Desde su incorporación en Fast & Furious: Tokyo Drift, Justin Lin no solo revitalizó una saga que parecía haber perdido el rumbo: se convirtió en el arquitecto silencioso que sostuvo el imperio automovilístico de Vin Diesel y el legado de Paul Walker. Sin embargo, aquella solidez se resquebrajó de golpe en Fast & Furious X, una producción marcada por tensiones, giros inesperados detrás de las cámaras y una salida que dejó a medio Hollywood boquiabierto.
¿El motivo? Vin Diesel, una figura que, como ya hemos visto en el pasado, es muy polarizante en los rodajes.
Tensión en Fast & Furious: Vin Diesel habría hundido el final original por temor a perder protagonismo
Apenas habían pasado unos días de rodaje cuando Lin, visiblemente agotado por un proceso que ya venía torcido desde la pandemia, anunció que abandonaba la película de inmediato. Universal, preocupada, entró entonces en un parón forzado, buscando con urgencia a alguien capaz de encarrilar un blockbuster que ya quemaba dinero antes de arrancar. Finalmente, el estudio recurrió a Louis Leterrier -viejo conocido por Transporter- para salvar los muebles.
Desde el minuto uno, los rumores apuntaron directamente a Vin Diesel. El actor, figura totémica de la saga, llevaba años ejerciendo un control creativo férreo sobre cualquier decisión relevante, y muchos señalaban un enfrentamiento directo con Justin Lin como la chispa que hizo saltar todo por los aires.
Las partes guardaron silencio, pero el daño estaba hecho: el presupuesto explotó, la producción se tambaleó y la décima entrega terminó siendo un pozo financiero difícil de justificar incluso para una licencia acostumbrada a rodar en exceso. En otras palabras: Diesel, que había salvado la saga hace años, estaba enterrándola.
Ahora, un nuevo libro -Welcome to the Family: The Explosive Story Behind Fast & Furious, escrito por el guionista y editor Barry Hertz- reconstruye con detalle aquel caos que Universal ha intentado barrer bajo la alfombra. Y sí: confirma el choque con Diesel, aunque no fue el único problema. Lin llevaba trabajando en la película desde los tiempos del COVID, y las reuniones por Zoom ya dejaban entrever fricciones creativas que, en su momento, parecían manejables.
Todo explotó durante la primera semana de rodaje. Pese a que las secuencias iniciales, protagonizadas por Charlize Theron y Jason Statham, habían dejado satisfecho a Lin, "algo ocurrió aquel fin de semana" que lo cambió todo. Según Hertz, Diesel y su hermana -la productora Samantha Vincent- vetaron una de las ideas centrales del director: que Brian, el hijo de Dominic Toretto, fuese en realidad el hijo biológico de Dante Reyes, el villano interpretado por Jason Momoa. A esa guerra interna se sumó otro frente abierto con Universal, que rechazó de plano el final original, una secuencia delirante que incluía una gigantesca máquina "devoracoches".
La tensión acumulada terminó rompiendo la cuerda. Lin dijo basta, Universal tuvo que improvisar, y Fast & Furious X acabó convertida en una pesadilla financiera que el estudio no quiere volver a vivir. La undécima entrega, llamada a ser el cierre de la saga, sigue estancada entre discusiones presupuestarias y la eterna incógnita de si todos los implicados lograrán ponerse de acuerdo.