Frank Cuesta, conocido herpetólogo y divulgador de fauna salvaje, ha vuelto a experimentar en carne propia los riesgos de su profesión. Esta vez, una cobra escupidora lo ha llevado de urgencia al hospital en Tailandia, tras recibir una mordedura que, según informan medios locales, pudo haberle costado la vida.
Aunque su estado ya ha mejorado, el incidente ha puesto nuevamente en el foco a una de las especies de serpientes más temidas y sorprendentes del reino animal.
Una serpiente que porta un veneno altamente tóxico
La cobra escupidora, presente en diversas regiones de África y Asia, no solo posee un veneno altamente tóxico, sino que ha desarrollado una singular estrategia defensiva: puede lanzar con gran precisión un chorro de veneno hacia los ojos de su atacante, incluso a dos metros de distancia. Este mecanismo no es casual: está enfocado en la ceguera inmediata como método disuasorio. Las toxinas PLA2 (fosfolipasas), presentes en grandes concentraciones en su veneno, provocan un dolor punzante e incluso lesiones oculares permanentes si no se actúa con rapidez.
De comportamiento agresivo y hábitos nocturnos, esta especie se distingue también por su capacidad de adaptación. Existen al menos tres tipos diferentes de cobras escupidoras, y, según investigaciones del CSIC, todas han evolucionado de manera convergente para mejorar su sistema defensivo mediante el incremento de estas enzimas dañinas. Es decir, distintas especies desarrollaron la misma capacidad de escupir veneno de forma independiente, probablemente como respuesta a amenazas comunes: los bípedos de gran tamaño, como los seres humanos.
Su morfología, generalmente de tonos marrón oscuro y manchas blancas, puede pasar desapercibida en entornos selváticos o áridos. Se alimenta de aves, roedores y pequeños reptiles, pero su temperamento cambia radicalmente cuando se siente acorralada. Es en esos momentos cuando alza su capucha, apunta con sorprendente precisión y escupe su veneno con una potencia tan exacta que parece quirúrgica.
