La última propuesta de Blumhouse, que se estrena este 13 de septiembre en cines españoles, No hables con extraños, dirigida por James Watkins, no solo sigue los pasos de su predecesora danesa, Speak No Evil (2022), sino que añade matices propios, sobre todo al final, ajustando la narrativa al gusto del público estadounidense sin perder su esencia crítica, pero abandonando todo el malrollo y la frialdad norteuropea de la que se beneficiaba el filme original. Watkins, conocido por su trabajo en Eden Lake y La mujer de negro, vuelve al terreno del thriller psicológico, con una película que equilibra el suspense y la sátira social, mostrando un relato sobre las tensiones de clase y las trampas de la cortesía.
La premisa, como en la versión original, sigue a una pareja estadounidense, Ben (Scoot McNairy) y Louise (Mackenzie Davis), quienes, tras conocer a una excéntrica familia británica durante unas vacaciones, son invitados a pasar un fin de semana en su casa rural. La tensión entre las dos familias crece de manera insidiosa, en parte por la figura magnética y desconcertante de Paddy (James McAvoy), quien se convierte en el catalizador del malestar, con un comportamiento que oscila entre lo amigable y lo profundamente inquietante. De hecho, el actor es con creces lo mejor de la película y tal y como demostró en Múltiple, es toda una fuerza de la naturaleza.
Un filme similar que se separa de la película original en el tercer acto
Watkins acierta al mantener los elementos de incomodidad social que definieron a Speak No Evil, pero los amplía con un enfoque más accesible y con una dosis de humor negro que suaviza el nihilismo de la versión original. Algo que puede no gustar a aquellos que valoren más aquel nuevo terror con etiqueta de elevado o simplemente acudan a este filme esperando sentir la desolación y frustración que causaba el original danés. Porque esta versión americana simplemente elimina todo eso de la ecuación. McAvoy destaca con una actuación que mezcla carisma y amenaza, casi reminiscente de sus papeles en Múltiple o Glass, pero con un toque más mundano. Su Paddy es una figura perturbadora que personifica la amenaza que acecha tras las sonrisas y la aparente hospitalidad británica.
El terror de las interacciones cotidianas es uno de los logros más notables del film. Watkins construye una atmósfera de tensión a través de diálogos mundanos que van escalando en su extrañeza, lo que provoca que el espectador se sienta tan atrapado como los propios personajes. Aquí, la verdadera amenaza no reside en monstruos o asesinos, sino en las expectativas sociales y los juegos de poder que ocurren en la cotidianidad de estas interacciones. La película invita a reflexionar sobre hasta qué punto la sociedad contemporánea nos lleva a ignorar señales de peligro por no querer ser descorteses o cuestionar el statu quo.
Apuesta por una fórmula más hollywoodiense
No obstante, No hables con extraños no escapa de ciertos problemas narrativos, especialmente en su tercer acto. Aunque la construcción del clímax mantiene la tensión, se siente un tanto convencional, apoyándose en tropos del "home invasion" que disminuyen la fuerza de su desarrollo previo. Watkins opta por una fórmula más hollywoodiense, alejándose de la sombría Speak No Evil, lo que puede decepcionar a los que busquen una resolución más radical y perturbadora.
¿Una secuela espiritual en vez de un remake?
Sin embargo, este cambio ofrece un cierre más coherente dentro de la lógica narrativa del remake, funcionando mejor para el público anglosajón, aunque a costa de sacrificar algo de la dureza emocional de la película original. De hecho, en la original tenía sentido porque se basaba en el bienquedismo norteeuropeo hasta las últimas consecuencias, algo que no funcionaría tan bien con una familia como la de este remake. También ciertos detalles, desconocemos si como homenaje o no, pueden dar la impresión de que más que un remake, estamos ante un tipo de secuela espiritual de la historia que sigue la versión danesa.
Una lucha de clases llevada al extremo
La cinta también se permite cierto grado de autocrítica social, especialmente en la forma en que maneja las tensiones de clase y la superioridad moral de los protagonistas. A través de la figura de Ben, la película explora la inseguridad masculina y las fracturas de la identidad burguesa, mientras que Louise, interpretada con maestría por Mackenzie Davis, aporta una capa de ambigüedad emocional que intensifica el conflicto. Las escenas en las que los protagonistas intentan racionalizar el comportamiento de sus anfitriones reflejan de manera efectiva las trampas de la cortesía y el miedo a confrontar lo incómodo. Clavando, esta vez sí, la intencionalidad de la original.
En definitiva, No hables con extraños es un remake que, aunque no supere a su predecesor en crudeza, logra ofrecer una experiencia más digerible sin perder del todo su filo. Watkins equilibra la tensión psicológica con un toque de comedia negra que enriquece la trama, mientras que las actuaciones, especialmente la de McAvoy, mantienen al espectador al borde del asiento. Poniendo en ese aspecto este filme muy por encima, solo por la interpretación del actor, mere la pena. Aunque no resulta tan perturbadora como podría haber sido, sigue siendo un thriller entretenido y bien ejecutado, que invita a reflexionar sobre las dinámicas sociales que nos controlan en la vida diaria.
Hemos visto la película completa en adelanto gracias a la cortesía de Universal Pictures International Spain.
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