Si sangra, podemos matarlo. Predator: La presa llega a Disney+ como uno de los grandes estrenos del verano para la plataforma, así como bajo la forma de una apuesta por la creación de contenido original bajo el sello de 20th Century Studios. En esta nueva entrega de la veterana licencia cinematográfica se nos trasladará al pasado, concretamente al 1719, cambiando radicalmente la ambientación que habíamos visto en el cine -no así en los cómics- y a su protagonista principal. Con un estreno previsto para el 5 de agosto, os contamos qué nos ha parecido en una crítica sin spoilers esta secuela o precuela que vuelve a llevarnos a una cacería sin final en la que el ser humano es la presa más preciada.
Un nuevo coto de caza y un nuevo planteamiento…
Los Yautja, la raza alienígena protagonista de Predator, volverán al cine tras varios años alejados de las pantallas tras el fracaso de The Predator en 2018. Si volvemos la vista atrás, observaremos cómo la saga ha tenido sus más y sus menos en la taquilla, con secuelas y spinoff -¡incluso videojuegos!- que no han estado a la altura o que dejaban mucho que desear. Sin tener en cuenta sus escarceos con el xenomorfo en las irregulares Alien vs Predator, lo cierto es que la dos primeras entregas de esta particular licencia que mezcla acción, terror y ciencia ficción tenían un encanto especial. Dicho encanto no se ha llegado a replicar, y aunque en mayor o menor medida se intentaba copiar la estructura de cazador de otro planeta acechando a las presas más capaces en distintas ambientaciones y escenarios, no se daba con la tecla. Hasta ahora, aunque hay ciertos matices.
Dirigida por John McTiernan, Depredador (1987) nos mostraba la historia de un grupo de soldados de élite, fuertemente armados, sobreviviendo en mitad de la jungla a un ser de otro planeta que decidía cazarlos uno a uno. Capitaneados por el mítico Dutch, encarnado por Arnold Schwarzenegger, subvertía las expectativas del cine bélico y de acción en boga por aquel entonces al incluir cazador extraterrestre en mitad la trama, llevando a luchar a los más curtidos militares contra algo que desconocían y que, literalmente, no se podía ver. En la secuela, con Danny Glover, un equipo entero de policías y varios clanes mafiosos, así como un escuadrón de cazadores de extreterrestres, intentaban abatir a otro cazador de la misma especie con todo lo que ello implicaba. Y en la reciente Predators, se intentaba trasladar la acción a otro planeta, un coto de caza privado en mitad del espacio, en el que los alienígenas daban rienda suelta a sus instintos primarios con presas y juegos de todo tipo.
En Predator: La presa, que contará como precuela en términos cronológicos -se desarrolla 300 años antes de los acontecimientos de la entrega original-, un grupo de cazadores nativoamericanos de la Nación Comanche se las verá y deseará con uno de estos alienígenas, armado hasta las cejas y con un look distinto a los mostrados en otras entregas, en un peligroso duelo en mitad de la naturaleza. En este enorme territorio, salvaje y hostil, una hábil guerrera intentará proteger ferozmente a su tribu contra un depredador alienígena altamente evolucionado. Naru -encarnada por la actriz indígena Amber Midthunder- tendrá que mostrar su valía como guerrera pese a las críticas y burlas de sus congéneres, luchando contra el cazador más peligroso de todos, un extraterrestre de otra galaxia que busca llevarse consigo un buen número de trofeos. Por lo tanto, esta presa, aspirante a cazadora, deberá correr, esconderse y usar los bosques, prados y ríos que conoce tan bien para emboscar a un ser inteligente que disfruta acechando a sus presas.
… pero un poderoso tributo a la cinta de Schwarzenegger y McTiernan
Conocida en inglés como Prey, está dirigida por Dan Trachtenberg, responsable de la aplaudida 10 Cloverfield Lane -secuela de Monstruoso- y es cierto que se trata, al menos hasta la fecha, de la mejor continuación de la cinta de los años ochenta y la segunda parte de los noventa. En líneas generales podríamos decir que se trata de una especie de hijo bastardo surgido del escarceo de algunas de las mejores partes de El renacido con la estructura del filme original de McTiernan, así como con destellos de las habituales perlas del misterio, el terror y la acción presentes en la saga. El filme no se corta en la sangre, el gore o los momentos grotescos, muchos dignos de aparecer en los tops que se hagan de aquí adelante en plataformas como YouTube o similares, con muertes realmente memorables. Y es que Predator: La presa conjuga muy bien sus temas, dando como resultado una cinta entretenida, con algún destello de genialidad.
Hablamos de una película que sabe demostrar la belleza que reside en la naturaleza más salvaje, así como ampliar la idea de los ritos atávicos llevados por los indios norteamericanos para demostrar su madurez como cazadores y miembros activos de la tribu. Predator: La presa desliza la idea que ya se barajaba en los cómics de Dark Horse y en otras películas anteriores basadas en estos extraterrestres, y es que llevan visitando nuestro planeta desde hace cientos y cientos de años, buscando nuevos retos, desafíos y trofeos. Trachtenberg hace algo que otros directores, incluido Shane Black, no supieron manejar de forma correcta: mantener la tensión y no sobrexponer a la criatura a los ojos del espectador. Durante gran parte de la trama sabemos que hay algo cazando animales, asustando a otros y haciendo desaparecer a los miembros de la tribu, pero no se muestra en exceso de qué se trata aún a sabiendas de que, detrás de ese camuflaje óptico, hay una criatura de sobras conocida y que todo el mundo desea ver.
Una criatura que, como os comentamos al comienzo de la crítica, ha sufrido un pequeño rediseño. Trachtenberg nos presenta un Yautja más primario e imponente, más alto, brutal y peligroso. El cineasta ha querido convertirlo en un animal más imponente y aterrador, poseedor de una tecnología avanzada, pero aún así más apegado a los métodos tradicionales que sus congéneres o predecesores. No obstante, hay un factor muy interesante: si han pasado 300 años para nosotros desde los eventos que transcurren en el filme, también los seres que hemos visto en otras entregas de Predator han avanzado y en un pasado remoto, eran diferentes a nivel biológico o usaban procedimientos distintos a los que han visto a posteriori. Por momentos nos recuerda al diseño desechado del alienígena, aquel que casi porta Jean-Claude Van Damme, pero apegado al ser y la naturaleza de una de las obras cumbres y más icónicas del fallecido Stan Winston. Gracias a esta justificación vemos a un cazador con armas inéditas en la saga, que aún así, serán mucho más avanzadas que las que enarbolarán los comanches o los humanos con los que se tope el extraterrestre.
Predator: La presa es una película visualmente rompedora, con un par de secuencias muy inspiradas -como aquella que implica un prado de hierba alta y un bosque desolado envuelto en cenizas pasto del colonialismo francés-, distintas a las vistas con anterioridad. Es una de las principales fortalezas de su presentación, la de arriesgar a nivel de ambientación, trama o diseño de producción, con un buen reparto -Amber Midthunder se salía en Legión y Banshee y aquí vuelve a demostrar que es una gran actriz- y un rediseño del extraterrestre principal francamente notable. Si bien es cierto que se puede ver algo de los mejores cómics de Dark Horse en algunos de sus tramos -como el famoso momento con el oso grizzly-, hay algunos elementos que nos hacen pensar que no es oro todo lo que reluce. Por una parte, el filme aqueja un problema de ritmo más que evidente entre su segundo y tercer acto, con unas secuencias mal montadas y desarrolladas que dejan entrever varios problemas conceptuales en el clímax.
Parece como si Trachtenberg se dejase llevar únicamente por la estética o el sentido visual de algunas imágenes muy poderosas, cargadas de simbolismo para los fans de la saga y no reparase en el sentido narrativo de las mismas o en si verdaderamente las necesita para avanzar en su historia. Sí, intenta rendir tributo una y otra vez al clásico de Schwarzenegger y McTiernan, algo que agradecemos -el productor John Davis ya lo confesó hace unas semanas-, pero también somos conscientes de que la película tiene la suficiente personalidad y sentido como para volar sola. En cualquier caso, vemos Predator: La presa como una cinta entretenida que, como la propia Naru, se ve sometida al escrutinio de los fanáticos de una licencia muy querida. En nuestra opinión pasa con nota este particular rito atávico y cultural colectivo, demostrando su valía como una secuela o precuela más que digna y fiel a los pilares fundacionales que pusieron patas arriba el género de la acción en lo años ochenta.
Hemos visto Predator: La presa en acceso anticipado gracias a la agencia Way to Blue y Disney España.