos visto El caballero negro gracias al acceso anticipado de Netflix España y la agencia PR Garage.

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