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En Neptuno y Urano hay enormes tormentas en las que llueven diamantes

Neptuno y Urano, conocidos com los 'gigantes de hielo', están azotados por tormentas de escala planetaria. El nuevo estudio arroja que, de forma común, llueven cristales de gran peso y tamaño.

El espacio es la última frontera de la humanidad. En las últimas semanas, tras las imágenes del James Webb y la constatación de cómo suena un agujero negro y del inminente choque entre dos cuerpos celestes colosales, parece que la astronomía sigue descubriendo nuevos elementos de lo que hay más allá de la Tierra. Nuestro sistema solar es un lugar fascinante, del que todavía conocemos poco, y aunque los científicos apuntan lejos, el último descubrimiento alemán sobre las tormentas que azotan Urano y Neptuno parece haber captado todas las miradas (vía Science Advances).

En Urano y Neptuno llueven diamantes pero no son lugares agradables

El equipo internacional dirigido por el Helmholtz-Zentrum Dresden-Rossendorf (HZDR), la Universidad de Rostock, en Alemania, y la École Polytechnique de Francia, ha arrojado datos muy interesantes sobre las tormentas que azotan Neptuno y Urano. ¿El motivo? Los planetas de hielo, nombre informal con el que se conocen a ambos planetas de nuestro Sistema Solar, sufren de una climatología extrema en la que la lluvia de diamantes es un fenómeno bastante común. Para comprobar sus hallazgos, el equipo dispersó destellos intensos de láser sobre una fina película de plástico PET simple.

Gracias a eso, se pudo comprobar que, en condiciones concretas, enormes lluvias de cristales azotan las superficies de ambos planetas de hielo, los más lejanos al sol. Como han explicado los científicos que han explicado este curioso fenómeno, con sus métodos se pueden llegar a producir nanodiamantes. Lo curioso de este hallazgo es que las condiciones climatológicas en el interior de ambos planetas son realmente extremas, con varios miles de grados centígrados y con una presión que es millones de veces la de nuestra atmósfera. Como os podéis imaginar, no podemos viajar hasta allí y la tecnología aún no nos permite enviar sondas que transmitan datos o imágenes con gran exactitud, por lo que hay que replicar dichas condiciones en laboratorio.

"Descubrimos que la presión extrema producía diamantes diminutos, conocidos como nanodiamantes"

A través de los potentes destellos de láser, que golpean una muestra de material similar a una película, y subiendo la temperatura a unos 6000°C en apenas unos segundos, se logra conseguir una onda de choque que acaba por comprimir el plástico durante un corto periodo de tiempo, alcanzando niveles extremos de presión. El cambio de presión en este plástico PET, el mismo que se usa para hacer botellas de plástico, acaba por producir pequeños diamantes. "Descubrimos que esta presión extrema producía diamantes diminutos, conocidos como nanodiamantes", ha comentado Dominik Kraus, físico del HZDR y profesor de la Universidad de Rostock, que cree que con este material se puede simular de forma más o menos exacta la atmósfera de planetas como Urano o Neptuno.

Tras comprobar los resultados con el SLAC National Accelerator Laboratory de California, que cuenta con un potente láser de rayos X basado en un acelerador, bautizado como Linac Coherent Light Source (LCLS), descubrieron que el efecto del oxígeno no es otro que el de acelerar la división entre el carbono y el hidrógeno, generando los nanodiamantes. Este fenómeno sería más común de lo que creemos en ambos planetas de nuestro sistema solar, muy alejados del sol. Lógicamente, la precipitación de diamantes es muy diferente a la lluvia que se produce en la Tierra. Sabemos que bajo la superficie de ambos planetas hay un "líquido muy denso y caliente", en el que los diamantes se forman y se hunden hasta los núcleos rocosos, descendiendo más de 10.000 kilómetros de profundidad.

¿Serán comunes este tipo de gigantes de hielo más allá de nuestro sistema solar? Los astrónomos creían que no, que eran planetas raros en comparación a los gigantes gaseosos, pero parece que los últimos descubrimientos contradicen estas primeras pesquisas.