La Estación Espacial Internacional tiene fecha de caducidad: si nada cambia, en torno a 2030 será guiada hacia el llamado cementerio espacial del Pacífico, el remoto Punto Nemo. Pero una startup quiere darle la vuelta al plan oficial de NASA y convertir ese "residuo orbital" de 450 toneladas y más de 150.000 millones de dólares en la primera gran mina espacial de la historia.
Tras más de un cuarto de siglo en órbita, la ISS acumula grietas, fugas de aire, sistemas obsoletos y piezas de repuesto cada vez más difíciles de conseguir. Las agencias llevan años "a base de parches" y la solución elegida por NASA pasa por encargar a SpaceX una nave de remolque que la desorbite de forma controlada y la haga caer sobre el océano. Solo ese operativo ronda los 1.000 millones de dólares, sin contar el material que se perdería para siempre en el fondo del mar.
De residuo orbital a cantera en órbita baja
Ahí es donde entra Lunexus Space, la compañía fundada por Greg Vialle, que plantea una alternativa radical: desmontar la estación en órbita baja y reciclar sus materiales para futuras infraestructuras espaciales. Según sus estimaciones, la ISS alberga unas 430 toneladas de aluminio aeroespacial, titanio y otros metales de alto valor que podrían reutilizarse en nuevas estructuras, plataformas o remolcadores sin necesidad de lanzarlos desde Tierra, donde cada kilo colocado en órbita sigue costando miles de dólares.
La propuesta pasa por invertir unos 300 millones de dólares en sistemas robóticos capaces de desmantelar la estación módulo a módulo y procesar esa "chatarra premium" directamente en el espacio. Vialle defiende que, sumando un apoyo público adicional para lanzar esa infraestructura, el coste seguiría siendo muy inferior al plan de hundimiento y, a cambio, se pondrían las bases de una economía circular en órbita baja: en vez de tratar a los objetos viejos como basura, se convierten en cantera para la siguiente generación de estaciones y fábricas espaciales.
Geopolítica de la chatarra espacial
El argumento no es solo económico, sino también geopolítico. El CEO de Lunexus sostiene que reciclar la ISS permitiría a Estados Unidos liderar una nueva industria de gestión de recursos en el espacio frente a competidores como China, que avanza con su propia estación Tiangong y proyectos de granjas solares y plataformas en órbita. Sería, viene a decir, el equivalente orbital a lo que en su día supusieron las grandes apuestas industriales para la Segunda Guerra Mundial o para la revolución de los microchips.
Por ahora, la pelota sigue en el tejado de las agencias. NASA ya analizó hace meses posibles planes de reutilización de módulos y, oficialmente, asegura que no recibió propuestas industriales suficientemente sólidas. La Agencia Espacial Europea, por su parte, admite que el reciclaje en órbita es un objetivo interesante, pero avisa de que capturar, cortar y reprocesar estructuras tan grandes en el espacio es un "desafío enorme" cuya rentabilidad no está clara. Mientras tanto, el calendario corre: si nadie cambia el guion, la Estación Espacial Internacional está destinada a convertirse en chatarra hundida en el Pacífico… o en el primer gran banco de materiales de la construcción espacial del futuro.