La expectación por la segunda temporada de El juego del calamar se mantiene alta, mientras los reportes indican que su rodaje inició en agosto pasado. Mientras tanto, Netflix ha lanzado El juego del calamar: el desafío, un reality show que reinventa el éxito del 2021 en un formato similar a Gran Hermano. Aquí, 456 participantes compiten en juegos infantiles coreanos, en escenarios y vestuarios idénticos a los de la serie, por un gran premio de 4,56 millones de dólares, aunque sin las fatales consecuencias de la serie original. Es decir, que aquí no muere nadie.
Este reality es obviamente diferente a la ficción original, que tejía un drama en torno a la supervivencia y las motivaciones personales, a modo de crítica social y como los ricos, con dinero, son capaces de comprar un tipo de ocio que se basa en el abuso de los pobres. Siguiendo la estela de la ganadora de un Óscar Parásitos de Bong Joon-ho. Mientras que este show parece excederse en buscar impacto y sensacionalismo.
Lanzado el 22 de noviembre con cinco episodios, el programa nos introduce a un concurso que rápidamente revela su falta de profundidad, que suple con dejar que los participantes lleguen al extremo. Estos, a su vez, rápidamente revelan sus tácticas y roles, en una clara búsqueda de fama y notoriedad. Este enfoque ya se insinuaba en el tráiler, donde se anticipaba un énfasis en el protagonismo individual más allá del premio monetario. Los 15 minutos de fama que decía Warhol, vaya.
A pesar de la variedad de personajes y estrategias, lo que realmente ha marcado el inicio de este reality es un incidente particularmente desagradable, que ha dejado una impresión duradera por su crudeza. En el juego Dalgona, aquel de siluetear una galleta de azúcar con formar a cada cual más complicadas. El concursante número 299, conocido como Spencer, se enfrenta a un momento de extrema tensión, resaltado por la excesiva atención de la producción en sus reacciones nerviosas y físicas.
El truco de este juego es ablandar la galleta con saliva, algo que ya conocen los concursante ya que han visto la serie original. Una ventaja con la que no contaban los participantes en la ficción. De este modo, muchos concursantes tiran de saliva, Spencer le pone tanto ímpetu que se pasa, dejando el recipiente como una piscina de babas.
Esto ni es agradable para la audiencia ni para el propio concursante que tras varios intento con la aguja, comienza a ponerse rojo, con los ojos inyectados en sangre y conteniendo las arcadas de forma evidente, hasta con la boca abierta. Producción, por su parte, hasta hizo zoom en los peores momentos. Spencer reveló en una entrevista a Entertainment que no buscaba convertirse en un meme, que verdaderamente lo estaba pasando mal y que incluso llegó a tragarse su propio vómito para evitar dar más la nota.
Confiesa que la realidad del concurso y la presión de liderar su equipo en una tarea difícil lo llevó a un colapso emocional y físico, lo cual fue explotado sensacionalistamente por el programa. Este enfoque dramático ha generado críticas y ha marcado la recepción del reality, que, a pesar de su espectacularidad, no ha logrado alcanzar el mismo nivel de éxito crítico y público que la serie original.