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Los Reyes Católicos legalizaron la prostitución en España entre los siglos XIV y XV y la culpa fue de un superávit de varones

Los monarcas levantaron una red de prostíbulos públicos por toda España.

España ha tenido una relación compleja y a menudo contradictoria con la prostitución a lo largo de su historia. Según un informe de las Naciones Unidas, el 39% de los varones españoles ha pagado por servicios sexuales al menos una vez, una cifra que destaca como un "valor atípico en Europa" frente al 19% de Suiza y el 14% de los Países Bajos. Esta alta prevalencia no es un fenómeno nuevo. Durante la Edad Media, España, bajo el reinado de los Reyes Católicos, ya contaba con algunos de los mayores prostíbulos de la Cristiandad, como el caso de Valencia, donde trabajaban entre 200 y 300 mujeres.

Los Reyes Católicos legalizaron e institucionalizaron la prostitución

En la Baja Edad Media y la primera centuria de la Edad Moderna, la prostitución en España estaba institucionalizada y reglamentada. Investigaciones del historiador Andrés Moreno Mengíbar y el filósofo Francisco Vázquez García revelan que en Andalucía, por ejemplo, la prostitución estuvo regulada durante más tiempo que prohibida. Los Reyes Católicos promovieron un cambio significativo al asumir la organización y el control de los burdeles para gestionar lo que consideraban un fenómeno inevitable. Esta regulación tenía fines económicos y de control social, más que de mejora de las condiciones de vida de las mujeres que ejercían la prostitución.

La red de prostíbulos apareció como respuesta al superávit de hombres y los desórdenes sociales causados por los solteros

El punto álgido de esta institucionalización se alcanzó con la creación de mancebías municipales durante el reinado de los Reyes Católicos. Estas medidas buscaban abordar problemas como el superávit de varones y los desórdenes sociales derivados de violaciones y asaltos. Las mancebías eran centros de prostitución regulados que aseguraban buenas condiciones sanitarias y generaban ingresos significativos para las arcas reales mediante impuestos como la "renta de la mancebía". Esta estrategia fue tanto una solución a problemas sociales como una fuente de beneficios económicos.

La legalización no mejoró la vida de las trabajadoras sexuales

Sin embargo, la realidad de las prostitutas en estos burdeles era dura y las regulaciones a menudo no se cumplían, dejando un mercado ilegal y clandestino. La normativa no mejoraba sustancialmente las condiciones de vida de las mujeres, que a menudo eran forzadas a esta actividad. A pesar de los controles médicos y la regulación de precios y horarios, las prostitutas seguían siendo marginadas y estigmatizadas, cumpliendo una función social que la sociedad utilizaba pero al mismo tiempo condenaba.

El modelo de prostitución institucionalizada que había prevalecido en España encontró su máxima expresión en Valencia, donde se estableció uno de los burdeles más grandes de Europa. El prostíbulo de Valencia era grande como un pueblo pequeño, con controles de acceso, revisiones médicas semanales y sermones religiosos para redimir a las trabajadoras. Esta organización refleja la intención de los Reyes Católicos de controlar la prostitución y beneficiarse económicamente de ella.

La pragmática de Felipe II continuó con esta tradición reguladora, estableciendo mancebías en grandes ciudades y cerca de puertos y universidades. Las mujeres debían cumplir ciertos requisitos y se sometían a controles médicos regulares. Esta normativa buscaba evitar desórdenes sociales y controlar la propagación de enfermedades como la sífilis. Sin embargo, esta regulación también incluía medidas estrictas y punitivas para aquellas que contrajeran enfermedades, reflejando una preocupación más por la salud pública que por el bienestar de las trabajadoras sexuales.

La prostitución volvió a la clandestinidad con Felipe IV

En 1623, Felipe IV ordenó la prohibición de la prostitución y el cierre de todos los burdeles, iniciando una nueva etapa de clandestinidad para las trabajadoras sexuales. Esta prohibición fue influenciada por un cambio moral impulsado por el Concilio de Trento. A pesar de sus numerosos hijos ilegítimos, Felipe IV decidió clausurar estos establecimientos por consideraciones morales y religiosas, forzando a las prostitutas a una vida aún más precaria y clandestina.

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