Quizá nunca os hayáis fijado en este detalle, porque normalmente cuando vamos al supermercado nuestra funciones vitales y cognitivas principales se reducen a: encontrar lo que necesitamos lo antes posible, sobrevivir en la cola de espera y pagar. Vamos con el piloto automático puesto, como se suele decir, pero hay algo que nos ayuda a estar inducidos en este trance consumista: los supermercados y absoluta falta de ventanas. ¿A qué se debe esta decisión? Encontramos la respuesta si miramos precisamente en el interior de nuestra cabeza. No de una manera literal, a ser posible.
Supermercados: psicología y mente del consumidor
Desde Business Insider han querido poner la lupa en este asunto, y para ello se han puesto en contacto con Michaela von Baumgarten, arquitecta en la oficina de ingeniería y planificación IPB Finzel en Würzburg, y que es responsable de la planificación de dos supermercados ALDI de Alemania. "No todos los clientes están dispuestos a participar en experimentos de ventanas", dice. Así que, para explicar la falta de las mismas en las paredes de los supermercados, agrega: "Las razones de esto pueden ser muy diferentes: el uso del espacio, el concepto del negocio, la eficiencia energética, el comportamiento del consumidor..."
De hecho, tal y como recuerdan desde Gizmodo, los supermercados también apuestan por colocar baldosas en el suelo con el fin de influir en la conducta de los clientes: el ruido nos obliga a caminar más despacio con los carritos, lo que nos hace detenernos más en los diferentes callejones de los establecimientos. Con la música, por otro lado, sucede lo mismo: dependiendo del sonido de fondo, probablemente realicemos nuestras compras más o menos deprisa.
Con las ventanas, los supermercados buscan inducir a los consumidores en ese estado mental donde perdemos la noción del tiempo: no notamos las inclemencias del clima, ni tampoco si se está haciendo de noche y tenemos que darnos prisa. Cuantos más minutos pasemos en el interior de los establecimientos, más cosas nos llevaremos. De esta manera, las tiendas buscan crear un entorno cerrado y acogedor, donde nos sintamos cómodos para pasear por las diferentes secciones sin importar el mundo exterior.
Por otro lado, hay también motivos prácticos: la luz del sol podría deteriorar algunos productos y envases, mientras que las paredes se pueden aprovechar mejor para colocar más artículos a la venta. En definitiva: la psicología y el capitalismo de la mano en un supermercado de barrio.