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Guillermo del Toro y James Cameron aman tanto el anime que estas recomendaciones fueron clave para sus carreras como directores

Cuando hoy vemos Patlabor reactivarse con nuevos proyectos o Alita seguir ganando lectores, entendemos por qué aquel intercambio privado entre del Toro y Cameron fue fértil.

HBO Max no solo pesca en el río revuelto de IP reconocibles: también presume de cineastas que se alimentan de otras tradiciones audiovisuales. Guillermo del Toro y James Cameron lo han contado sin demasiados rodeos: antes de que el anime fuese ubicuo en plataformas, ambos ya lo devoraban y se lo recomendaban mutuamente.

La anécdota encaja con un dato mayor: del Toro ha declarado en múltiples ocasiones su afinidad por la animación y el manga japoneses, desde Doraemon hasta Miyazaki, cuyo influjo reconoce abiertamente en su imaginario.

Ese diálogo personal con el anime dejó huellas visibles en su cine de monstruos y máquinas. En el caso de Pacific Rim (2013), del Toro citó entre sus referentes a Patlabor, la saga de Headgear sobre mechas y policía urbana que destilaba un realismo industrial y una ética de trabajo en equipo muy alejados del heroísmo grandilocuente. La filiación no es cosmética: Patlabor trataba la convivencia entre megamáquinas y ciudad, burocracia y riesgo, humor y catástrofe; Pacific Rim tomó ese pulso cotidiano del "oficio" del piloto y lo amplificó al registro kaijū. La propia bibliografía sobre la franquicia recoge esa influencia de forma explícita.

De Patlabor a Pacific Rim

La otra dirección del intercambio fue aún más concreta: del Toro fue quien puso Gunnm/Alita: Battle Angel en el radar de Cameron a finales de los 90 y principios de los 2000, cuando el director de Titanic buscaba un proyecto de ciencia ficción de gran escala. Aquella sugerencia terminaría cristalizando en Alita: Battle Angel (2019), con Robert Rodriguez en la dirección y Cameron como coguionista y productor, una adaptación que hizo legible para el gran público occidental el ciberpunk corporal y los dilemas de identidad que Yukito Kishiro había dibujado. Las cronologías de producción y los propios créditos de la película documentan bien esa cadena de transmisión.

Más allá del fetichismo por las "referencias", lo interesante es cómo ambos creadores han usado el anime como caja de herramientas narrativa. Del Toro ha hablado de la "humanidad" de Miyazaki —esa mezcla de ternura y brutalidad— para sostener historias adultas con criaturas que no son meros efectos. En Pacific Rim, ese gesto se percibe en el énfasis en el vínculo neural y la cooperación como motor dramático, no solo en el espectáculo de acero contra colmillo. En paralelo, Cameron leyó en Alita un modo de articular melodrama y acción que encaja con su obsesión por heroínas resilientes —de Aliens a Terminator 2—, ahora con trasplantes cibernéticos y "corazones" literalmente mecánicos.

Traducir estructuras y sensibilidades

También hay una cuestión industrial: cuando estos cineastas "traducen" anime al cine comercial estadounidense, no importan solo diseños o coreografías, sino estructuras y sensibilidades. En Patlabor, la tensión entre rutina y desastre es una apuesta serial —procedimental, casi— que del Toro lleva a blockbuster sin perder la idea de que el mundo sigue cuando el plano corta. Con Alita, Cameron y Rodriguez apostaron por un "capítulo 1" que prioriza el arco identitario sobre la épica final, una elección que remite al ritmo de publicación por tomos del manga original y a su gusto por la construcción de mundo paso a paso.