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En toda la historia de la yakuza solo una mujer ha logrado formar parte de este grupo: 'Nunca perdí una pelea contra un hombre'

Solo Nishimura Mako ha participado en la ceremonia sakazuki de intercambio de copas de sake.

Nishimura Mako es una figura curiosa y única en el mundo de la yakuza japonesa. A sus cincuenta años, su apariencia menuda y su rostro delicado contrastan con los tatuajes que cubren su cuello y manos, y la ausencia de su dedo meñique, señales inconfundibles de su pertenencia a esta organización criminal dominada tradicionalmente por hombres. Estos elementos no solo marcan su afiliación, sino también su excepcionalidad dentro de una estructura que rara vez otorga roles importantes a las mujeres.

La yakuza, conocida por su estricta jerarquía y códigos de conducta, generalmente reserva a las mujeres papeles secundarios. Las esposas y parejas de los miembros suelen apoyar desde la periferia, gestionando negocios o clubes, y ocasionalmente involucrándose en actividades ilegales como el tráfico de drogas. Sin embargo, Nishimura rompió este molde al participar en la ceremonia sakazuki, un ritual de intercambio de copas de sake que formaliza la afiliación a un grupo yakuza, un privilegio raramente concedido a mujeres.

Aprendió a luchar en una banda de moteros

Nishimura nació en una familia de funcionarios gubernamentales y creció bajo la estricta disciplina de su padre. En su adolescencia, su espíritu rebelde la llevó a unirse a bandas de moteros, donde aprendió a luchar y se introdujo en el mundo del crimen. Su encuentro con un joven yakuza fue un punto de inflexión, ya que él la acogió y la entrenó en diversas actividades delictivas, desde la extorsión hasta la prostitución. Este camino la llevó eventualmente a una violenta confrontación que llamó la atención del jefe yakuza local, quien la invitó a unirse formalmente al grupo.

Maestra del corte de dedos

Durante su tiempo en la yakuza, Nishimura no solo adoptó las actividades tradicionales de recaudación y mediación, sino que también se convirtió en la "maestra del corte de dedos". Este título lo ganó por su habilidad para realizar el yubitsume, el ritual de amputación del meñique, un acto que los miembros masculinos a menudo le pedían que realizara en su lugar. Sin embargo, su participación no estuvo exenta de desafíos personales, especialmente cuando la metanfetamina se convirtió en el principal negocio de su grupo y su propia adicción comenzó a afectarla.

Un embarazo la empujó a buscar una vida más tranquila

A los treinta años, intentó alejarse del mundo de la yakuza, gestionando su propio negocio de metanfetaminas de forma independiente, lo que resultó en su expulsión del grupo. Su relación con un miembro de una banda rival y un embarazo la llevaron a buscar una vida más tranquila. Sin embargo, los tatuajes que marcaban su pasado yakuza dificultaron su reintegración en la sociedad japonesa, forzándola a regresar al crimen. Eventualmente, su matrimonio con el miembro de la yakuza se deterioró y terminó en divorcio, dejándola sin custodia de sus hijos.

Tras abandonar definitivamente la yakuza, encontró una nueva dirección en su vida. Consiguió empleo en el negocio de las demoliciones y empezó a gestionar una sucursal de Gojinkai, una organización benéfica que ayuda a exmiembros de la yakuza, exconvictos y adictos a reintegrarse en la sociedad. A pesar de sus esfuerzos por llevar una vida tranquila y respetable, sigue siendo la única mujer en la mesa de reuniones de la organización benéfica, un testimonio de su singular viaje y contribución al grupo.

Nishimura no busca ser un ícono feminista

La historia de Nishimura redefine los roles de género dentro de la yakuza, mostrando que su capacidad para la violencia y su habilidad para manejarse en el mundo criminal le permitieron ganar el respeto en un entorno dominado por hombres. Aun así, Nishimura no busca ser un ícono feminista; su intención nunca fue romper estereotipos de género, sino simplemente sobrevivir y prosperar en un mundo brutal. Su vida, llena de altos y bajos, refleja la complejidad de las relaciones humanas y la lucha por la identidad y pertenencia.

A lo largo de su historia, esta mujer ha demostrado una notable resiliencia y capacidad de adaptación, elementos que le han permitido transitar entre el mundo del crimen y la vida civil. Hoy, su trabajo con Gojinkai no solo ayuda a otros exmiembros de la yakuza a encontrar una segunda oportunidad, sino que también le proporciona un sentido de propósito y comunidad, aspectos que siempre buscó, incluso en los momentos más oscuros de su vida.