HBO ha soltado por fin el primer vistazo a El caballero de los Siete Reinos y, sí, volvemos a Poniente, pero no al de intrigas infinitas y dragones sobrevolando Desembarco. Esta vez la cámara se pega a dos viajeros improbables: Ser Duncan el Alto, un caballero grandullón y con más ideales que recursos, y Egg, un pequeño escudero, listo y con un secreto a la espalda. La serie, ambientada un siglo antes de Juego de tronos (y unas siete décadas después de House of the Dragon), promete menos mesa de guerra y más camino polvoriento: torneos, lanzas, ventas de camino y ese tipo de aventuras donde el honor importa… hasta que deja de hacerlo.
El tráiler —presentado en la Comic Con de Nueva York— enseña justo lo que los lectores de Dunk & Egg esperaban: justas en Ashford, cota de malla, pendones al viento y un Westeros todavía bajo la sombra Targaryen, cuando “el último dragón” todavía es un recuerdo reciente y no una leyenda lejana. Peter Claffey encarna a Dunk con ese aire noble y torpón tan del personaje; Dexter Sol Ansell compone un Egg despierto, con chispa. Quien conozca los relatos ya sabe que el chico no es un cualquiera. Quien no, que se prepare para la revelación a fuego lento.
Dunk & Egg: camino, honor y secreto
Otro detalle que ayuda: la duración. Serán seis episodios de media hora. Cortos, concentrados, sin paja. George R. R. Martin, que escribe y produce junto a Ira Parker, lleva tiempo diciendo que esta historia “será más luminosa en el tono”, pero sin olvidar la regla de la casa: en Poniente nadie está a salvo. El lema del póster, “A tall tale that became legend”, funciona como declaración de intenciones: un cuento “alto” —por Dunk, por la hazaña, por las dos cosas— que con los años se convertiría en mito.
Los protagonistas contaron anécdotas de rodaje en el panel: “Había más avispas que personas”, bromeó Claffey sobre el set en Irlanda del Norte, donde levantaron Ashford desde cero. Entre risas, Ansell recordó que empezó a rodar con nueve años y ya tiene once: crecer al mismo tiempo que tu personaje tiene algo de magia. Ese tipo de detalles, pequeños pero tangibles, ayudan a entender el pulso de la serie: menos palacio, más terreno, menos conspiración coral, más vínculo entre dos personajes que se buscan la vida.
Westeros más luminosa, misma tensión
En lo visual no hay engaño: armaduras bruñidas, telas vivas, luz natural. Es Poniente, sí, pero no el gris plomizo de las guerras dinásticas; aquí hay polvo, madera, hierro y un sentido constante de itinerancia. Todo sugiere que la épica nace de la escala humana: la lanza que se parte, la mirada antes del embite, la mano que tiembla al alzar el yelmo. Si Game of Thrones era un tablero, El caballero de los Siete Reinos parece —al menos en su tráiler— un camino.
