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Arqueólogos recuperan del fondo del mar Mediterráneo una extraña esfinge de un faraón egipcio y colosos de una ciudad perdida

La campaña de Canopo confirma la apuesta de Egipto por la arqueología subacuática como eje de diversificación turística y de reafirmación identitaria.

El Mediterráneo ha devuelto a la superficie una parte olvidada de la grandeza faraónica. En la bahía de Abū Qīr, frente a Alejandría, un equipo dirigido por el arqueólogo francés Franck Goddio rescató en agosto de 2025 varias piezas monumentales de la antigua ciudad de Canopo, sumergida durante siglos tras una serie de catástrofes naturales.

Entre ellas destaca un coloso de granito, una esfinge de cuarcita con inscripciones de Ramsés II y una estatua de mármol blanco de época romana. Los hallazgos, extraídos con la ayuda de buzos y grúas, han permitido a Egipto mostrar al mundo imágenes de un patrimonio sumergido que rara vez puede contemplarse fuera de los informes científicos.

Canopo fue una de las ciudades más vibrantes del Egipto ptolemaico y romano. Dedicada al culto del dios Serapis, combinaba su condición de centro religioso con una fama hedonista que atrajo a peregrinos, mercaderes y viajeros de todo el Mediterráneo. Cronistas como Estrabón y Plinio el Viejo la describieron como un enclave de procesiones, banquetes y celebraciones multitudinarias. Sin embargo, terremotos, la licuefacción del terreno del delta del Nilo y la subida del nivel del mar provocaron el colapso de sus templos y barrios, que quedaron tragados por el agua hacia el siglo VIII d.C. Desde entonces, la ciudad permaneció sepultada bajo sedimentos hasta que la arqueología subacuática comenzó a redescubrirla en el siglo XX.

Un rescate histórico tras 25 años

La operación de este verano tiene una relevancia añadida: se trata del primer rescate subacuático de estas dimensiones realizado en Egipto en los últimos 25 años. El ministro de Antigüedades, Sherif Fathi, calificó la campaña como "un hito extraordinario" para la protección del patrimonio nacional. El levantamiento de esculturas de varias toneladas mediante grúas generó un impacto mediático, que trasladó la complejidad de la arqueología marina al gran público, mostrando el trabajo en condiciones de visibilidad casi nula, donde sonar y magnetómetros son herramientas imprescindibles para identificar estructuras enterradas en el lodo.

Qué revelan las esculturas rescatadas

Los objetos extraídos no solo impresionan por su tamaño, sino también por lo que revelan. La esfinge con inscripciones de Ramsés II confirma la continuidad del culto a lo largo de distintas dinastías, mientras que la estatua romana de mármol blanco refleja la fusión cultural que caracterizó a Alejandría y su entorno. Los fragmentos arquitectónicos, columnas y objetos rituales completan la imagen de un gran santuario dedicado a Serapis, donde los peregrinos acudían en busca de curación y salvación espiritual. Algunas inscripciones, todavía en estudio, podrían arrojar luz sobre los donantes de las piezas y las liturgias celebradas en este enclave sagrado.

No todo lo hallado ha sido recuperado. Tal y como explicó Fathi en declaraciones a The Guardian, el Ministerio sigue una política estricta: solo se extraen los objetos en riesgo de deterioro o con un valor científico excepcional. El resto permanece bajo el mar, protegido como patrimonio in situ. A cambio, las autoridades han anunciado un ambicioso proyecto de digitalización que incluirá los fragmentos recién descubiertos del Faro de Alejandría, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Gracias a estas tecnologías, se prevé crear recorridos virtuales que permitan al público explorar los restos sin comprometer su conservación.