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Scalextric: Un recorrido por el circuito de carreras más emblemático

Repasamos la historia un juguete mítico y ansiado por los coleccionistas.

Muy pocos juguetes son capaces de resistir el paso del tiempo y las modas. El atractivo de un objeto de consumo con el que entretenerse puede desaparecer de la noche a la mañana, sobre todo cuando hablamos de muñecos, peluches y similares. Pero Scalextric trasciende este significado. El circuito de carreras casero, uno de los juguetes más famosos y emblemáticos de la historia, es algo más que un simple entretenimiento.

Pasado de padres a hijos como si se tratase de una especie de antorcha o tradición familiar, Scalextric ha invadido salones, dormitorios y armarios de ávidos coleccionistas, convirtiéndose en una religión para todos los aficionados al automovilismo y en uno de los pocos juguetes que más de 60 años después de su invención, siguen teniendo un lugar predominante en grandes superficies, tiendas especializadas y mercados de segunda mando.

La invención de Fred Francis

Corría el año 1952 cuando Fred Francis, un joven y reputado ingeniero experto en electricidad, tuvo una idea en el salón de su hogar: ¿por qué no hacer que los coches con los que jugaban sus clientes se desplazaran de forma automática como los de verdad? Modificando los habituales coches de cuerda y motores mecánicos simples, y haciéndoles conducir la electricidad por su interior, consiguió que sus pequeños vehículos de latón de juguete se movieran sin necesidad de tocarlos.

Tras varios prototipos y pruebas, Francis consiguió mover el emblemático modelo Jaguar XK 120, que tantas alegrías le había dado a su empresa de juguetes, de forma automática para el asombro propio y de sus amigos. Había inventado el Scalex.

Francis, británico hasta la médula, siempre fue un chico adelantado a su edad. Con apenas 14 años decidió abandonar sus estudios en Londres y comenzar a trabajar en una serie de talleres y empresas que le ayudaran a potenciar sus habilidades con la mecánica y la electrónica. Justo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, y recién cumplidos los veinte años, Fed Francis ya era dueño de su propia compañía de ingeniería y todo un hombre de negocios. Su formalidad y dedicación, así como el arranque de la guerra que asoló Europa, le valieron para prosperar como uno de los principales suministradores de materiales para el gobierno británico gracias a una serie de contratos bastante suculentos.

Con un capital importante y con un futuro más o menos asentado, Fed Francis comenzó a fabricar sus propios juguetes mecánicos. Fundó Minimodels Ltd, una compañía centrada en el diseño y la fabricación de pequeños vehículos de metal armados con pequeños motores de cuerda en su interior. Minimodels producía desde trenes a coches, pasando por autobuses y pequeños aviones. Se convirtió en una marca reputada y de culto en Londres, tanto que su fábrica original se quedó pequeña al poco tiempo y en 1954 se vio obligado a mudarse a Hampshire y allí continuar con sus negocios.

Francis, para relajarse y desconectar de su ajetreada vida como director y fundador de una gran empresa, solía pasear por el circuito de Goodwood, en Sussex, y observar cómo pilotos y coches competían en él. Amaba el olor a goma quemada y el ambiente de competición que se respiraba en la zona. Día tras día, comenzó a integrarse cada vez más en aquel atractivo círculo, entablando relación con pilotos y expertos mecánicos, que le profesaban auténtica admiración por sus juguetes y exquisitas recreaciones de coches en miniatura. Y fue aquí cuando Francis se dio cuenta de que podía ir más allá con sus vehículos de cuerda.

El inventor del Scalextric solía pasear por el circuito de Goodwood, en Sussex, y observaba cómo pilotos y coches competían entre ellos

Tras conseguir que uno de sus juguetes condujese electricidad y se moviese de forma casi automática en 1952, empezó a pensar en gran escala. Quería reproducir exactamente lo que veía de forma casi diaria en Sussex: quería construir un circuito doméstico y permitir que cada británico pudiese competir en la comodidad de su casa. Francis convirtió esta tarea en una prioridad, y empleó desde piezas y circuitos de madera con pequeñas guías que conseguían que el coche se desplazara de forma guiada a pequeños recorridos de latón, pero no los consideraba realistas. No había adelantamientos, no había sensación de pilotaje, y ni mucho menos de control real. No te sentías un conductor. Sin embargo, el Scalex se vendió muy bien, y en algunos pubs y bares de Inglaterra comenzaron a proliferar pequeños clubs en los que estos vehículos de propulsión eléctrica competían en rudimentarias pistas creadas por la ocasión, siendo objeto de apuestas, torneos y similares.

Siete años después de la fabricación del Scalex y la irrupción de Startex -que mejoraba la propulsión eléctrica de estos coches de juguete-, la solución la encontró en su propia línea de juguetes. Minimodels tenía toda una gama de vehículos de hojalata, que conducía bien la electricidad, y dado que no se podía construir un circuito entero de hojalata o metal por los increíbles y elevados costes de producción que ello conllevaría, Francis modificó parte de los diseños para hacerlos más baratos y fáciles de producir. Construyendo una pequeña guía o raíl por el que se desplazaran los coches, los vehículos podían recorrer la pista y simular que estaban compitiendo los unos con los otros. Siguiendo la idea de algunos juegos de puzles y de coches de madera, diseñó un sistema de pistas modificable, con rectas y curvas sencillas, al igual que el recorrido de la pista de Goodwood que le obsesionó durante años.

En 1957 nacía el Scalextric, marca comercial derivada de la contracción de las palabras ‘scalex’ y ‘electric’. Y lo hacía justo cuando el atractivo de los coches de juguete comenzaba a desaparecer, movidos por la introducción de otros entretenimientos más atractivos. Pero Scalextric introdujo en el mercado dos elementos tecnológicos que lo hacían muy superior: presentaba un motor eléctrico completamente nuevo y la venta de un sistema de pistas exclusivo, altamente personalizable, que ofrecía la posibilidad de diseñar nuestro propio circuito en casa. El éxito fue casi inmediato. Francis apostó por diseñar sets basados en el Campeonato del Mundo de Fórmula 1, con el Maserati 250F Grand Prix y el Ferrari 4.5L Grand Prix como principales reclamos, algo que cuajó en el mercado. Pero el triunfo de Scalextric estaba envenenado: no era capaz de satisfacer las demandas de nuevas pistas y coches, y Minimodels se vio obligada a buscar una alternativa más barata.

La empresa de Francis contempló varias opciones. Podía seguir fabricando circuitos a pequeña escala o dar un paso de gigante y vender la empresa y la licencia a una gran compañía, que le garantizaría la fabricación de unidades necesarias y una distribución mucho mayor. Sin perder el arrojo que lo caracterizó de joven, Francis aceptó una absorción por el conglomerado empresarial Line Bros y a través de la filial Tri-Ang, Scalextric dio el salto mundial. El primer circuito se vendió a gran escala en 1958, algo que motivó a su inventor a seguir desarrollando nuevas ideas para mantener la línea y de paso, conseguir mayores beneficios. Si bien los primeros circuitos únicamente ofrecían pistas ovaladas o con forma de círculo, en 1960 Tri-Ang comienza a introducir carrocerías de plástico en los vehículos, que ofrecen un considerable abaratamiento de los costes de producción y aumentan la velocidad, al tener menor peso, de los vehículos.

El primer circuito se vendió en 1958 y en los años 60 se pasó del metal al plástico en las carrocerías

Con el cambio del metal al plástico, los coches comienzan a ganar en detalle, permitiendo la inclusión de pequeños elementos que antes eran impensables y ofreciendo la posibilidad de introducir partes más complejas en el interior. Tras el Maserati 250F Grand Prix se comienzan a diseñar variantes en colores, ofrecer otros modelos como el Lotus 16 y ampliar la gama y el parqué de vehículos hasta límites insospechados por aquel entonces. Scalextric empieza a reconocerse como una gran marca con importancia y resonancia internacional y da el salto a España.

Cuando Exin dio el pistoletazo de salida a Scalextric en España

Tri-Ang tenía en sus manos un juguete tan atractivo como interesante, que podía exportarse a otros países más allá de Reino Unido. ¿A quién no le gustaría montar su propio circuito de carreras en casa? En 1962, Tri-Ang decide firmar un contrato de exclusividad con Exin, la famosa juguetera, para distribuir y comercializar sus productos Scalextric en España. En aquella época, y por culpa del hermetismo económico impuesto por la dictadura de Franco, el poder vender un producto extranjero en nuestro país era todo un laberíntico burocráctico, pero el interés de Exin y lo atractivo del concepto permitieron que Scalextric triunfase en la presentación del producto en la Feria de Muestras de Barcelona de aquel año.

Para penetrar en el mercado español, Tri-Ang y Exin decidieron utilizar tres coches concretos y una serie de circuitos específicos. Las jugueterías y comercios autorizados recibieron con los brazos abiertos los tres primeros modelos, extraídos directamente del Campeonato del Mundo de Fórmula 1, siendo el Lotus 21, el Ferrari 156 y el Cooper F1, los primeros en llegar a meta. Exin se esforzó por ajustar el precio de los circuitos, algo lógico teniendo el poder adquisitivo de los españoles por entonces, marcando sus sets a un coste mínimo de 1200 pesetas de la época. Sin embargo, hablábamos de un gran coste para el ciudadano medio, y la marca tardó varios años en llegar al público. Exin puso toda la carne en el asador durante los primeros años. Sembró semillas que arraigarían con el paso del tiempo y supo mantener y cuidar a las comunidades de jugadores y pilotos de España. En 1965, y concretamente en Sabadell, Exin organizó una competición masiva en forma de carrera de resistencia de 12 horas en un circuito gigantesco de más de 30 metros de largo y seis carriles. Aquello fue tal éxito, que muchos veteranos de la marca lo recuerdan como la mejor maniobra publicitaria que jamás se realizó con la marca en nuestro país.

La empresa catalana Exin adquirió los derechos de Scalextric en España y cuidó la marca durante décadas

En 1964, Fred Francis ya tenía una idea asentada, un sistema reconocido y proyección internacional. Cualquier hombre de negocios habría dado por finalizado su trabajo en la idea que antaño le obsesionó, pero ambicionaba más y también comenzaron a surgir competidores. Victory Industries, otro fabricante de la época, había desarrollado su propio sistema de pistas y coches que según reconoció el propio Francis, estaba varios pasos por delante de lo que él mismo y su grupo de ingenieros había construido para Scalextric. El ingeniero jefe de VIP había ideado un número ingente de características exclusivas para las pistas, que ofrecían recorridos más complejos y realistas, y los propios coches, que ofrecían incluso suspensión individual en sus ruedas. Tri-Ang veía como una empresa competía contra ellos con mejores sistemas y diseños más espectaculares que los suyos.

Francis se tomó esto como una afrenta personal. En el fondo admiraba a VIP y su ingeniero jefe, y pensó en adquirir a sus competidores para aprovechar sus ideas en Scalextric y convertir su circuito de carreras doméstico en un sistema más realista y completo. Por ello, en 1967, Fred se presentó en las oficinas de VIP con una oferta impensable por aquel entonces, dejando claras sus intenciones. Tras debatirlo mucho, VIP rechazó la compra y la entrada del capital de Tri-Ang en la compañía, algo que abatió personalmente a Francis y que lo obligó a tomar otros caminos empresariales. Scalextric y VIP compitieron durante dos años más en las tiendas de Reino Unido, hasta que en 1969, tras varias decisiones comerciales erróneas y una mala gestión, llevaron a VIP a cerrar sus puertas definitivamente.

Mientras tanto, Scalextric se esforzaba por ser original. Adquirió licencias -vendió en 1967 un set de carreras inspirado en James Bond- y comenzó a diversificar su negocio. El realismo iba en aumento en los coches y pistas, con nuevas técnicas inyección de plástico, introducción de mejores pegatinas y vinilos y la realización de carrocerías aún más detalladas que las de las primeras generaciones. Teniendo en cuenta que la idea de la marca siempre había sido la de recrear el ambiente de un circuito de carreras, Scalextric comenzó a incorporar detalles y accesorios para ello -¡se editó hasta un disco de vinilo con sonidos!-, presentando puentes, túneles, vallas de protección y peraltes, algo que hasta la fecha no había hecho ningún competidor y que lo acercaban cada vez más al mercado de los coleccionistas y modelistas, que veían en estos coches una nueva forma de crear paisajes y escenarios complejos como los que recreaban con sus trenes. Hasta Los Beatles acabaron rendidos a la propuesta, reconociendo que el juguete era una de sus formas preferidas de desconexión tras las giras y conciertos.

Scalextric supo marcar un antes y un después en su público español gracias a una maniobra excelente por parte de la catalana Exin: lanzar un producto tematizado, único y completamente adaptado al mercado autóctono. En 1966, Exin comercializaba el circuito Seat 600 TC, un modelo con dos pequeños Seat 600 de competición, que conseguía mostrar una nueva vertiente nacional para un juguete nacido en las islas británicas. Y no quedó ahí. Exin mimó tanto a la marca, que incorporó técnicas de producción novedosas y especiales en la fabricación y diseño de los vehículos, superando en detalle y calidad de materiales a los de la empresa británica.

La decisión de producir el modelo de Seat fabricado en Martorell, el mítico Seat 600, le permite a Exin dar un paso adelante. Con los medios necesarios, Scalextric en España comienza a producir y distribuir coches en escala 1/32 como el Mercedes 250 SL, el Chaparral GT, el Jaguar E-Type o el Seat 850 TC, convirtiéndose en una marca local que empieza a ganarse la confianza de su público. El nivel de estos coches era tan alto, que a día de hoy siguen siendo el objeto más deseado y codiciado por los coleccionistas a nivel internacional. Durante décadas, la filial española produciría y comercializaría los mejores coches de Scalextric, algo que nos lleva a la década de la expansión en los años 70. Exin recogió todo lo sembrado anteriormente y durante varios años, ofreció a los españoles circuitos propios y locales, nuevos coches y vehículos -como el Mini Cooper y el Porsche 917-, e incluso tuvo la valentía de presentar prototipos que jamás llegaron a comercializarse en el mercado del motor, como el Mercedes Wankel C-111.

Nuevos horizontes tecnológicos: la evolución de Scalextric

El mundo del juguete se puso patas arribas con la llegada de las figuras de acción y la miniaturización de los muñecos. Todo era cada vez más pequeño, cada vez había más vehículos y accesorios y Scalextric seguía siendo un juguete de lujo, enorme, y que apenas había evolucionado en múltiples aspectos de su diseño. Como consecuencia de la enorme crisis por la que atravesaba Reino Unido, la filial británica lo pasó realmente mal, viéndose obligada a vender sus participaciones a Dunbee-Combex-Marx Group, reduciendo costes de fabricación y publicidad y abandonando gamas y escalas. El juguete parecía estancado y las mejoras y novedades presentadas, como chasis más ligeros y pistas más parecidas a las de verdad, no eran lo suficientemente atractivas para el público. En 1985 Scalextric decidió ir un paso más allá en su línea e incluyó un rompedor sistema de alumbrado en los coches, que favorecía experiencias nocturnas y a oscuras al incluir en los coches un sistema de faros muy realista. El primer modelo fue el Lancia 037, que junto al Audi Quattro, se convirtieron en dos de los coches de rally más emblemáticos de la firma en toda su historia.

Pero siguiendo la tradición en la empresa, se decidió ir un paso más allá. Los coches ya mostraban luces, eran cada vez más detallados y las pistas incorporaban texturizados increíbles. Pero Tri-Ang decidió renovar el motor de sus vehículos, el famoso RX, que durante décadas había alimentado las entrañas de sus réplicas de juguete. Para ello, se estrenó el llamado RX-2, mucho más rápido y potente, que aumentaba considerablemente las revoluciones de los vehículos que lo incorporaban y que ayudan a que las carreras fueran mucho más emocionantes y creíbles. Además, años después del cierre de VIP, la empresa que compitió con Scalextric al comienzo de su andadura, estrenaría el Super Traction System que permitía tracción en los vehículos y que ofrecía carreras 4x4 y off-road bajo la forma y licencia del famoso París-Dakar.

En los años ochenta se estrenaron las luces en los coches y se montaron motores más potentes

Exin seguía siendo la referencia del mundo de Scalextric. Vehículos, pistas y diseños mantenían el tipo y continuaban sacándolos colores a muchas ediciones extranjeras, hasta tal punto que la propia Exin pensó que podía explotar su buen hacer. Siguiendo los parámetros de su acuerdo con Tri-Ang firmado en los años sesenta, la catalana podía usar la marca dentro de España, pero no a nivel internacional. Por eso, y para vender sus propias versiones, coches y similares fuera de nuestras fronteras creo en 1991 la marca SCX, que les permitía vender distintos objetos y accesorios en otros países. Desde piezas de repuesto a pistas, pasando por vehículos, carrocerías y otros elementos de decoración de gran calidad.

Desgraciadamente, la maniobra no logró mantener a la empresa. Exin no lograba remontar TENTE en su particular carrera contra LEGO, y sus otros productos, dejaron de retener el atractivo que antaño tuvieron. La fábrica de Roger de Flor cerró sus puertas en 1993 aquejada de grandes deudas y problemas financieros, obligando a la compañía a ceder los derechos de Scalextric a la todopoderosa Tyco. La empresa norteamericana, pensando en grande -como se suele hacer en este tipo de decisiones-, llevó la fabricación de Scalextric a China. La estrategia no estaba carente de lógica: Tyco podía así fabricar a gran escala y abaratar al máximo los costes de producción de las pistas y carrocerías, eliminando algo del aspecto artesanal que había llevado la marca hasta la fecha pero ampliando con mucho el stock y la distribución. Pero no fue suficiente. Tyco mantuvo cierto nivel en sus diseños y producciones, continuando el gran legado de Exin, pero la calidad del juguete se resintió.

El negocio del juguete vivió una particular crisis a mediados de los años noventa. Hasbro y Mattel comenzaron enormes planes de expansión propios, declarándose una guerra de posiciones y gamas de producto que todavía colea en nuestros días. Mientras una se preparaba para adquirir licencias de películas y el desembarco del nuevo film de Star Wars, Mattel absorbió a Tyco y vendió a TecniToys Juguetes, afincada en Barcelona, los derechos de fabricación y distribución de Scalextric y SCX, la marca que ayudó a crear Exin años atrás. TecniToys Juguetes tomó varias decisiones, algunas de ellas muy acertadas, como la de invertir en tecnología propia y la de fabricar nuevos vehículos y modelos, como el venerado Toyota Corolla WRC de Carlos Sáinz, y la de mantener a la comunidad existente de Scalextric en algunos países con iniciativas como Club Scalextric. A finales de los noventa, con la electrónica en su apogeo y la entrada de las tecnologías más locas inimaginables en el mundo de los juguetes, TecniToys renovó la marca con nuevas adiciones a la línea que a día de hoy nos parecen tan básicas como habituales.

TecniToys recuperó la marca Scalextric y la devolvió a la actualidad con innovaciones y mejoras

Reeditó versiones antiguas de vehículos y coches desaparecidos años atrás bajo el sello Vintage y profesionalizó la licencia ampliando elementos de modificación y personalización bajo el sello Scalextric Pro, que introducía ciertas características muy deseadas por los aficionados y coleccionistas del juguete. Supo adaptarse a los tiempos y en 2004 inició una ambiciosa traslación al sistema digital con Scalextric Digital System, un sistema que permitía a los coches saltar de una guía a otra del circuito e incluso permitir que varios vehículos pudieran conducir por el mismo raíl sin problemas. Los adelantamientos, una de las obsesiones de Fred Francis en los años sesenta, por fin se convertían en algo real.

TecniToys pasó décadas prestando especial atención a la trayectoria de los pilotos españoles y trajo de vuelta ciertos aspectos muy fomentados por Exin años atrás al juguete, presentando de nuevo ese sentimiento de club automovilístico tan añorado en los años noventa y devolviendo auténticos pelotazos comerciales a la marca, como la más de 9000 unidades vendidas del Ferrari F2004 de F1, el mismísimo monoplaza pilotado por Michael Schumacher, que no es otro que el coche más vendido de Scalextric en toda su historia. Pero nada dura para siempre: TecniToys entró en concurso de acreedores en 2012, dejando huérfana a Scalextric una vez más. La licencia pasó a Fábrica de Juguetes, que decidió continuar la tradición y ofrecer exactamente lo que el mercado español había estado reclamando durante años.

El futuro de un juguete premium

El futuro de Scalextric es prometedor, pese a que su fama no sea la de antaño y su penetración en el mercado sea casi testimonial. Hornby en Reino Unido con Scalextric y Superslot y Fábrica de Juguetes en España con Scalextric y SCX, son los dos pilares del hobby a nivel nacional e internacional, ofreciendo a un público fiel nuevos modelos, técnicas y aspectos a considerar en una afición cada vez más completa y ambiciosa, que cuenta con incontables producciones e imitaciones asiáticas y grandes marcas alternativas de calidad como Nico y Carrera.

Los componentes electrónicos son cada vez mayores, y la introducción de sistemas que permiten a los jugadores competir contra coches pilotados por ordenadores, cronometrar sus tiempos con fidelidad casi profesional o incluso la posibilidad jugar sin necesidad de mandos ataviados con cables, se han convertido en una tónica dentro de un sistema que se renueva constantemente sin olvidar su legado analógico. En un mundo lleno de apps obsesionado por lo intangible y el valor inmaterial, Scalextric es un juguete físico y real capaz de enamorar a niños y adultos por igual.