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Los alienígenas pueden estar entre nosotros: la humanidad solo percibe el 0,003 % del espectro cósmico

La Paradoja de Fermi es más real que nunca: la vida inteligente podría estar frente a nosotros, pero nuestro cerebro —limitado y miope ante el cosmos— sería incapaz de reconocerla.

Mientras miramos de reojo al cometa 3I/ATLAS, muchos se hacen la pregunta: ¿y si los extraterrestres estuvieran aquí, ahora mismo, pero fuéramos incapaces de verlos? Esa es la provocadora idea del filósofo serbio Vojin Rakić, que ha planteado una nueva y desconcertante solución a la Paradoja de Fermi, el gran enigma que lleva décadas atormentando a astrofísicos y filósofos por igual: si el universo está repleto de estrellas, planetas y tiempo, ¿por qué seguimos tan solos?

¿Y si el silencio del cosmos fuera una ilusión? En 13.800 millones de años, jamás hemos detectado una señal real

La paradoja, formulada por Enrico Fermi en 1950 con su célebre pregunta -"¿Dónde está todo el mundo?"-, surge de una simple lógica estadística: en un cosmos de más de dos billones de galaxias, debería abundar la vida inteligente. Y sin embargo, no hay rastro. Ninguna señal, ninguna megaestructura, ningún visitante interestelar. Solo un silencio cósmico abrumador.

Durante décadas, las respuestas más aceptadas se han agrupado bajo la hipótesis del Gran Filtro: algo -una catástrofe, un límite físico o biológico- impide a las civilizaciones alcanzar un desarrollo interestelar. Quizá todas acaban destruyéndose antes de dominar el viaje espacial. O tal vez la Tierra es una anomalía biológica, un experimento irrepetible en el vasto laboratorio del universo.

Pero Rakić propone girar la lente hacia dentro. Su teoría, publicada en el International Journal of Astrobiology, se llama "la solución de las limitaciones epistemológicas humanas duraderas". En esencia, sostiene que no es que los extraterrestres no existan, sino que nuestro cerebro no puede comprenderlos. Somos incapaces de reconocer su presencia, igual que un gusano es incapaz de entender que vive en el jardín de una civilización humana.

Somos incapaces de reconocer su presencia, igual que un gusano es incapaz de entender que vive en el jardín

Según esta hipótesis, la vida inteligente podría manifestarse en formas radicalmente distintas a la biología que conocemos: entidades no físicas, redes de energía interdimensional o inteligencias basadas en materia oscura. No veríamos nada porque no sabríamos qué estamos viendo.

Y lo cierto es que ejemplos de esta desconexión sobran en nuestro propio planeta. Los pulpos poseen un sistema nervioso que desafía nuestros modelos cognitivos; los hongos forman redes subterráneas que se comunican con una eficiencia comparable a Internet; y la inteligencia artificial ha demostrado que la consciencia -o algo que se le parece- puede emerger del silicio.

El SETI, la institución dedicada a la búsqueda de inteligencia extraterrestre, ya ha comenzado a plantearse esta posibilidad. No se trata de abandonar la exploración, sino de ampliar la definición de lo que entendemos por "vida" e "inteligencia". Quizá los alienígenas no estén escondidos. Quizá siempre hayan estado aquí. Simplemente, no somos lo bastante listos para verlos.