La actriz Jennifer Lawrence, una de las figuras más destacadas de su generación, ha sido siempre franca sobre los desafíos que ha enfrentado en su carrera. Uno de los más difíciles ocurrió durante el rodaje de Passengers (2016), la cinta de ciencia ficción que protagonizó junto a Chris Pratt.
En una entrevista posterior, Lawrence reveló que su primera escena de sexo real en el cine fue una experiencia profundamente incómoda y emocionalmente compleja. La actriz confesó que, al no sentirse emocionalmente preparada, recurrió al alcohol como vía de escape. “Me emborraché mucho, pero luego eso me generó más ansiedad cuando llegué a casa porque pensé: ‘¿Qué he hecho? No lo sé’”, relató.
La escena incluía besar a Chris Pratt, quien entonces seguía casado con Anna Faris, un hecho que la hizo sentir culpable a pesar de que era parte de su trabajo. “No podía explicarle eso a mi estómago”, dijo, aludiendo al conflicto interno que vivió.
Coordinadores de intimidad: un cambio necesario en Hollywood
El caso de Lawrence ha sido citado con frecuencia como ejemplo de por qué hoy en día es esencial contar con un coordinador de intimidad en los rodajes. Estos profesionales —cada vez más comunes en Hollywood— están entrenados para garantizar el bienestar emocional de los actores durante escenas sensibles y asegurar un entorno de trabajo consensuado y respetuoso.
Aunque algunos, como el actor Sean Bean, han criticado su presencia por “restringir la espontaneidad”, la mayoría de actores —especialmente mujeres— considera que su trabajo es una herramienta indispensable para evitar situaciones traumáticas.
Humor entre la tensión
No todo fue angustia durante el rodaje. Lawrence también rememoró momentos más ligeros junto a Pratt, como la vez que intentaron grabar su primer beso con trajes espaciales puestos. “Nuestras cabezas no podían alcanzarse. Nos reímos mucho y lo incorporamos a la película”, contó, demostrando que incluso en los momentos de mayor presión puede haber espacio para la complicidad y el humor.















