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Barras y estrellas de plástico: Cuando G.I. JOE salvó el mundo

En los años ochenta los héroes norteamericanos venían en blisters.

A finales de los años ochenta, las grandes batallas del mundo se libraban y solucionaban en los recreos, patios y dormitorios de toda una generación de jóvenes que luchaban por la libertad y el estilo de vida occidental con una serie de figuras de plástico de apenas diez centímetros. G.I. JOE, una de las colecciones de juguetes de mayor éxito de la historia, ejercía una absoluta fascinación en la generación de la época. Lo podían hacer todo. Su combate contra las tropas de Cobra se podía ver en televisión, leer en cómics y disfrutar en las estanterías y mesas de casi cualquier hijo de vecino.

Durante algo más de una década, fue el juguete de referencia, un icono popular y todo un ejemplo de triunfo dentro de la industria de las figuras de acción, que tras el éxito de Star Wars de Kenner, buscaba su propia personalidad. Pero, ¿cuál fue su origen? ¿Qué se esconde tras este juguete que nació como alternativa para chicos al éxito de Barbie? ¿Dónde nacieron estos héroes y villanos que cautivaron a toda una generación?

Un homenaje al soldado anónimo de la Segunda Guerra Mundial

Stanley Weston veía cómo el éxito de Barbie era imparable. Durante los años sesenta, la todopoderosa muñeca de Mattel copaba las jugueterías de la época, aglutinando en sus líneas decenas de versiones, profesiones y ediciones que volaban de las estanterías y acababan en las alfombras de casi cualquier casa estadounidense. Su triunfo era incuestionable, pero Barbie representaba algo más que un simple trozo de plástico con el que entretenerse y divertirse: era un símbolo. Fue entonces cuando Weston comprendió que debía emular en cierta manera a la rubia de América, pero llevándola a su propio terreno.

Weston, un inteligente y ávido publicista y desarrollador de propiedades intelectuales de Manhattan, decidió realizar varios prototipos de muñecos articulados de unos 30 centímetros -12 pulgadas-, vistiéndolos de manera un tanto rudimentaria, y buscando representar al soldado de infantería, el infante de marina, el marinero y al piloto de la fuerza área. El concepto fue llevado a Hasbro, y junto a un puñado de cartelería y elementos promocionales militares, se convirtió en todo un éxito. Weston y su equipo diseñaron esta primera línea de G.I. Joe como un homenaje al soldado anónimo norteamericano, aquel que luchó y combatió contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, aunque con el paso del tiempo la línea fue mutando y adaptándose a los tiempos.

La necesidad de buscar un homólogo de Barbie para los chicos propició el nacimiento de GI Joe

En los años setenta, con la creciente resistencia civil a la guerra de Vietnam y el auge de una tendencia anti belicista en el seno de la sociedad estadounidense, Hasbro se vio forzada a reformar por completo su línea de juguetes, haciéndola más fácil de vender y en cierta manera, querer. Fue en esta época, cuando G.I. Joe comenzó a convertirse en una especie de cuerpo paramilitar global, añadiendo expertos en kung-fu -una tendencia, la de las artes marciales, que invadía todos los ámbitos de la cultura popular por aquel entonces-, aventureros y otras variantes fantásticas, como invasores extraterrestres que buscaban introducirse entre las filas de estos soldados -en un claro guiño al comunismo y la permeabilidad de la ideología en la población-. Pero todo cambió cuando, en 1976, se produjo la crisis del petróleo.

Los costes de fabricación eran muy altos para unas figuras de 30 centímetros, y el auge de Action Man en otros países -la famosa línea de juguetes licenciados de Palitoy que ahondaba en profesiones más ‘amigables’ se llamó en nuestro país Geyperman-, acabaron por darle la puntilla a G.I. Joe como marca, que incluso intentó reducir su escala en unos muñecos de apenas 20 centímetros llamados Super Joe que no gozaron de la popularidad necesaria para mantener la gama de juguetes a flote para Hasbro. Tras unos buenos años, un cúmulo de erróneas decisiones empresariales, factores externos sociales y el cambio ideológico de la población, acabaron por enterrar a G.I. Joe.

A Real American Hero: salvando el mundo a menor escala

Star Wars y una pequeña empresa de juguetes llamada Kenner, cambiaron por completo el paradigma de las líneas de figuras de acción. La película de George Lucas ideó un concepto completamente novedoso para sus muñecos, que se fabricaban en una escala más reducida -con una anécdota a lo aleatorio de la medida derivada del tamaño del puño de uno de los principales directivos de Kenner- y que permitía la comercialización de vehículos y accesorios de todo tipo. Hasbro -que mucho más tarde acabaría por tener las licencias de estas películas tras absorber a Kenner- se animó a devolver a G.I. Joe a las estanterías de las tiendas de todo el mundo y en 1982 renovó el concepto de sus militares todopoderosos. Ya no serían muñecos de gran escala ni de treinta centímetros: se apostaría un tamaño de tres y tres cuartos de pulgada, unos 10 centímetros, y se buscaría una diversidad en el diseño que permitiese hacer los productos más variados y atractivos para los niños.

Se diseñó un nuevo tipo de muñeco, completamente articulado y con una serie de mecanismos y gomas en su interior que los permitían adoptar poses muy versátiles, y se introdujo a los emblemáticos rivales, la organización terrorista Cobra, que servía de contrapunto a los heroicos G.I. Joe. Hasbro decidió que no cometería errores del pasado y orquestó una fuerte campaña publicitaria alrededor de sus figuras. Produjo dos series de dibujos animados para televisión -el principal canal para vender juguetes, como He-Man y Transformers pueden atestiguar- y se alió con la todopoderosa Marvel y el guionista Larry Hama, autor de cómics de Lobezno y The ‘Nam, para publicar un cómic dedicado a los personajes y las distintas líneas de juguetes, que a la postre, se acabaría por convertir en todo un referente dentro de la editorial de Spider-Man y El Capitán América. En España, Telecinco emitió los dibujos animados hasta la extenuación y fue Forum la que tuvo los derechos de imprenta y distribución de los cómics.

Hasbro quería emular el éxito de Kenner con sus muñecos y productos de 'Star Wars’

Aquellos juguetes fueron una revolución. Su presentación en blisters era increíble, con buenas ilustraciones -obras del artista norteamericano Héctor Garrido- representantes de un diseño muy atractivo y llamativo, así como ofreciendo a los consumidores una variedad de personajes inusitada. Cada G.I. Joe era completamente distinto el uno del otro en forma y naturaleza, causando un verdadero síndrome de Stendhal a los chavales que se acercaban a los lineales de la época para adquirir uno. Además, un concepto muy importante, que sería explotado a la postre, sería el de la información de cada héroe o villano. Si bien el cartón duraba poco -en aquella época queríamos jugar y no coleccionar-, en él se hallaba toda una biografía de cada personaje, con sus habilidades, nombre real, apodo y lugar de nacimiento, así como con una pequeña historia de su trasfondo. Esto causó curiosos problemas con la legislación norteamericana, pues había líneas excesivamente descriptivas sobre el funcionamiento de armas que se consideraron poco apropiadas para los niños y que acabaron borrándose en sucesivas revisiones. Estas historias cobraron tal protagonismo, que se crearon leyendas urbanas alrededor de ellas en algunos países, y llegaron a contar incluso con la participación del célebre escritor Stephen King en la confección de una de ellas.

A sus formas y esculturas propias de los años ochenta, con soldados, personajes cibernéticos y montones de ninjas, había que sumarles los accesorios. Hasbro hizo especial hincapié en este aspecto, pues dada la versatilidad de movimientos de las figuras, les permitían coger, portar y lucir un buen número de fusiles, armas y pistolas, así como cargar con mochilas, cascos y otros enseres a dos manos. Los G.I. Joe podían agacharse, tener cierto juego de cintura y moverse de una manera mucho más libre en comparación a otros juguetes. Esto no despertaba solo la imaginación: también abría la puerta a otros productos que pudieran hacer uso de esta libertad de movimientos.

Gracias a la fabricación de un tamaño más reducido, se podían disponer y exhibir más juguetes en las estanterías, y además, presentar y establecer la misma estrategia que le sirvió a Kenner para inundar el mercado y obtener el máximo rédito de sus líneas de figuras: la de comercializar vehículos, tanques y escenarios en los que librar batallas. Al contar con dos ejércitos tan diferenciados, Cobra y G.I. Joe empezaron a contar con vehículos emblemáticos como el T.A.P.A, el famoso Night Raven o el B.A.L.L.E.N.A, así como la mítica base móvil de G.J. Joe, todo un centro de operaciones que fue el objeto de deseo de cualquier crío de la época. ¡Si tuvieron hasta un pantagruélico portaaviones de casi dos metros de largo! El catálogo de Hasbro era ingente, con variantes, re-prints -juguetes que recibían un color nuevo o un plástico distinto en sucesivas versiones- y ediciones exclusivas de según qué cadena de tienda, despertando el coleccionismo de multitud de niños que acabarían convirtiéndose en potenciales coleccionistas.

La reducción del tamaño de las figuras de acción propició la fabricación de vehículos y múltiples accesorios

Carismáticos y relativamente asequibles, los G.I. Joe cuajaron en Estados Unidos y algunos países anglosajones, pero también en España. Era muy habitual ver cómo las jugueterías se afanaban por ofrecer corners dedicados a las figuras de acción de Habro, y en los patios y recreos de las escuelas de aquellos años, eran los únicos juguetes que podían rivalizar en popularidad con He-Man y sus masters del universo. Eso sí, si bien fueron asentándose con el paso del tiempo, las distribuciones y las colecciones llegaban a nuestro país muy mermadas, faltando personajes, olvidándose de otros o incluso relegándolos a un protagonismo casi exiguo. Era curioso ver cómo en la serie de televisión había héroes y heroínas muy guays y carismáticos, pero que luego no existían o eran muy difíciles de encontrar en las tiendas. En cualquier caso, Duke, Scarlett, Ojos de Serpiente, Thunder o el Comandante Cobra, conquistaron a toda una generación de jugadores.

Pero pese a los cómics, los videojuegos, las series de televisión y los vehículos, G.I. Joe se vio obligada a retirarse de la batalla en 1994. La generación que los encumbró comenzó a crecer, y pronto llegaron otros intereses y entretenimientos a las manos de su público objetivo. Hasbro intentó revitalizar sus líneas de juguetes con películas de animación, nuevas gamas como Tiger Force o incluso Sky Patrol -que curiosamente, triunfó en Europa-, pero no cuajaron ni gozaron de la popularidad de las primeras etapas de sus figuras de acción. Los años noventa marcaron el fin de la etapa clásica de los juguetes de acción, coincidiendo justo con el auge de las consolas de 16 y 32 bits, y aunque G.I. Joe no ha desaparecido -contando incluso con dos películas de acción real de discutible calidad y reediciones especiales de las figuras-, su espacio ha quedado relegado al mundo del coleccionismo.

"Este es mi G.I. Joe. Hay muchos como él, pero este es el mío."

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