China marca el aniversario de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación con una mezcla de ceremonialismo y demostración técnica.
En su 76.º cumpleaños, la conmemoración se ha materializado en un vídeo oficial que traza la evolución de la aviación militar china y deja al descubierto, por primera vez en una proyección pública, una imagen intrincada: un dron furtivo GJ-11 Sharp Sword volando en formación junto a un caza J-20 y un avión de guerra electrónica J-16D. No es solo espectáculo; es un aviso sobre hacia dónde se orientan las doctrinas de combate aéreo.
China revela el poder del J-20: el caza más letal de su historia ahora dirige drones GJ-11 con 1.500 km de autonomía
Las secuencias, emitidas por la televisión estatal CCTV, muestran al GJ-11 saliendo de su hangar, acoplándose al escuadrón y operando como un elemento aparentemente autónomo dentro de la maniobra. El plano no pretende ser un simple catálogo de hardware: presenta una coreografía operativa en la que sigilo, alcance y capacidades de interferencia se combinan para construir una nueva arquitectura de combate. La contundencia visual sirve como declaración estratégica.
Expertos citados en prensa oficial han valorado la pieza como la primera exhibición pública de cooperación organizada entre plataformas tripuladas y no tripuladas de la Fuerza Aérea china. Desde ese prisma, la asociación tiene sentido táctico: el J-16D como brazo electrónico que degrada y confunde defensas, el J-20 como vehículo furtivo que penetra capas de protección enemiga, y el GJ-11 como punta avanzada o "ala leal" capaz de reconocimiento armado y ataques en zonas de alto riesgo. Juntos, forman capas complementarias destinadas a anular y superar sistemas antiaéreos.
No se trata de una tendencia exclusiva de Pekín. En otros escenarios globales, programas militares exploran conceptos semejantes que integran guerra electrónica, cazas de nueva generación y drones colaborativos. Pero las imágenes chinas sugieren un tránsito desde la teoría hacia la práctica: ejercicios y ensayos que buscan ensamblar sistemas heterogéneos en equipos coherentes y coordinados.
El GJ-11, reaparecido con contadas apariciones desde 2019, encarna esa ambición: diseño de ala volante, bahía interna de armamento y soluciones que facilitan su embarque naval. Aunque los datos oficiales brillan por su ausencia, su presencia en formación revela el empeño por dotar a la flota aérea de un actor no tripulado integral y versátil. La era de la aviación colaborativa ha comenzado, y sus implicaciones son profundas.