El final de The Witcher empieza a tomar forma en Netflix y, con él, llega inevitablemente la comparación con el desenlace de Juego de tronos, uno de los cierres televisivos más discutidos de la última década.
La showrunner Lauren Schmidt Hissrich es plenamente consciente del paralelismo: ambas son sagas de fantasía de alcance global, con fanbases intensas y un imaginario construido sobre libros. Sin embargo, asegura que la producción de The Witcher no caerá en el mismo error que dañó la despedida de Poniente: no avanzará más allá del material literario en el que se basa.
La diferencia es crucial. Mientras que Game of Thrones terminó quedándose sin un texto completo al que aferrarse y tuvo que improvisar su resolución final, The Witcher se está cerrando con los libros de Andrzej Sapkowski como mapa narrativo definido. Hissrich explica que lo dejó claro desde el principio: "No vamos a ir más allá de los libros. Ya tenemos el final". Eso les ha permitido construir la salida con tiempo, sabiendo qué piezas emocionales y temáticas deben sostener el último tramo del viaje de Geralt, Ciri y Yennefer.
Cerrar con los libros como mapa
La serie encara la recta final con una transición especialmente delicada: Liam Hemsworth recoge el testigo de Geralt tras la salida de Henry Cavill, un cambio que levantó críticas entre quienes consideran que la adaptación se ha alejado del tono de las novelas y los videojuegos. Hissrich no ignora ese malestar: señala que hay tres audiencias distintas —lectores, jugadores y espectadores que conocieron la historia por primera vez en Netflix—, y que la serie no puede escoger una única voz a la que responder. La adaptación, recuerda, es una reescritura consciente, no una réplica.
Ese principio ya marcó la estructura de la primera temporada, cuando la producción decidió tejer relatos dispersos en un hilo narrativo continuo, algo que Sapkowski resuelve en forma de cuentos independientes. La decisión es representativa de su enfoque: la showrunner insiste en que la televisión requiere conexión, ritmo y arco dramático, aunque eso implique desviar caminos respecto al original. Lo importante, dice, es que el espíritu de los personajes se mantenga reconocible.
Adaptación frente a fidelidad literal
Desde un punto de vista industrial, la serie encara su cierre con una ventaja rara en estas producciones: Netflix renovó la cuarta y la quinta temporada a la vez, lo que permitió a los guionistas planificar el final con anticipación, dividir los eventos y calibrar el ritmo sin prisas estructurales ni rupturas improvisadas. Además, ambas temporadas fueron rodadas de manera consecutiva, una estrategia que garantiza coherencia visual y una continuidad emocional más sólida en pantalla.
La promesa, entonces, no es que el final guste a todo el mundo —ningún final de una saga popular lo logra— sino que llegará con un sentido de dirección unificado, sin el salto al vacío que marcó el desenlace de Game of Thrones. Hissrich lo plantea con una mezcla de alivio y celebración: "No nos vamos a quedar sin historia. Sabemos hacia dónde vamos. Y haber llegado hasta aquí ya es un privilegio".