En España, las centrales solares térmicas fueron durante años símbolo de innovación energética, especialmente en regiones como Andalucía o Extremadura, donde el sol castiga con intensidad y regularidad. Proyectos como Andasol o Gemasolar situaron al país a la vanguardia de la energía solar concentrada (CSP), una tecnología prometedora que, a diferencia del fotovoltaico tradicional, permite almacenar calor para generar electricidad incluso después de la puesta de sol.
Sin embargo, esta apuesta ambiciosa también se topó con la realidad: altos costes, complejidad técnica y una competencia feroz por parte del fotovoltaico, cada vez más barato y eficiente. El caso de la planta estadounidense de Ivanpah, en el desierto de Mojave, sirve como reflejo a gran escala de esa misma curva de entusiasmo, auge y decepción. Ahora la han cerrado.
Golpe letal a la energía solar: clausuran la mayor planta termosolar del mundo y culpan a las aves de su fracaso
Ivanpah se inauguró en febrero de 2014 como la mayor central termosolar del mundo. Con un despliegue de más de 300.000 espejos automatizados y 173.500 helióstatos que apuntaban a tres torres calderas gigantes, la planta prometía generar electricidad a gran escala sin emisiones y, lo más revolucionario, también durante la noche. Era, al menos sobre el papel, el futuro de la energía solar concentrada.
La instalación cubría unos ocho kilómetros cuadrados y estaba pensada para abastecer a 140.000 hogares. Su factura: 2180 millones de dólares, de los que 1.600 salieron directamente de las arcas del gobierno de Estados Unidos. A la fiesta se sumaron gigantes como NRG Energy (300 millones) y Google (168 millones), convencidos de que Ivanpah marcaría el camino de la sostenibilidad global.
Pero la realidad fue otra. El complejo resultó ser un monstruo técnico, difícil de mantener y operar. Jenny Chase, analista de BloombergNEF, lo resumió sin rodeos: controlar miles de espejos móviles con precisión milimétrica no era tan sencillo como parecía. A los problemas de eficiencia se sumaron los medioambientales: el efecto lupa de los espejos provocaba la muerte de hasta 6000 aves al año, según estimaciones. El parque solar se convirtió en una trampa letal para la fauna voladora.
El golpe final llegó desde el mercado: el fotovoltaico se abarató y el almacenamiento con baterías mejoró. De pronto, la principal ventaja de Ivanpah –generar energía más allá del atardecer– dejó de ser exclusiva. Pacific Gas & Electric, principal comprador de la energía producida, rompió su contrato con la planta. "Rescindir los acuerdos ahora ahorrará dinero a los clientes", dijeron sin rodeos.
Así, Ivanpah cerrará en 2026. Lo que un día fue el emblema de un futuro limpio queda como advertencia: la innovación sin sostenibilidad económica y ambiental está condenada a desaparecer entre espejismos.