El universo sigue recordándonos, una y otra vez, lo poco que entendemos de él. Entre sus enigmas más sobrecogedores se encuentran los agujeros negros: esas regiones del espacio donde la masa es tan densa, tan infinitamente comprimida, que ni siquiera la luz puede escapar de su abrazo gravitatorio. Ahora, un grupo de científicos ha registrado algo que desafía la imaginación humana: la llamarada más brillante jamás observada proveniente de un agujero negro supermasivo, un estallido de energía que reluce con la potencia combinada de 10 billones de soles.
El fenómeno procede de un punto remoto del cosmos, a más de 10.000 millones de años luz de distancia. Es, hasta ahora, el destello más lejano y luminoso jamás detectado por la ciencia. Los astrónomos sospechan que todo comenzó cuando una estrella colosal se aventuró demasiado cerca de este monstruo gravitatorio. Su final fue tan inevitable como espectacular: desintegrada por la fuerza del tirón, su materia habría sido devorada y lanzada al vacío en una explosión de luz que aún viaja hasta nosotros.
El Caltech capta una explosión de energía a 10.000 millones de años luz: la más intensa jamás registrada
"Al principio no creíamos realmente las cifras sobre la energía", reconoce Matthew Graham, investigador del Instituto Tecnológico de California (Caltech), centro donde se documentó el hallazgo. La llamarada, que tardó unos tres meses en alcanzar su punto máximo, fue desvaneciéndose lentamente durante los años siguientes. Según los especialistas, semejante emisión podría originarse por el caos magnético que reina alrededor del agujero negro: campos retorcidos, discos de gas sobrecalentado y violentas corrientes de materia que giran a velocidades cercanas a la de la luz.
El hallazgo ha sacudido a la comunidad científica. No sólo por su magnitud, sino porque cada nuevo evento de este tipo obliga a replantear nuestras ideas sobre la estructura del universo. La mayoría de las galaxias -incluida la Vía Láctea- albergan un agujero negro supermasivo en su centro, aunque el proceso exacto por el cual nacen sigue siendo un misterio.
Estudiar estos colosos cósmicos, su entorno y sus erupciones de energía puede acercarnos a entender cómo evoluciona el tejido mismo del cosmos. Una llamarada que, más que iluminar el universo, ilumina nuestra propia insignificancia frente a él.