Las aguas que rodean al Reino Unido están cambiando, y no solo en apariencia. Según datos provisionales del Met Office, recogidos por la BBC, la temperatura media ha subido 0,2 ºC en el último año. Puede parecer un ajuste insignificante, pero en el océano cada décima importa: basta para alterar los equilibrios que sostienen a miles de especies.
Un extraño remolino en alta mar alarma a Reino Unido: "Es como una lavadora girando bajo las aguas"
El doctor Bryce Stewart, de la Asociación de Biología Marina en Plymouth, lo explica con una metáfora clásica que ha servido a má sde uno para comprender el peligro al que nos enfrentamos. "Es como el canario en la mina de carbón. Los cambios que hemos visto en los últimos años son la señal de que el ecosistema está en plena transformación", explicaba Stewart.
Y esa transformación se ve a simple vista. En las costas británicas empiezan a aparecer con más frecuencia pulpos, medusas malvas y atunes rojos, animales que normalmente habitan aguas más cálidas. El mar se está reescribiendo a sí mismo, y eso también obliga a reescribir las rutinas de la pesca.
Para Harry Polkinghorne, un joven pescador, la escena no podría ser más gráfica. "Es como ver una lavadora en el agua. De pronto, el mar se llena de aguas bravas, aparecen aletas y, un segundo después, ves atunes saltando", indicaba.
No es el único que ha notado cambios. Heather Hamilton, que practica snorkel, se ha encontrado con enormes floraciones de salpas, unas criaturas gelatinosas parecidas a las medusas, fundamentales para regular el ciclo del carbono. "Era como nadar en otro mundo. Algo que jamás había visto antes", concluía.
Pero detrás de estas imágenes hay un problema más profundo. La sobrepesca está empujando a especies como el bacalao y el pez lobo hacia el norte. Este año, además, se ha alcanzado un récord de temperatura superficial: 11,4 ºC, con olas de calor marinas que han durado gran parte del año.
Un océano que acumula calor pierde capacidad para absorber CO₂, y eso no se queda en el mar: se traduce en lluvias más extremas, temporales más violentos y fenómenos cada vez menos predecibles. El Reino Unido, sin proponérselo, se está convirtiendo en un almacén de agua caliente a escala planetaria.