En las regiones más frías y distantes del sistema solar, entre las órbitas de Neptuno y Júpiter, se encuentran los centauros, cuerpos celestes muy particulares con características que los diferencian tanto de los cometas como de los asteroides. Estos objetos han permanecido congelados durante millones de años debido a su lejanía del Sol, lo que los convierte en una fuente de estudio fascinante para los astrónomos. Los centauros, con sus órbitas impredecibles y complejas, representan una ventana a los secretos más antiguos de nuestro sistema solar, y los investigadores están ansiosos por desvelar su composición y comportamiento.
Uno de los centauros más destacados es el 29P/Schwassmann-Wachmann 1, un objeto que ha despertado el interés de la comunidad científica debido a su proximidad relativamente mayor al Sol en comparación con otros centauros. A pesar de sus gélidas temperaturas, este acercamiento provoca que sus componentes reaccionen a los cambios de temperatura, generando fenómenos químicos espectaculares. La sublimación de agua congelada (paso de sólido a gas sin fase líquida) provoca explosiones que liberan materia al espacio, un fenómeno de gran interés para los astrofísicos.
Avances en el estudio de los centauros con el telescopio James Webb
Gracias al telescopio espacial James Webb, en funcionamiento desde finales de 2021, los astrónomos han podido realizar observaciones sin precedentes de este centauro. Sus instrumentos avanzados han permitido detectar por primera vez chorros de monóxido de carbono y dióxido de carbono en el 29P/Schwassmann-Wachmann 1, nunca antes vistos, lo cual arroja luz sobre los materiales primordiales de estos objetos. Lo que hace que este descubrimiento sea especialmente notable es la cantidad de información que se puede extraer de estos centauros debido a sus bajas temperaturas y su antigüedad.
Un cuerpo surgido de la fusión de dos objetos
Este descubrimiento sugiere que estos centauros podrían estar compuestos de elementos que han estado congelados desde la formación del sistema solar, actuando como cápsulas del tiempo. La presencia de CO₂ y la dirección en que se emiten los chorros en el espacio han permitido a los investigadores modelar estos eventos y especular que el núcleo del centauro podría estar formado por múltiples fragmentos ensamblados, cada uno con una composición diferente. Esta posibilidad desafía las ideas actuales sobre la formación de estos cuerpos y sugiere que 29P podría haberse formado mediante la fusión de cuerpos distintos, almacenando composiciones químicas diversas.
Además, los compuestos químicos que contienen han estado preservados desde los primeros momentos del sistema solar, lo que podría arrojar luz sobre la formación de planetas y otros cuerpos celestes. Estos hallazgos proporcionan pistas valiosas sobre cómo era el entorno en el que surgieron el Sol y los planetas que conocemos hoy en día.
El comportamiento de desgasificación de los centauros sigue siendo un enigma, ya que, a diferencia de los cometas, el agua en estos cuerpos no se sublima debido a las bajas temperaturas en las que se encuentran. En el caso de 29P, los gases detectados parecen originarse de sustancias como el monóxido y el dióxido de carbono, que responden al aumento de temperatura a medida que se acercan al Sol. Esto convierte a los centauros en un punto intermedio entre los cuerpos helados que aún no se han acercado al Sol y los cometas, que han pasado ya varias veces por esta fase, liberando la mayoría de sus materiales volátiles.
Según el coautor del estudio, Adam McKay, observar estos patrones repetidamente podría proporcionar claves sobre los mecanismos que impulsan estos estallidos periódicos, ofreciendo una visión sin precedentes sobre las primeras etapas de nuestro sistema solar.