Florida, históricamente conocida como el corazón cítrico de Estados Unidos, enfrenta su peor crisis agrícola desde la Segunda Guerra Mundial. La producción de naranjas, estandarte del estado y símbolo del desayuno americano, ha caído a mínimos históricos: se estiman apenas 11,5 millones de cajas para la temporada 2024-2025, un desplome del 30 % respecto al año anterior, según el Departamento de Agricultura de EE. UU.
Este hundimiento no es solo una cuestión de cifras, sino un síntoma de una industria en transformación forzada por el clima, la enfermedad y los cambios de consumo. El declive del zumo de naranja como bebida de referencia en los hogares estadounidenses ha acelerado esta tormenta perfecta. Las preocupaciones por el azúcar, la competencia de otras bebidas más asociadas con lo saludable y la inflación han reducido el consumo en más del 50 % en las últimas décadas, como señalan estudios del sector.
Aunque las marcas como Tropicana dominaban antaño los refrigeradores de EE. UU., ahora luchan por mantener relevancia en un mercado que parece girar hacia otras prioridades nutricionales y económicas. A estos factores se suma la presión devastadora de fenómenos meteorológicos extremos. Huracanes como Irma, Ian y Milton han arrasado con cultivos, infraestructuras y años de inversión.
Una oportunidad para países como España
Pero el verdadero azote de las plantaciones es una amenaza más silenciosa: el huanglongbing (HLB), conocido como la enfermedad del enverdecimiento de los cítricos. Sin cura conocida, esta infección bacteriana ha forzado la tala de millones de árboles infectados, diezmando la capacidad de producción de las fincas. Las consecuencias se extienden a las grandes compañías, que ya acusan la caída de beneficios. Tropicana y otras empresas emblemáticas del zumo de naranja están perdiendo cuota de mercado y valor de marca.
Mientras tanto, países como Brasil —el mayor productor mundial— y España se posicionan como actores estratégicos en un mercado en plena transición. No obstante, incluso Brasil ha sufrido cinco años consecutivos de sequía, aunque las recientes lluvias han devuelto cierta esperanza a sus productores.















