Análisis Drag x Drive, un original juego deportivo con un control único que no logra divertir lo suficiente (Switch 2)
Nintendo es una compañía que nos tiene acostumbrados a la excelencia. No todos sus juegos son obras maestras imprescindibles, pero sí que suelen tener detrás un nivel de mimo y calidad que ha pavimentado el camino de la empresa hacia la posición privilegiada en la que actualmente se encuentra. Por eso, choca el doble cuando una producción con la firma de la Gran N no termina de cuajar del todo, ya que resulta inevitable pedirle "algo más". Esto es justo lo que nos ha pasado con Drag x Drive, uno de los juegos deportivos más originales que hemos jugado en los últimos años, pero también una de las obras más desapasionadas que Nintendo ha lanzado al mercado en muchísimo tiempo.
Un sistema de control único y original que resulta ser una espada de doble filo
Así pues, lo primero que debéis saber es que estamos ante un juego de baloncesto de 3 contra 3 que tiene la peculiaridad de que los jugadores van sobre una silla de ruedas que controlamos utilizando ambos Joy-Con 2 en modo ratón.
A pesar de lo que podría parecer, la idea básica que hay tras este sistema de control es sorprendentemente intuitiva, ya que con el Joy-Con 2 derecho controlamos la rueda derecha y con el izquierdo la otra, por lo que los movimientos que hagamos con cada uno de los mandos se corresponden con los que cabría esperar de una silla de verdad.
De este modo, si queremos avanzar en línea recta debemos deslizar hacia delante ambos mandos a la vez, mientras que si queremos girar a la izquierda para trazar una curva debemos hacer lo propio solo con el derecho. Con algo tan simple como esto podemos hacer prácticamente de todo, algo que gana en complejidad cuando entran en juego los frenos para realizar giros más pronunciados o pequeños trucos avanzados que nos permiten, por ejemplo, dar pequeños saltos o desplazarnos sobre una única rueda.
Por su parte, los tiros a la canasta se ejecutan levantando la mano y realizando el movimiento de muñeca que haríamos en la vida real para intentar encestar, algo que resulta inesperadamente satisfactorio de realizar. Finalmente, con los pases se han complicado algo menos, ya que solo hay que pulsar dos botones y están muy automatizados.
Sabemos que explicado de esta manera puede sonar un poco extraño, pero os podemos asegurar que los controles sorprenden mucho la primera vez que los probamos, ya que la detección de nuestros movimientos es bastante precisa y la vibración HD ayuda a que realmente tengamos la sensación de estar moviendo unas ruedas. Como curiosidad, los Joy-Con 2 nos han parecido más fiables al jugar con ellos sobre nuestras piernas que sobre superficies lisas como una mesa, donde sí que hemos tenido algunos problemas que nos han llevado a pelearnos con los controles en más de una ocasión y a sufrir derrotas por hacer giros que no queríamos en el momento más inoportuno.
Sin embargo, esta buena impresión inicial que nos llevamos empieza a diluirse rápidamente al jugar nuestras primeras partidas, cuando nos damos cuenta de que hacerse realmente a los controles requiere un proceso de adaptación y aprendizaje un tanto pronunciado que supone una importante barrera de entrada por el que no todo el mundo va a estar dispuesto a pasar.
Y ojo, no estamos hablando de la profundidad que tienen si aspiramos a movernos como profesionales, sino de dominar el mínimo exigible para que el simple hecho de jugar resulte en una experiencia divertida y placentera en vez de en una frustrante batalla contra los controles. Dado el ritmo de los partidos, maniobrar con precisión es un requisito prácticamente indispensable si queremos tener una oportunidad en la cancha, y llegar a ese punto es algo que exige tiempo, paciencia y ganas de aprender.
Lo malo es que una vez llegamos a ese punto en el que empezamos a desplazarnos con soltura por el campo de juego, el título no logra ser lo suficientemente divertido como para recompensar el esfuerzo previo, ya que el sistema de control nunca logra ser del todo cómodo o satisfactorio, algo a lo que hay que sumarle lo poco ergonómicos que resultan los Joy-Con 2 en modo ratón. Sí, sabemos que esto último no es un problema del juego como tal, pero es innegable que acaba pesándole a la propuesta y dificultando que nuestras sesiones con él sean mínimamente largas debido a que las molestias en las muñecas no tardan en aparecer tras un rato. Y esto, en un juego que lo basa todo en su sistema de control, nunca es buena señal.
Por desgracia, la dinámica de los partidos tampoco ha terminado de entusiasmarnos. Básicamente, todo se resume en partidas de tres minutos en las que debemos anotar más puntos que el equipo contrario antes de que se acabe el tiempo, aunque no nos ha parecido que se favorezca demasiado la colaboración entre jugadores ni el desarrollo de tácticas o jugadas entrenadas. De este modo, si queremos robar el balón debemos chocarnos de frente con el contrario manteniendo cierta velocidad, algo que requiere bastante precisión y que logra que los momentos en los que nos toca defender resulten un tanto caóticos y frustrantes, pues atacar resulta mucho más sencillo.
De hecho, la ofensiva nos ha parecido mucho más divertida y entretenida, ya que el título nos anima a que intentemos anotar realizando trucos para que nuestros puntos valgan unas décimas más que pueden suponer la diferencia entre una victoria y una derrota, recompensándonos así por jugar "bonito" y dar algo de espectáculo ejecutando mates y otras acrobacias que podemos llevar a cabo gracias a las rampas que rodean la cancha. Por cierto, la única "regla" que hay es que un equipo solo puede tener el balón en posesión durante 14 segundos, por lo que las jugadas deben ejecutarse a gran velocidad.
Ya que hemos hablado sobre encestar, tenemos que destacar que nuestros tiros no requieren de ningún timing preciso ni nada parecido, por lo que nuestras probabilidades de que el balón entre solo dependen de lo alineados que estemos con la canasta, de nuestra velocidad y de lo cerca o lejos que estemos, aunque los trucos también ayudan a aumentar nuestras opciones de anotar. Esto hace que, a veces, tengamos la sensación de que lograr un triple resulte un poco más aleatorio de lo que debería, aunque no nos parece del todo mal, ya que un sistema de tiros más complejo podría haber sido contraproducente si tenemos en cuenta los peculiares controles que ya tiene el juego de por sí.
Algo que también cabe señalar es que las condiciones en las que hemos podido jugar han distado de ser las ideales, pues los servidores no están todavía abiertos al público y solo hemos tenido la oportunidad de disputar partidos con desconocidos, la mayoría de ellos sin demasiado dominio de las mecánicas. Esto ha derivado en una experiencia un poco negativa, pues la mejor estrategia en cada partida era siempre la misma: coger el balón, correr al campo contrario y "chupar" para intentar anotar (os aseguramos que en nuestra primera hora de juego online no llegamos a recibir ni un solo pase), ya que rara vez hemos visto a alguien defendiendo y cuando lo hacían tenían serias dificultades para alcanzarnos y maniobrar lo suficientemente bien como para chocarse contra nosotros, por lo que siempre hemos podido tirar a placer para asegurar los puntos.
Probablemente, jugando con amigos y con jugadores más experimentados tenga más sentido jugar con los pases y de una forma más colaborativa, aunque esto no ha dejado claro que no es un título demasiado recomendable si lo que pretendemos es disfrutar de unas partidas casuales cuando nuestros conocidos no estén disponibles para hacer equipo.
Una alarmante escasez de contenidos
Sin embargo, lo que termina de condenar a Drag x Drive como producto son sus contenidos, pues estamos hablando de un juego que prácticamente no tiene nada que lo sustente. Si pretendéis jugar offline, podéis entreteneros con una serie de variadas pruebas contrarreloj que no están nada mal y que en muchos casos nos han parecido tremendamente desafiantes, pero que ayudan y mucho a que nos hagamos a los controles. De igual modo, también podéis disputar partidos con bots con hasta 9 niveles de dificultad, aunque estos nos han parecido un tanto frustrantes por la IA de nuestros compañeros, la cuál, sencillamente, no está a la altura y tiene grandes carencias.
Si esperabais torneos, un modo carrera o algo con un mínimo de sustancia, no lo vais a encontrar aquí, ya que este es todo el contenido que hay para un jugador, aunque no os penséis que en el multijugador online (desgraciadamente, no existe un modo local) cambia mucho la cosa, ya que todo consiste en entrar en una sala online (ya sea privada con amigos o pública) con un máximo de 12 jugadores y jugar partidos sueltos hasta que nos aburramos, pudiendo competir también en un par de minijuegos consistentes en una carrera o en perseguir un balón para atraparlo. No hay modos competitivos, rangos, marcadores, partidos con reglas personalizadas... nada. De hecho, lo más parecido que existe a un sistema de progresión es la posibilidad de ganar anillos con cada victoria, desbloquear unos pocos cascos para personalizar a nuestro personaje y un sistema de trofeos que indica las pruebas para un jugador que hayamos superado, lo que, siendo sinceros, no nos parece un gran incentivo para seguir jugando. Al menos, no hemos tenido problemas de red más allá de un par de desconexiones y los partidos se desarrollan con fluidez.
Un juego sin la identidad visual característica de Nintendo
En lo que respecta a su apartado gráfico, nos encontramos con un título simplemente correcto que se limita a cumplir con sus modelados, escenarios, animaciones y efectos y que dista mucho de exprimir el potencial de Switch 2, algo comprensible si tenemos en cuenta que se trata de un juego pequeño de apenas 20 euros. Lo que sí que nos cuesta entender es que Nintendo nos ofrezca una producción con una dirección artística tan desangelada y con tan poca personalidad. No vamos a decir que sea un juego feo, pero ni el diseño de los personajes ni del único escenario que hay (no habría estado de más una mayor variedad de entornos y canchas, la verdad) hacen gala de un mínimo de identidad visual que los haga atractivos, reconocibles o memorables. Una pena. Del sonido tampoco esperéis gran cosa más allá de unos poquísimos temas musicales más o menos animados que ambientan bien y unos efectos que sí que nos han parecido variados y de calidad y que aportan mucho ambiente a los partidos.
Conclusiones
Drag x Drive es un juego que nunca logra quitarse de encima ese olor a demo técnica venida a más. Su propuesta, desde luego, es original, valiente y diferente, ofreciéndonos un título deportivo como ningún otro con un control completamente único y muy curioso que esconde más profundidad de la que cabría esperar, pero, al final, la realidad es que nunca llega a ser lo suficientemente divertido como para mantener nuestro interés ni siquiera a corto plazo, algo a lo que tampoco ayuda la alarmante escasez de contenidos de la que hace gala.
Es un juego que, como curiosidad, puede tener su aquel, ya que nos muestra de un modo muy llamativo las posibilidades y aplicaciones que puede tener el modo ratón de los Joy-Con 2 en los títulos que lleguen en el futuro para Switch 2, pero más allá de eso, no nos da casi ningún motivo para seguir jugando cuando la novedad y la sorpresa de los controles se diluya tras unos cuantos partidos. Así pues, ahora solo queda una pregunta que hacerse: ¿logrará Nintendo darle la vuelta a la situación a base de actualizaciones? Solo el tiempo lo dirá.
Hemos escrito este análisis gracias a un código de descarga que nos ha facilitado Nintendo.