Los megarascaielos están de moda alrededor del globo. Los proyectos urbanos están proliferando con propuestas cada vez más ambiciosas, y en Estados Unidos están de debate por ello. JP Morgan no es solo uno de los bancos más grandes del planeta: su presencia se extiende a más de 100 países, y el año pasado alcanzó por primera vez la cifra récord de más de 1000 millones de dólares en beneficios cada semana.
Supera con claridad a otros gigantes financieros estadounidenses como Bank of America, Wells Fargo o Citigroup. Y este 2025 ha culminado lo que la entidad describe como su joya arquitectónica: un rascacielos colosal en pleno corazón de Manhattan, que se levanta sobre Park Avenue como un gigante de acero y vidrio. No todos están de acuerdo con este coloso.
Indignación con el megarrascacielos de Norman Foster: un coloso de 423 metros, 4000 millones y tildado de obscenidad ecológica
El proyecto arrancó en 2018, cuando la prestigiosa firma Foster + Partners se llevó el concurso para diseñar la nueva sede de JPMorganChase. Para dar paso a la torre, fue derribada la antigua sede de Union Carbide, erigida en 1960 y que había sufrido una remodelación apenas unos años antes, considerada por JP Morgan como "la mayor renovación ecológica de un edificio de oficinas del mundo". Ahora, ese capítulo ya es historia.
La nueva torre, en el número 270 de Park Avenue, se sostiene sobre 95.000 toneladas de acero estructural. Según los arquitectos, el 97 % de los materiales demolidos fueron reciclados o reutilizados, un dato que no logra mitigar la sensación de exceso. Para ponerlo en perspectiva: aunque mide 423 metros de altura y tiene 60 plantas, utiliza casi un 60 % del acero que emplea el Empire State Building, un edificio más alto y con mayor superficie. Con todo ese metal, se podría dar la vuelta al mundo dos veces.
El rascacielos, diseñado por Norman Foster, de 90 años, conocido también por la torre HSBC de Hong Kong, ha desatado críticas feroces. El diario británico The Guardian lo calificó como "una obscenidad ecológica" y alerta de que podría inaugurar una nueva generación de rascacielos similares en Europa. La empresa lo describe como "la torre totalmente eléctrica más grande de la ciudad, con cero emisiones operativas netas", pero para muchos expertos, el precio ambiental sigue siendo inasumible.
El edificio, que según el presidente de JP Morgan, Jamie Dimon, ha costado unos 4000 millones de dólares, impresiona desde su base: enormes columnas abren las esquinas, creando aceras más amplias, mientras que el vestíbulo principal luce una bandera estadounidense sobre un mástil de 12 metros que se agita gracias a brisas artificiales.
En su interior, el lujo es omnipresente: grandes muros de travertino estriado procedentes de una sola cantera italiana, una escalera del mismo material y un patio de comidas con 19 restaurantes, servicio de entrega al escritorio, peluquería, gimnasio, salas de meditación, clínica médica e incluso un pub. Las oficinas, diseñadas para más de 10.000 empleados, cuentan con iluminación de ritmo circadiano y techos extremadamente altos. Sin embargo, varios ingenieros han señalado que modificaciones menores en la estructura podrían haber reducido la huella de carbono entre un 20 y 30 %.
Por la noche, la cima del rascacielos se ilumina, visible desde kilómetros a la redonda, un recordatorio brillante de la ambición y la controversia que lo rodea: una torre que mezcla opulencia, diseño futurista y, según sus críticos, un coste ecológico difícil de justificar.