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Ya hemos visto 'Bugonia' y es el experimento de ciencia ficción paranoide perfecto sobre la desinformación en internet

Yorgos Lánthimos, Emma Stone y Jesse Plemons están enormes en esta extraña cinta que juega con el espectador en clave de humor negro y que se estrena este viernes 7 en los cines de España.

La cinta Bugonia llega con aquella mezcla extraña de tensión y absurdo que Yorgos Lanthimos maneja desde Canino, pero aquí con un añadido interesante: está dialogando con una película de culto surcoreana, Save the Green Planet!, y lo hace desde un lugar más caro, más internacional y más consciente de su propio prestigio.

Desde su estreno en la competición de Venecia 2025 quedó claro que no era un encargo raro, sino una pieza que el director quería poner en la misma estantería que Pobres criaturas y La favorita, solo que virada hacia el secuestro paranoico y la sátira tecnofóbica. La premisa —dos tipos convencidos de que una poderosa CEO es en realidad una alienígena que viene a destruir la Tierra— suena disparatada, pero es justo ahí donde la crítica ha visto a Lanthimos más cómodo: en el absurdo como forma de hablar de la época y no como simple extravagancia.

Tecnoconspiranoia

El arranque es de manual conspiranoico: Teddy, apicultor obsesionado con foros apocalípticos, y su primo Don secuestran a Michelle Fuller, directora de una megafarmacéutica, la rapan, la aíslan y le dan un plazo para "confesar" o contactar con sus supuestos superiores de Andrómeda. Ete escenario funciona como cámara de presión: un sótano, dos captores que no están del todo en sus cabales y una mujer que pasa de la incredulidad al cálculo político. Lanthimos mantiene la base del original surcoreano, pero cambia la figura de este 'villano' por una ejecutiva interpretada por Emma Stone, lo que le permite meter, sin decirlo, la crítica al biopoder de las farmacéuticas y a la industria que explota el colapso ecológico que ella misma alimenta. El dato de que la actriz se afeitara la cabeza para el papel se ha repetido en las crónicas porque marca tono: aquí no hay glamour victoriano de Pobres criaturas, sino un cautiverio incómodo, casi clínico.

Stone juega a la ambigüedad justa para que nunca sepamos del todo si es una víctima o la encarnación perfecta del mal capitalista.

De lo mejor de la cinta es el choque actoral entre Stone y Jesse Plemons. Él construye a Teddy como un fanático que empieza seguro de su relato y va desmoronándose según la realidad no encaja en su teoría; ella, como una mujer peligrosamente inteligente que prueba todas las cartas —amenaza, seducción, victimismo corporativo— para salir viva. Las interpretaciones mantienen la película en pie incluso cuando el discurso se vuelve más obvio o el encierro empieza a repetirse. Plemons tiene esos estallidos nerviosos que lo emparentan con Tarde de perros y Stone juega a la ambigüedad justa para que nunca sepamos del todo si es una víctima o la encarnación perfecta del mal capitalista.

Visualmente es una gran película de Óscar

Visualmente, Bugonia es otra demostración de que Lanthimos está en fase de "películas grandes". Rodada mayoritariamente en VistaVision y con Robbie Ryan volviendo a la fotografía, la cinta alterna el interior opresivo con exteriores que parecen sacados de un delirio postapocalíptico —en parte porque el director tuvo que sustituir la Acrópolis por localizaciones en Milos cuando Grecia le negó el permiso—, y eso le da al final una dimensión casi mitológica que la original no tenía. Esa decisión formal es importante: señala que el secuestro no es solo un delirio privado de un conspiranoico, sino una pelea por el relato del mundo, por quién tiene derecho a decir qué está pasando en el planeta.

En el fondo, encaja bien en la línea que la prensa ha venido describiendo como "absurdo político" de Lanthimos: situaciones extremas para hablar de cosas muy reconocibles. Aquí están las abejas que desaparecen, las comunidades que se rompen, la sospecha de que las élites viven literalmente en otra dimensión, todo eso que el propio director explicó en Venecia como "no es distopía, es lo que ya estamos viendo". La diferencia respecto al film coreano es que Lanthimos potencia el lado performativo del secuestro: Teddy casi necesita que la CEO sea alienígena porque toda su identidad se basa en esa épica de salvar el planeta.

También hay una lectura ecológica y tecnocrítica: si el villano potencial es la directora de una farmacéutica a la que se acusa de matar abejas y adormecer a la población, la película está hablando del coste ambiental de las soluciones fáciles y del modo en que la ciencia, si se desvincula de la ética, puede parecerse mucho a una invasión extraterrestre. Lanthimos lo cuenta con humor negro, pero el subtexto es amargo: la Tierra está peor, la gente está más sola y la única épica disponible es la del conspiranoico armado con vídeos de YouTube. Eso hace que Bugonia funcione como sátira de la cultura de la desinformación sin ponerse paternalista, porque muestra a la vez qué ridículo y qué comprensible es necesitar una gran explicación para un mundo que no deja de fracturarse.

Le falla el ritmo

No todo es impecable. Tiene un arranque lento y de cierta pesadez en el tramo central, cuando el interrogatorio gira sobre sí mismo y la película parece repetir la misma escena con pequeñas variaciones. En su último tercio, la metáfora se vuelve más gruesa y que el film se acerca peligrosamente al subrayado, algo que en Lanthimos suele estar mejor contenido.

Aun así, como pieza dentro de la colaboración Stone–Lanthimos y como relectura de una cinta de culto asiática para el público global, sale airosa. Tiene personajes que se quedan con el espectador, un diseño visual reconocible, una idea política clara y ese punto de rareza que, a estas alturas, ya es marca de autor. No es la película que va a dividir tanto como El sacrificio de un ciervo sagrado, pero sí una que alimenta el debate sobre hasta dónde puede llevar Lanthimos su mezcla de fábula cruel y comentario social, y sobre cómo se puede actualizar un relato de paranoia ecológica en una era en la que la paranoia es casi una forma de entretenimiento.