Frankenstein de Guillermo del Toro para la todopoderosa Netflix -que recupera el encanto gótico de la historia original-, recordamos que hay adaptaciones que buscan modernizar un clásico, y otras que simplemente tratan de escucharlo de nuevo. Frankenstein o el moderno Prometeo, la novela gráfica de Sergio A. Sierra y Meritxell Ribas Puigmal, publicada por Yermo Ediciones, pertenece a esta segunda categoría.
No pretende reinventar el mito de Mary Shelley ni envolverse en artificios contemporáneos: lo que hace, con admirable contención, es mirarlo a los ojos. Y en ese gesto, profundo y deliberadamente lento, logra lo que muchos intentos recientes han olvidado: devolverle su humanidad trágica.
108 páginas, dos autores y una tormenta: la adaptación de Sierra y Ribas ilumina la sombra de Shelley antes del Frankenstein de Netflix
Desde el primer instante, esta versión se distancia del tono efectista que suele acompañar a la criatura. La prosa de Sierra -sobria, respetuosa con la cadencia del siglo XIX pero sin caer en la afectación- reconstruye la voz del doctor Victor Frankenstein con un temblor moral que se siente cercano.
No es un loco, ni un héroe romántico, sino un hombre asfixiado por la culpa y por su incapacidad de amar su propia creación. En esa tensión, que creemos esencial en el relato original de Shelley, se articula a lo largo y ancho de todo el cómic. Por momentos se nos presenta como un sólido duelo entre la razón y el alma, entre la ambición científica y el vértigo de haber cruzado un límite irreversible.
El trabajo visual de Meritxell Ribas es, sin exagerar, el verdadero corazón de esta adaptación. Sus ilustraciones en blanco y negro, con un prominente rojo cuando toca, hechas a lápiz y carbón, con un dominio del claroscuro que parece heredado de la litografía decimonónica. no son meras viñetas o el vehículo artístico para contar una historia. No, nos parecen algo mucho más profundo y atávico. Parecen estampas de un dolor detenido en el tiempo, extractos vivos de la historia de Shelley, auténticas obras de arte con personalidad e identidad propia.
Cada página respira una textura orgánica -con un manejo exquisito de la sombra y la textura-, como si la criatura y su creador estuviesen condenados a surgir de la misma materia. Las sombras de Frankenstein o el moderno Prometeo no sólo envuelven los paisajes o las profundad conversaciones sobre vida y muerte que se mantienen en gran parte del relato: los definen. La tormenta eléctrica, las montañas heladas, las mansiones o el laboratorio en el que se gesta todo, adquieren una densidad casi pesadillesca, de una belleza áspera y melancólica.
Yermo Ediciones, consciente del carácter artístico de esta obra, la presenta en una edición cartoné de 108 páginas, con formato de álbum europeo (22 × 28 cm) y papel satinado de alto gramaje que hace justicia al trazo de Ribas. Es una edición cuidada hasta el extremo, sólida en mano, con un diseño sobrio y elegante que refuerza la sensación de estar ante un objeto pensado no solo para leerse, sino para contemplarse.
Hablamos de una adaptación especial, que no intenta abarcar todo el texto original, sino su esencia: la tragedia de la soledad y la definición de lo que está vivo o muerto. En el fondo, de lo que nos hace humanos. La criatura, más que monstruo, es un reflejo puro del rechazo humano; un ser que aprende a amar el mundo para descubrir que el mundo no tiene sitio para él. Sierra y Ribas comprimen el relato sin traicionarlo, extrayendo la médula ética y emocional de la obra.
En conjunto, esta Frankenstein de Yermo Ediciones se erige como una de las adaptaciones más respetuosas, sobrias y emocionalmente intensas que se han hecho en cómic. No busca competir con la novela, sino rendirle homenaje desde un lenguaje distinto, donde la palabra y la imagen caminan con igual peso. Imprescindible.