Análisis Keeper, una preciosa y simbólica aventura en la que vale la pena perderse (Xbox Series X, PC)
Double Fine es un estudio que destaca por su creatividad. Siempre han intentado hacer algo nuevo y original, y no vamos a negar que cuando fueron adquiridos –y no porque fuese Microsoft, todas las grandes editoras actuales pecan de lo mismo– tuvimos el miedo de que los obligaran a hacer algo genérico. Nada más lejos de la realidad. El estudio norteamericano ha vuelto con un título único y especial que nos lleva a vivir una preciosa aventura.
Nuestra luz marca el camino
Keeper es una aventura lineal en tercera persona, con un poco de exploración y puzles que, muy en la línea de Limbo, Inside y compañía, nos lleva a vivir una particular aventura sin ninguna línea de texto o diálogo en ningún momento. En este caso, controlamos a un faro en un mundo donde la humanidad hace siglos que ha dejado de existir. Un día, el faro se cae, le crecen piernas, y se embarca en un viaje para devolverle al planeta la vida que una extraña entidad le está robando.
A nivel jugable es muy sencillo, pero como los videojuegos clásicos, su objetivo es hacer mucho con poco. En Keeper sólo tenemos un par de botones para realizar acciones y para intensificar la luz de nuestro faro, que controlamos con el stick derecho.
La idea es utilizar la luz para interactuar con el escenario, ya sea abrir caminos, solucionar puzles o, simplemente, alumbrar el entorno y ver cómo reacciona. Al avanzar un poco, se nos unirá un compañero que nos ayudará a interactuar con ciertos elementos, generalmente para solucionar los puzles.
Esto, que puede parecer algo que limite el juego o lo haga repetitivo, es exactamente todo lo contrario. Double Fine viene a demostrar que le sobran ideas y que, de nuevo, como los videojuegos clásicos, no necesita todos los botones del mando y tres árboles de habilidades para ofrecer sensación de progresión y sorprender al jugador. No os vamos a contar nada más allá de que, según progresamos, iremos desbloqueando nuevas maneras de movernos. Por ejemplo, al avanzar un poco llegaremos a una zona en la que hay como una especie de nube de algodón de azúcar que nos hace más ligeros, permitiéndonos movernos con más agilidad e incluso flotar y planear en el aire. Por supuesto, los escenarios se van ajustando a estos cambios para ofrecernos nuevos desafíos.
Si tuviéramos que ponerle alguna pega es que los puzles sí son un tanto simplones. No queremos nada particularmente difícil, porque creemos que no es necesariamente lo que pide el juego, pero sí algo más profundos. Hay algunos mejores que otros, pero muchos acaban dejando la sensación de ser un poco un mero trámite, y teniendo en cuenta que es un juego un tanto breve –unas cuatro o cinco horas–, habernos obligado a pararnos a pensar le habría sentado bien.
Un placer para los sentidos
Audiovisualmente, Keeper es absolutamente magnífico. Es un juego precioso, que derrocha imaginación y creatividad en cada esquina, y que nos anima a seguir jugando simplemente por lo bonito que es. Obviamente, nos hemos guardado muchas cosas, pero creemos que con un simple vistazo a las pantallas que acompañan este texto os podéis hacer una idea de lo que os espera en esta aventura.
Lo gráfico es importantísimo porque, como decimos, aquí no hay una narrativa como tal y todo se cuenta con imágenes, aunque es fácil ir descubriendo los temas que quiere contarnos y, por supuesto, hay ciertas cosas que se dejan a la interpretación del jugador. Sí que es curioso que todo el trasfondo del universo se cuente a través de las descripciones de los logros, los cuales desbloqueamos al encontrar ciertas esculturas ocultas por el mapa. Además, como en Limbo, casi todos los logros se limitan a encontrar estos secretos.
Desde un punto de vista más técnico, al principio nos chocó un poco que el juego estuviese limitado a 30 imágenes por segundo en Xbox Series X, pero estamos convencidos de que hace mucho más de lo que parece de primeras. Creemos –y esto es a ojo, sin herramientas de ningún tipo– que usa iluminación por Lumen, trazado de rayos por software y Nanite, y todo ello a una resolución bastante alta, que ofrece una imagen muy nítida y limpia, a diferencia de otros muchos juegos que usan Unreal Engine 5. Además, es un juego bastante lento y pausado, por lo que no nos parece un problema; de hecho, vistos los resultados, nos parece un acierto.
Por último, queremos mencionar la banda sonora. Muy, muy buena, si bien muy ambiental, que puede parecer que pasa un tanto desapercibida, pero en realidad está haciendo un trabajo fantástico en todo momento, dotando de vida a los escenarios y potenciando las emociones de nuestros personajes. Porque, sí, nuestro faro tiene emociones, y los entornos están repletos de criaturas vivas. Como nota, los poquísimos textos que hay en el juego –menús, logros...– están en español.
Double Fine desata su magia
Hoy en día, cada vez que se anuncia un juego es habitual escuchar «es nuestro juego más grande hasta la fecha», o «nuestro juego más ambicioso». En ningún momento prometen que va a ser algo más innovador, más original o ni siquiera mejor que su predecesor, sino que, bueno, seguramente tenga más campo. Double Fine rompe con esto para ofrecer un juego en el que menos es más, breve pero intenso, donde consigue sorprendernos constantemente con sus ideas y transportarnos a un mundo único, original y muy estimulante.
No vamos a negar que Microsoft podría hacer ciertas cosas mejor, pero tenemos que reconocerle el mérito de permitir que sus estudios hagan cosas como Senua’s Saga: Hellblade II, South of Midnight o este Keeper, títulos completamente opuestos a los juegos casi clónicos que persiguen las grandes editoras. Si os gustan los videojuegos como Limbo o Inside, y se os apetece algo similar, pero más colorido y en 3D, creemos que no deberíais perderos Keeper.
Hemos realizado este análisis en Xbox Series X con un código de descarga proporcionado por Microsoft.