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Género/s: MMORPG
Fecha de lanzamiento:
PC:
FICHA TÉCNICA
Desarrollo: Funcom
Producción: Funcom
Distribución: Koch Media
Precio: 29,99 €
Jugadores: Masivo onine
Formato: 1 DVD
Textos: Español
Voces: Español
ANÁLISIS

Avance Age of Conan: Rise of the Godslayer

Te llevamos a la última región del juego, la capital del Imperio, Paikang.
Versión PC.

La provincia de Paikang es una de las últimas regiones del mundo que los jugadores se encontrarán en Age of Conan: Rise of the Godslayer. La diversidad es la clave para esta provincia, con densos bosques, aldeas en las montañas, grandes ciudades y una costa que recuerda a tiempos pasados.

"Un viento gélido sopla del oeste, desde el océano, y trae con él el aroma del salitre y la muerte. La hierba es aplastada hasta el suelo por la brisa y tú galopas con tu cabella hacia el promontorio que se alza ante el océano del este. Estás sobre el peñasco y miras hacia las aguas grises como el acero, a decenas de miles de millas de donde empezó tu viaje, para derrocar a otro tirano."

La jungla de Paikang

El bosque es viejo, mucho más viejo de lo que la civilización cree. Las coronas de los ancianos árboles forman una cúpula esmeralda muy por encima de tu cabeza. En el crepúsculo teñido de verde, las entrincadas y enormes raíces de los árboles toman formas que imitan rocas y tallan imágenes de dioses antiguos. Aquí y allá, entre los viejos árboles, surgen grandes grupos de bambú, abriándose camino hacia el cielo entre las ramas y los troncos. El camino que lleva por la jungla fue una vez una gran senda, lo suficientemente ancha como para ser recorrida por una legión de hombres. Las piedras del camino están ahora resquebrajadas y rotas; pequeñas plantas han incrustado sus raíces entre las grietas y se han abierto camino hacia el sol, rompiendo las piedras que las constriñen. La jungla de Paikang esconde bien sus secretos, haciendo que el jugador sea quien explore y descubra su antigua historia. Las bestias que la habitan desafían al conocimiento; son diversas y mortales.

Los jugadores también encontrarán en la jungla un campanento de insurgentes, situado entre las copas de los árboles y escondido del ojo siempre al acecho del empreador. Los puentes que van de una copa a otra de los árboles están trenzados con lianas y las plataformas que anidan en lo alto de los árboles se apoyan con troncos de bambú incrustados en los troncos que hay por debajo. El suelo bajo ellos está oscurecido por las tenues nubes pero mientras los jugadores miran hacia el norte, pueden ver el manto de la jungla abrise camino como una océano de olas de hojas verdes.

La costa de Splinterspar

El océano está cubierto por una fina neblina, pero ésta no logra cubrir los horrores que se esconden en el fondo de sus aguas. Los naufragios de cientos de naves; mastiles rotos y arcos astillados que surgen por encima de las aguas como tumbas marinas en un cementerio de hierba especular. ¿Qué podría haber causado un cementerio tan enorme? Puedes bajar desde el peñasco, siguiendo el estrecho y serpenteante sendero que lleva hasta una playa de piedras afiladas. Resuenan bajo las pezuñas de tu montura, que trota lentamente por la costa. Desperdigados por esta costa se puede ver a las siluetas de hombres y mujeres recogiendo los restos que flotan.

A decenas de miles de millas de Tortage los jugadores se encontrarán luchando contra los recolectores en una playa con barcos hundidos frente a la costa. Kalanthes se reiría ante la ironía, si estuviese aquí para verlo. Pero Kalanthes no está, y tú debes seguir hacia el este, solo.

"Es importante darle al jugador la sensación de déjâ-vu; pues el trabajo de Robert E. Howard es cíclico por naturaleza, y esta expansión así lo refleja", ha dicho Joel Bylos, diseñador jefe de la expansión Rise of the Godslayer. "Queríamos que los jugadores se reflejaran en su viaje a través del universo de Conan, y la diversificada tierra de Paikang y sus diferentes temas nos dan la ambientación perfecta. Esta región dle mundo es única en su diversidad; costas y montañas rodean una intensa jungla y entornos urbanos."

El templo de Yun

Los primeros sonidos que avisan al jugador sobre la civilización de Paikang podrían ser los golpes rítmicos de los tampores del templo. Ese ritmo guiará a los jugadores desde el camino principal hacia las sendas que la bifurcan. La noche es densa en la jungla, opresiva, y la vegetación no deja salirse de los límites del pequeño paso. Grandes llamas surgen de dos enormes piras de fuego de casi un centenar de pasos de ancho. La gente las rodea, bailando al peligro ritmo de los tambores. La mayor parte de la gente está desnuda; su actividad frenética y el angustioso calor de las piras les cubre de una fina y brillante capa de sudor. Entre ellos se encuentran los sacerdotes de Yun, vestidos de amarillo, cantando sus rezos al dios del inframundo. Esclavos encadenados golpean furiosamente los tambores, aumentando progresivamente el ritmo de su música.

Los sacerdotes de Yun creen en los sacrificios humanos, y el templo es su santuario sagrado. Grotescos rituales tienen lugar en este sitio; las mujeres desnudas bailan y cantan. Hay también rumores de que los hombres se lanzan por voluntad propia al fuego durante los rituales para satisfacer a Yun.

La ciudad de Paikang

Los jugadores pueden haber visto esta ciudad desde una gran distancia en cualquier lugar de esta región, pero llegar a sus puertas enormes la hace parecer todavía más grande. Las grandes puertas están cerradas y los guardas vestidos con el habitual uniforme del Círculo Escarlata están sobre la muralla, vigilando el camino con ojos mortecinos.

"Mientras miras los guijarros que forman el camino, descubres que un líquido negro mana de los huecos entre las piedras. Fluye, contra toda lógica, hacia el centro de la ciudad. No miras hacia ese edificio; no todavía. Es casi demasiado impresionante. Pasas cerca de las grandes paredes de las casas de las familias ricas. Los vigías están colocados en las puertas de los grandes complejos y te miran con desconfianza mientras pasas. Vestidos con lo que parece ser su armadura ceremonial, al menos son innegablemente humanos. Es casi un respiro. Finlamente, cuando decides que ya no puedes eludirlo más, miras hacia el centro de la ciudad."