El 2025 marcará un antes y después para la NASA, pero, no por victorias. Osea, ningún cohete fue un fracaso espectacular, ninguna nave espacial hizo boom contra el suelo y aún así, la agencia espacial estadounidense padeció un desmoronamiento interno de los que hacen época.
Las broncas políticas, la ausencia de un timonel que de la cara, y peleas por dinero recortado socavaron la moral de sus empleados y paralizaron proyectos que eran fundamentales. Cosas de la vida, las acciones del gobierno, pensadas para poner orden en la NASA, acabaron por debilitarla aún más.
NASA en crisis: presupuesto 2026 recortado un 24,3% y 85% del personal sin salario tras cambios en liderazgo en 2025
El bajón comenzó el 20 de enero. Ese dia, Bill Nelson, que fue administrador de la NASA en la época de Biden, renunció al cargo. Janet Petro, que dirigía el Centro Espacial Kennedy, fue la que tomó el mando interino. Sus seis meses al frente, se concentraron en poner en marcha políticas más controvertidas y publicitarias del trumpismo. Por poner un ejemplo, tenemos la liquidación de la oficina de Diversidad e Inclusión, un movimiento que simbolizaba la alineación política y que causó bastante controversia en EE.UU y la comunidad científica.
Donald Trump había sugerido para el puesto a Jared Isaacman, un joven multimillonario y veterano de dos vuelos espaciales con SpaceX, a quien se consideraba un importante promotor del sector privado. Superó su audiencia de confirmación en abril, y todo parecía indicar que se encaminaba hacia su nombramiento final. Error. El 31 de mayo, poco antes de un de los enfrentamientos públicos entre Trump y Elon Musk, la Casa Blanca retiró la nominación de Isaacman. La justificación oficial, publicada por Trump en Truth Social, aludía a "asociaciones anteriores" con candidatos demócratas, un argumento rápidamente percibido más como una excusa que una razón real.
La NASA se quedó sin dirección. El 9 de julio, Trump puso al mando de la agencia a Sean Duffy, entonces Secretario de Transporte y un excongresista sin ninguna experiencia espacial. Duffy simultáneo su cargo en el gabinete con la administración de la NASA y, de acuerdo con algunos, llegó a aspirar a absorber la agencia dentro del Departamento de Transporte.
Su momento culmen tuvo lugar el 20 de octubre, cuando anunció el objetivo de regresar a la Luna antes del final del mandato de Trump. Reabrió el contrato del sistema de aterrizaje lunar HLS con SpaceX, mientras que Blue Origin y Lockheed Martin competirán con la Starship para llevar astronautas desde órbita a la superficie lunar, un plan parecido a los días de Apolo.
En otro curioso giro de la historia, el 4 de noviembre Trump puso a Isaacman de administrador, un movimiento más cercano a su buena relación con Musk que a donaciones políticas. No salió bien y la NASA sufre todavía: los presupuestos del 2026 preveían un recorte del 24,3% en financiamiento total, y casi la mitad del presupuesto científico. La inactividad gubernamental dejó sin salario al 85% del personal, demorando proyectos críticos como el regreso a la Luna y la misión de recolección de muestras marcianas.
En paralelo, la agencia espacial china ha ganado terreno notablemente. Después de obtener muestras de la cara oculta de la Luna con el Chang’e-6, se preparan para lanzar el Tianwen-3, el cual podría ser la primera sonda y país en traer muestras de Marte. La mayor ironía resulta ser que la descoordinación yanqui de 2025 abrió la veda, dejando el camino expedito para que un taikonauta chino camine por la Luna primero tras años de abandono espacial.