Jensen Huang ha dejado un mensaje cristalino a la plantilla de Nvidia: la inteligencia artificial no es un adorno, es la forma en la que espera que se haga el trabajo. Según ha trascendido, el CEO ha instado internamente a sus empleados a automatizar con inteligencia artificial todas las tareas que puedan automatizarse y a incorporar estas herramientas a su rutina diaria, incluso cuando todavía no funcionen del todo bien. La idea, en sus propias palabras, es usar la IA "hasta que funcione" y contribuir activamente a pulirla, no quedarse mirando desde la barrera.
Frente a voces como las de Bill Gates o Sam Altman, que llevan tiempo advirtiendo de que muchos puestos serán sustituidos por sistemas de IA, Huang plantea el matiz que más le interesa a la industria: no perderás el empleo "por la IA", sino porque otra persona en tu mismo puesto habrá aprendido a sacarle partido. Para él, no se trata de un reemplazo automático, sino de una carrera por la productividad: quien se apoye en estas herramientas será más rápido, más preciso y, por tanto, más difícil de sustituir que quien siga trabajando como si nada hubiera cambiado.
La IA como rutina y como músculo
Ese discurso no se queda en teoría. Algunos departamentos de Nvidia ya están reconfigurando su día a día alrededor de la IA. Los equipos de ingeniería, por ejemplo, trabajan con asistentes de programación como Cursor para acelerar desarrollo y depuración de código, integrando el chat con IA como una especie de "segundo cerebro" técnico. En paralelo, el propio Huang se ha puesto como ejemplo de usuario intensivo: recurre a distintos chatbots según la tarea, desde ChatGPT para consultas generales hasta Gemini para cuestiones más técnicas, Grok para ejercicios creativos o Perplexity para búsquedas documentales más rápidas.
Su tesis es que la IA va camino de convertirse en una "habilidad básica" comparable a saber manejar una suite ofimática hace un par de décadas. No espera que los trabajadores hagan lo mismo de siempre con una capa de tecnología encima, sino que cambie la naturaleza del trabajo: menos tiempo en tareas mecánicas y más en supervisar, decidir y dar contexto. Eso sí, asume que el impacto será transversal: "el 100% de los empleos cambiarán", ha llegado a afirmar, avisando de que nadie, desde administrativos a directivos, está al margen de esa transformación.
Los ganadores inesperados de la transición
Paradójicamente, el directivo que pilota una de las grandes proveedoras de chips para IA no cree que todos los trabajos estén en riesgo. De hecho, lleva tiempo señalando a los oficios tradicionalmente menos "tecnológicos" como posibles ganadores de esta transición. Fontaneros, electricistas, instaladores o carpinteros seguirán siendo imprescindibles —y, según Huang, cada vez mejor pagados— en un mundo que necesita levantar, cablear y mantener cientos de miles de centros de datos y nuevas infraestructuras energéticas para alimentar esa misma IA.
El mensaje de fondo es doble: puertas adentro, Nvidia quiere convertirse en una compañía que use su propia tecnología de forma agresiva para organizarse y producir más rápido. Puertas afuera, Huang vende la IA como el "gran igualador" que puede dar más poder a los trabajadores que sepan manejarla, pero también como el filtro que separará a quienes se adapten de quienes se queden atrás.