Los años noventa fueron una época confusa y extraña para los fabricantes de juguetes. Las figuras de acción, que habían sido una auténtica bomba en la década de los años ochenta, estaban estancadas. Los críos dejaban muy rápido los juguetes aparcados en su habitación o patio de juegos, y las principales compañías luchaban a contrarreloj por encontrar el siguiente pelotazo con el que llenar las estanterías de las tiendas y sus propias cuentas y bolsillos. El dinero no se consigue de forma rápida, y en la industria del juguete, se debe planificar con sumo cuidado la forma en la que se llevan a cabo las líneas y los productos. Un error, un concepto erróneo o un fallo en la planificación de tu figura o invento, y puedes echar al traste grandes inversiones de dinero, devaluando tu marca o licencia y condenándote a los cajones de saldo en las jugueterías. Y nadie quiere eso.
Entre las ideas más arriesgadas de aquellos años están Los Guerreros de la Basura, unos diminutos y extraños juguetes de plástico que nacían, literalmente, de la contaminación y los desechos de los vertederos. Apostando por un mensaje ecologista y fabricados por Galoob, estos muñecos conquistaron el corazón de toda una generación que se lanzó a coleccionarlos y, de paso, cuidar el planeta. En Vandal Random repasamos su historia y su origen.
La historia de Galoob: de pequeña empresa a negocio internacional
Galoob quizás no tenga el nombre de las principales jugueteras, y quizás no suene tanto como Mattel, Hasbro, Kenner o Playmates. Pero, ¿y si os decimos que llegó a convertirse en el tercer productor de juguetes de Estados Unidos y que en 1998 su presencia en el mercado era tal que la propia y todopoderosa Hasbro se vio casi obligada a comprarla por temor a que le sobrepasase como corporación de entretenimiento? No era de extrañar. Entre sus propiedades intelectuales y creaciones figuran los juguetes de series como Los Motorratones de Marte, Terminator 2, Aliens, Dinosaucers, Micro Machines, Capitán Planeta o incluso Star Wars: Shadows of The Empire (en lo que es uno de los casos más locos de licencias jamás vistos), y cuando se estrenaba una película o se daba un evento de primer nivel en televisión, allí estaba Galoob. Esta desconocida compañía se fundó en 1954 por Barbara Frankel y Lewis Galoob en San Francisco, y aunque el negocio arrancó como una empresa destinada a la importación y exportación de productos, pronto pasó a la fabricación de juguetes gracias a sus contactos con la industria.
En 1957 dieron el auténtico pelotazo en las jugueterías de Norteamérica con el célebre Jolly Chimp, el conocido mono mecánico que usaba los platillos -aún más famoso tras el estreno de Toy Story 3-, que se convirtió en todo un muñeco de moda. En 1968, años después de su primera versión, el musical e inquietante primate se vio reeditado en una nueva versión y se lanzó con una imagen renovada y más fresca en los comercios de todo el país. Desgraciadamente, a comienzos de los años setenta, el negocio de los juguetes estaba de capa caída debido a los altos precios del plástico y sus derivados por la crisis del petróleo y Galoob experimentó un ligero retroceso en sus ventas. Además, su fundador atravesaba una grave enfermedad que le impedía desempeñar sus tareas como presidente de la empresa. La compañía se reestructuró casi de la noche de la mañana, el hijo de Lewis Galoon abandonó la universidad con apenas 21 años, se unió a su hermano Robert Galoob y ambos transformaron el negocio nacional de sus padres en un imperio millonario completamente internacional.
En 1976 facturaban varios millones de dólares al año y pronto comenzaron sus planes de expansión, que los llevaría a tener presencia en múltiples negocios y jugueterías de todo Estados Unidos, y a finales de los años ochenta, ya se consideraban una de las jugueteras con mayor proyección internacional. Sus extrañas ideas, su innovación y sus agresivas campañas con vendedores y distribuidores, los catapultaron a una posición de relevancia a la hora de perseguir licencias multimillonarias como las de las películas de Terminator, Alien o incluso series como El equipo A. En cualquier caso, en los años noventa, Galoob estaba presente en cada estante, gran superficie o tienda local que se pudiera uno imaginar. Tanto en países europeos como España o Reino Unido, pasando por regiones de Latinoamérica, sus juguetes y dispositivos se vendían rápidamente. La competencia era atroz, y quizás sus cifras o volúmenes jamás pudieron compararse a las de rivales como Mattel o LJN, pero ahí andaban. Hablándoles de tú a tú a los grandes.
Sin embargo, y más allá de los juguetes, su mayor éxito vino en relación a uno populares cartuchos llamados Game Genie. Estos dispositivos fabricados en conjunción con Codemasters, que permitían trucar los cartuchos de los videojuegos de las principales consolas de la época como Game Boy, NES, SNES o Mega Drive, permitían a los jugadores disfrutar de poderes extra, propiedades únicas o incluso desbloquear contenidos no accesibles de forma habitual. Nintendo consideró esto una grave vulneración de la propiedad intelectual, y llevó a Galoob a juicio. Fue un caso muy sonado, pero sirvió como publicidad extra: los cartuchos Game Genie desaparecían de las tiendas y locales especializados en videojuegos, y todos querían uno antes de que Nintendo los retirarse del mercado. Bueno, es que todo el mundo esperaba que ganase Nintendo. No lo hizo. Galoob se alzó victoriosa del costoso proceso judicial y continúo con la venta de sus gadgets de trucos. Esta batalla, digna de trazarse como un habitual caso de David contra Goliat, reforzó a la empresa que demostró una vez más que podía considerarse una compañía digna de batirse el cobre con las grandes en primera división.
Mientras sus Micro Machines se vendían y difundían sus líneas y gamas, Galoob recibió una enorme oferta de uno de sus rivales. Se trataba de Hasbro. En septiembre de 1998, el gigante del juguete Hasbro compró Galoob por 220 millones de dólares, y la convirtió en una de las principales marcas de cara a la fabricación de líneas de juguete premium y de colección. Los hermanos Galoob llevaron el sueño de su padre a lo más alto, y en parte fue por su arriesgada forma de hacer negocio. ¿Quién iba a pensar que unos muñecos nacidos en la basura les iban a hacer ganar tanto dinero?
Nacieron de la basura
Corría el año 1991. El público comenzaba a temer por la desaparición de la capa de ozono, el fin del petróleo y la desaparición de múltiples especies. El miedo a la incertidumbre en relación al planeta Tierra y al futuro aunque inminente cambio de milenio ya se vislumbraba en el horizonte, y se gestó una importante cultura ecológica. Greenpeace, que en los años ochenta había tenido su pico de popularidad, estaba presente casi de forma constante en los telediarios de las principales cadenas, y en los colegios se daban pequeñas nociones para ser más cuidadoso con el medio ambiente. Los excesos de las décadas pasadas estaban a punto de acabarse y había que buscar formas ingeniosas de llegar a las futuras generaciones. ¿Cómo? Pues a través de series de televisión y juguetes, curiosamente estos últimos, producidos y fabricados en plástico y otros derivados del petróleo.
Mientras El Vengador Tóxico y El Capitán Planeta combatían contra las petroleras, las malvadas corporaciones y la deforestación, Galoob comenzó a trabajar en un concepto que a día de hoy asustaría a más de uno. Se trataban de Los Guerreros de la Basura (The Trash Bag Bunch en inglés), unos pequeños soldados y mutantes que surgían de los vertederos y los cubos de basura de todo el mundo para combatir entre ellos y lanzar un mensaje anticontaminación de gran poder. La juguetera se apoyó en un concepto muy novedoso, tanto en packaging y presentación como en diseño, y que nos ofrecía la posibilidad de lanzar la bolsa de basura en la que se encontraba nuestro muñeco al agua y así ver cómo surgía y salía de la misma dispuesto a luchar. La bolsa, que incluía un componente efervescente y que era completamente biodegradable, se disolvía cuando hacía contacto con el líquido, llenándolo todo de espuma y una capa verde un tanto desagradable.
Una vez finalizado el ritual, el muñeco de PVC caía al fondo y ya estaba dispuesto y preparado para jugar. Toda esta parafernalia creaba un pequeño ritual indispensable y muy emocionante cada vez que comprabas una de estas pequeñas figuras, ya que no sabíamos qué muñeco nos iba a tocar hasta que lo veíamos surgir entre la espuma y el moco verde. Quizás a día de hoy estemos acostumbrados a las bolsas ciegas y el concepto de lo aleatorio, pero en su momento era algo tan rompedor como mágico. Aún así, Galoob recibió ciertas quejas. Algunos padres no creían que el sistema al azar de seleccionar fuese una forma honesta de vender algo y el sistema de disolvente biodegradable de las bolsas no parecía demasiado seguro para un crío. Galoob distribuyó una serie de consejos a los vendedores de cara a facilitarles el trabajo para explicar la extraña rutina de nacimiento de estos muñecos, e incluso incluyó un componente extra: en cada caja de 36 blisters se incluía una que ofrecía la posibilidad de conseguir dos muñecos al mismo tiempo y en la misma bolsa. Un poco como el índice de probabilidad de las cartas foil premium de las cartas de Magic: The Gathering pero a lo bestia. Imaginad por un segundo la cara de felicidad de ese pequeño agraciado que se encontraba con dos figuras por el precio de una. Casi como si le hubiese tocado la lotería.
Los Guerreros de la Basura nos contaba una historia de lucha entre dos facciones rivales, una de mutantes malvados llamados Trashors, que buscaban contaminar el planeta y lanzarse a una industrialización feroz ensuciándolo todo, y otra de humanoides mecanizados llamados Disposers, que intentaban quemar, esterilizar, cuidar y fumigar para evitar el avance de las bestias. Había un componente extraterrestre, muy en boga por aquella época, que nos decía que las bolsas en las que venían estas criaturas provenían del espacio, ya que estos monstruos habían nacido en el planeta Garbigo -variante de la palabra inglesa garbage o basura- y visitaban la Tierra para advertirnos de nuestro indecente ritmo como sociedad de consumo. Compuesta por 36 figuras distintas, 18 para cada facción, Los Guerreros de la Basura gozaron de un gran éxito sin necesidad de serie de televisión ni ningún tipo de producto derivado. Fueron uno de esos juguetes que ganaban peso en los principales comercios gracias al boca a boca, y que durante varios años, tuvieron su boom. De hecho, se crearon pequeños playsets, bolsas y maletas de transporte -con forma de cubo de basura- y algún que otro escenario de batalla.
La primera línea, la más popular, estaba compuesta por personajes muy coloridos y por los habituales desvaríos de los años noventa. Nos encontrábamos con soldados mercenarios al estilo cyborg o Terminator, a robots asesinos, científicos locos o mutantes viscosos, con forma de animales como perros descargados. Por un lado teníamos figuras muy famosas como Muckoid, Junk Jackal o Plutor, a las que se sumaban Slobber, Wastor, Incinerator o el kitsch Dr. Sheen. Tenerlos todos era una odisea, y aunque consiguieron convertirse en un producto de deseo durante 1991 y 1992, Galoob no controló bien el tema del precio en muchos países. Era un producto relativamente barato de producir, pero en multitud de comercios de España se vendían rompiendo la barrera de las 1200 pesetas (unos 6 euros), algo que los condenó rápidamente a sucesivas bajadas y recortes, llevándolos a ser uno de los productos muy habituales en los cada vez más populares bazares durante 1993 y 1994. La segunda línea, con algún que otro repintado de figuras y varias criaturas nuevas, llegó al poco tiempo a las jugueterías de varios países en un lanzamiento extremadamente limitad, pero no triunfó lo que debía. De hecho, gracias al experto en juguetes Mel Birnkrant tenemos algunas imágenes.
El público por aquella época comenzaba a estar a otras cosas, y Los Guerreros de la Basura pasaron de ser famosos a desparecer de los estantes. Las consolas comenzaban a tener y ganar popularidad, y Gaboo se centró en potenciar esa área de negocio. Nunca dejó de fabricar juguetes arriesgados, y ahí tenemos Los Motorratones de Marte -que nacieron para luchar contra Las Tortugas Ninja y los Street Shark-, pero estos pequeños combatientes en pos del medio ambiente, acabaron justo como no tendría que haber sido: siendo unos juguetes de usar y tirar.
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