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Adiós a Google, ChatGPT está a un paso de ser su sustituto: el 73% de sus usos ya son cotidianos y personales

El ecosistema está en movimiento y los hábitos aún se están reajustando, pero la fotografía actual apunta más a una convivencia funcional que a un duelo a muerte.

Durante tres años hemos repetido casi como reflejo que ChatGPT venía a sustituir a Google. El chatbot contesta en castellano llano, admite repreguntas y ahorra tragar listas de enlaces… y, sin embargo, cuando se mira con datos fríos, su papel real es otro.

Un análisis del National Bureau of Economic Research, realizado con mensajes anonimizados facilitados por OpenAI, muestra que en junio de 2025 el 73 % de las interacciones con el chat tenían un uso personal y solo el 27 % estaban ligadas al trabajo. La imagen del asistente superproductivo de oficina se desinfla un poco: lo usamos más para organizar nuestra vida y nuestras ideas que para "ser más eficientes" delante del jefe.

Ese mismo trabajo desmenuza qué hacemos exactamente con el modelo y ahí es donde se ve que no se comporta como un buscador clásico. La mayoría de consultas caen en tres bloques: orientarnos (entender algo, aclarar un concepto, ver pros y contras de una decisión), informarnos (pedir datos o contexto sobre temas concretos) y escribir (desde un correo hasta un esquema de proyecto o un planning semanal). Son cosas que, con Google, exigirían abrir varias pestañas, leer, comparar y sintetizar; con el chat, pedimos directamente una explicación o un primer borrador legible y trabajamos a partir de ahí.

Mapa de enlaces frente a conversación

Si miramos a Google, la lógica es casi la contraria. El buscador sigue diseñado como un mapa de enlaces: ante una duda, lo normal es teclear la consulta, echar un vistazo a la página de resultados y decidir a cuál de esas fuentes le damos credibilidad. Nielsen Norman Group, en uno de sus estudios de usabilidad, lo resume con un dato incómodo para cualquier narrativa de "muerte del buscador": los hábitos son tozudos, y la mayoría de usuarios sigue entrando a la web a través de Google incluso cuando ya usa IA generativa para otras tareas. Muchas veces, de hecho, lo empleamos como atajo: escribimos "YouTube" o "Amazon" en vez de teclear directamente la dirección.

El resultado práctico no es un relevo limpio, sino un reparto de funciones. Cuando queremos explorar fuentes, comparar precios, leer medios o llegar a servicios concretos, abrimos Google. Cuando nos interesa que alguien nos explique un tema, nos ayude a decidir entre varias opciones o nos devuelva un texto más o menos presentable, abrimos ChatGPT. Esa diferencia también se nota en los números de tráfico: los estudios de analítica web apuntan a que, de momento, la IA generativa apenas canaliza alrededor del 1 % del tráfico de referencia hacia otras páginas, mientras que el buscador de siempre sigue siendo el gran grifo que alimenta a la web.

Cuando buscar ya no es solo buscar

Al mismo tiempo, Google intenta cubrirse las espaldas: ha ido integrando resúmenes con IA y un "modo IA" que responde directamente en la propia página de resultados. Pero la estructura básica no se ha roto: la columna vertebral sigue siendo un listado de enlaces azules. La paradoja es que esa capa de IA en el buscador empieza también a reducir clics en determinadas consultas sencillas, mientras que en los chats pasa justo lo contrario: ahí la experiencia no consiste en salir a navegar, sino en quedarse dentro y seguir afinando la respuesta.

Lo interesante, en el fondo, es que "buscar en internet" ya no significa una sola cosa. Google continúa como puerta de entrada al ecosistema web por pura costumbre y por diseño; los chats de IA se consolidan como un espacio para pensar en voz alta, ordenar información y producir contenido utilizable.