Durante años, el nombre de Anne McClain estuvo asociado al morbo del "primer delito cometido en el espacio". Hoy, ese relato se ha derrumbado oficialmente: no hubo delito, y la astronauta de la NASA fue víctima de una acusación falsa en plena guerra por la custodia de un hijo.
En 2019, cuando McClain estaba a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI), su exesposa, Summer Worden, la denunció por supuestamente haber accedido sin permiso a su cuenta bancaria desde el espacio. El caso se convirtió en un titular perfecto —"primer crimen espacial"— y dio la vuelta al mundo antes de que nadie pudiera comprobar si la historia se sostenía.
Del "crimen espacial" al montaje en tierra
Seis años después, el guion se ha invertido. Worden, exoficial de inteligencia de la Fuerza Aérea, se ha declarado culpable de mentir a las autoridades federales estadounidenses sobre esos supuestos accesos. La investigación demostró que ella misma había compartido las credenciales con McClain desde 2015 y que el acceso a la cuenta formaba parte de la gestión habitual de las finanzas familiares, con su consentimiento, hasta que cambió las claves en 2019 sin comunicarlo.
El móvil estaba en tierra, no en órbita. La denuncia llegó en pleno divorcio conflictivo y en plena batalla por la custodia de un hijo. Según los fiscales, Worden ocultó deliberadamente que McClain tenía permiso previo para usar la cuenta y construyó un relato de "usurpación de identidad" para perjudicarla. El cargo al que se ha acogido —declaraciones falsas a agentes federales— puede acarrearle hasta cinco años de prisión y una multa de hasta 250.000 dólares.
Rehabilitar un nombre en plena era mediática
Para McClain, el daño fue inmediato y desproporcionado. En cuestión de días pasó de ser una de las caras visibles del cuerpo de astronautas —candidata al primer paseo espacial exclusivamente femenino— a aparecer en titulares junto a la palabra "crimen". Aunque la NASA defendió su presunción de inocencia y el aplazamiento de aquel paseo se debió en realidad a un problema de tallas de los trajes, la sombra de la sospecha quedó pegada a su nombre y alimentó rumores en redes y tertulias.
El cierre del caso llega en un momento muy distinto para ella. McClain ha seguido en activo dentro de la NASA y en 2025 ha regresado a la Estación Espacial Internacional como comandante de la misión Crew-10 de SpaceX, un respaldo de facto a su carrera tras años de escrutinio mediático. La sentencia contra su exesposa se conocerá en febrero de 2026, pero el veredicto social que le importaba —el de haber limpiado su nombre— ya está sobre la mesa.
El episodio deja además lecciones incómodas sobre cómo contamos las historias del espacio. Varios trabajos académicos citan el caso McClain-Worden como ejemplo de "primer crimen espacial" en debates sobre jurisdicción penal fuera de la Tierra, pese a que nunca llegó a existir tal delito. Y plantea otra cuestión de fondo: cómo una acusación instrumentalizada en un conflicto familiar puede desatar un linchamiento global cuando se cruza con la fascinación por lo extraordinario —una astronauta, la EEI, el "crimen en órbita"— y con los sesgos que todavía pesan sobre las figuras públicas LGTBIQ+ y las mujeres en puestos de poder.