A veces, los paralelismos más reveladores no surgen de una entrevista técnica o un informe financiero, sino de un gesto cotidiano. Como cocinar pasta con un aceite de oliva virgen extra que no está pensado para cocinar.
Sam Altman, CEO de OpenAI, se ha prestado recientemente a uno de esos vídeos que pretenden humanizar al genio de Silicon Valley: cocina, recuerda lo mucho que le marcó Star Trek, y defiende las bondades de ChatGPT. Pero entre cuchillos caros y electrodomésticos de lujo, hay algo que ni la IA más avanzada ha logrado enseñarle: a no malgastar aceite de Jaén.
Un aceite de oliva de Jaén se convierte en símbolo del derroche en OpenAI: Sam Altman, padre de ChatGPT, enfada a los agricultores andaluces con un gesto
El clip, difundido como parte de una entrevista en Financial Times, ha servido para algo más que conocer sus gustos culinarios. En apenas unos minutos se construye el mejor retrato posible de cómo funciona OpenAI: una compañía que, como su CEO en la cocina, invierte en lo más caro sin necesariamente entender por qué lo hace.
El aceite en cuestión es de la marca Graza, exportado desde una única finca andaluza. Su campaña en Estados Unidos ha sido un éxito, especialmente porque explican bien algo que cualquier cocinillas de TikTok sabría: hay un aceite para cocinar y otro para aderezar. Y Altman ha usado el que no es. Las reacciones no han tardado mucho, con más de un agricultor y responsable de esta variedad Picual echándose las manos a la cabeza.
Puede parecer un detalle menor, pero tiene su miga. El aceite más caro, obtenido en frío con aceitunas más verdes, tiene un punto de humo más bajo. Se degrada con el calor y genera sustancias como la acroleína, amarga y potencialmente tóxica. Por eso existe el otro bote: con aceitunas maduras y refinadas, listo para aguantar la sartén. No hay IA que arregle eso una vez encendida la vitro.
Lo más curioso es que esa escena culinaria es el espejo perfecto del funcionamiento de OpenAI. Mientras Altman presume de una cafetera de más de 5000 euros con pésimas reseñas y de cuchillos que parecen sacados de un pack de influencers, su empresa pierde 5000 millones de dólares al año. Se calcula que OpenAI quema más del doble de lo que ingresa, con un burn rate de más de 700.000 euros diarios. Y eso, con ChatGPT ya consolidado como la IA de referencia.
La llegada de modelos chinos como DeepSeek, que prometen resultados similares con un gasto energético y económico infinitamente menor, ha hecho que muchos empiecen a mirar a OpenAI como ese chef amateur que compra trufa negra para echársela a unos macarrones. A veces, el problema no es la falta de recursos, sino no saber en qué se están usando. Y sí: leer bien la etiqueta ayuda.
