«Este juego no es para todo el mundo». Mítica frase que todos y cada uno de nosotros hemos escuchado en repetidas ocasiones, y que suele encontrarse con cierto rechazo por parte de la comunidad. Lo cierto es que detrás de esa frase hay un mensaje que se puede querer entender o no. La industria sabe que hay una serie de patrones que hacen que un juego pueda resultar atractivo para un público mayor y, en teoría, vender más. Decimos en teoría porque compañías como Ubisoft han llegado a un punto en el que han tenido que dar marcha atrás para pedir a sus estudios mayor variedad, ya que sus grandes juegos habían llegado a tales niveles de similitud entre sí que las ventas se habían visto afectadas negativamente. Pero ¿qué pasa cuando se abraza el caos? ¿Es posible que algo sin pies ni cabeza acabe siendo un título para el recuerdo? La respuesta es clara, y hemos elegido varios ejemplos de locuras que acabaron siendo obras de culto.
Deadly Premonition
Hay algún que otro autor conocido por hacer juegos un tanto particulares, y Swery65 es, sin duda alguna, uno de ellos. Su juego más conocido y admirado es, sin duda, Deadly Premonition, título raro lo miremos por donde lo miremos. A nivel jugable es una especie de Grand Theft Auto sin presupuesto, a nivel narrativo es básicamente Twin Peaks sin licencia y a nivel técnico, qué os vamos a decir... Que funciona, en el sentido más literal. Lo más sorprendente es que lleva siendo un desastre técnico desde que salió, e incluso casi diez años después de su lanzamiento es incapaz de moverse medianamente en condiciones en Switch. Pero aun así, tiene ese algo; ese algo que te absorbe y no teja escapar, que te mete en su universo y te deja siempre con ganas de más. Tanto que, diez años después, esperamos impaciente su secuela.
Killer 7
¿Podríais describir Killer 7 y vendérselo a un amigo en una frase? Difícil, ¿verdad? El juego de Suda51, otro de esos creadores únicos y excéntricos, nos lleva por interminables pasillos repletos de puertas y bifurcaciones para enfrentarnos a extrañas criaturas con un particular sistema de disparos. ¿Y hemos dicho que el protagonista es un asesino en silla de ruedas capaz de transformarse en los siete personajes que controlamos?
Catherine
Es normal que, hoy en día, los juegos de puzles tengan algún tipo de narrativa. De hecho, juegos de puzles como Portal no serían lo mismo sin su historia. Catherine lleva esto a otro nivel. Ya no sólo por la importancia del argumento, sino por cómo se integra en la jugabilidad y... bueno, por lo extraña que es su propuesta. Hombres que se convierten en carneros en sus sueños y que tienen que escalar una torre repleta de trampas, mientras discuten sus problemas de pareja en largas conversaciones en el bar con los amigos, pudiendo decidir si queremos ser infieles o no, y mientras respondemos preguntas sobre nuestra vida personal que, encima, se comparan con las de otros jugadores. No creemos que haya nada igual.
Space Channel 5
¿No hay nada raro en un juego musical, verdad? Bueno, quizás es porque no hemos pensado fríamente en lo que es Space Channel 5. En este clásico de Dreamcast controlamos a Ulala, una reportera que trabaja en la cadena de noticias que da nombre al juego, ambientado en el espacio pero con un cierto toque sesentero. De pronto se desata un ataque alienígena, y Ulala no sólo se dedica a atacarlos con música, sino que, durante el proceso, es capaz de informar de lo que está pasando en incluso luchar contra reporteros de otras cadenas. Bueno, y que no se nos olvide el cameo de Michael Jackson. Space Channel 5 es un magnífico ejemplo del legado y la locura de Dreamcast, y estamos deseando volver a desatar nuestros bailes en realidad virtual. ¡Chu, chu!
Nights: Into Dreams
El Sonic Team se separó de su querido erizo para debutar en Saturn con un título que, visto en perspectiva, era un tanto raro. No vamos a intentar siquiera cuestionar la historia (al fin y al cabo, los dos juegos más exitosos de la época iban de un fontanero italiano que se iba al Reino Champiñón para rescatar a una princesa de las manos de una tortuga gigante, y de un erizo azul que gracias a sus zapatos supersónicos rescataba al planeta), pero a nivel jugable quizás es más difícil ver por qué es tan recordado.
La mayor parte del tiempo la pasábamos volando, atravesando círculos de la manera más eficiente posible. Un curioso complemento era la llamada A-Life, un modo en el que podíamos criar a los Nightopians, las criaturas de este mundo onírico, e incluso hacer que se reprodujeran para crear Superpians. Bueno, cuando menos, hay que reconocerle a Sega su espíritu innovador.
WarioWare
WarioWare es una saga que ha encontrado el éxito en su excentricidad. Esta absurda propuesta en la que tenemos que completar en el menor tiempo posible los minijuegos más disparatados parecía algo más propio del mercado nipón, pero ha conseguido enamorar a jugadores de todo el mundo hasta convertirse en una saga establecida en las consolas de Nintendo (lo que nos recuerda, ¿qué pasa con Switch?). Su propuesta ha tenido tal acogida que incluso se ha expandido con títulos similares, como Rhythm Paradise, que han acabado convirtiéndose en sagas y llegando a Occidente también. En cierto modo, este absurdo es un ejemplo perfecto de la pureza del videojuego como entretenimiento, y con la fuerza de una marca como Nintendo no es extraño que haya acabado siendo tan popular.
Katamari Damacy
Otro título similar, en el sentido de abrazar esa locura japonesa y acabar conquistando Occidente, es la saga Katamari. Controlando al Príncipe de todo el Cosmos, tenemos que empujar unas esferas pegajosas para adherir a ellas todo lo que encontramos a nuestro paso y reconstruir las estrellas y planetas desaparecidos. Algo tan sencillo como eso, con una narrativa tan disparatada y una puesta en escena tan peculiar, ha acabado siendo una saga de culto que cuenta con multitud de entregas y spin-offs. Katamari sigue tan fresco como el primer día, y hace poco más de un año recibimos una revisión de la entrega original bajo el subtítulo de Reroll.
Untitled Goose Game
Normalmente, convertirse en un fenómeno lleva tiempo, pero Untitled Goose Game lo ha conseguido en tan sólo unos meses. Este simulador de ganso con ganas de arruinarle la vida a la gente ha conseguido alcanzar el éxito a través de los memes y lo particular de su concepto, e incluso ha ganado premios al mejor juego de año. Estamos seguros de que 2019 dejó títulos más redondos en general, pero, sin duda, Untitled Goose Game fue uno de los más originales.
Five Nights at Freddy's
Uno de los títulos de terror más exitosos de los últimos años comenzó, irónicamente, como un juego para niños tan feo que daba miedo. Tanto la propuesta –evitar que unos robots asesinos que cobran vida por la noche lleguen hasta ti– como las mecánicas –más propias de una aventura gráfica– resultan una apuesta curiosa para este género. Pero su fórmula, basada en crear tensión para rematar con un susto de proporciones épicas, y su enrevesado universo (además de una buena acogida por parte de youtubers) lo han elevado a título de culto que ahora incluso podemos disfrutar en realidad virtual.
LSD: Dream Simulator
No podíamos cerrar sin el juego raro de culto por excelencia. Antes de que hubiese simulators de todo, Osamu Sato decidió hacer un juego experimental sobre un simulador de sueños. Curiosamente, Sato venía de crear una aventura gráfica igualmente extraña llamada Eastern Mind: The Lost Souls of Tong Nou, que tras ser lanzada fuera de Japón y recibir algunos premios, consiguieron animar a Asmik Ace Entertainment para publicar esta paranoia. A nivel jugable, simplemente exploramos diferentes escenarios que se van volviendo más surrealistas y psicodélicos según avanzamos, con texturas que cambian, animales que se pasean por ahí o figuras humanoides que nos persiguen y pueden desactivar algunas de las características si nos alcanzan. Aunque la recepción tras su lanzamiento fue bastante pobre, ha acabado convirtiéndose en un título muy recordado, precisamente, por ser uno de los primeros títulos experimentales comercializados.