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La evolución no para de crear a la misma bestia depredadora en distintos continentes y los científicos no saben explicarlo

Tal vez porque, cuando la naturaleza encuentra un diseño que funciona, no duda en reescribir el guion... aunque sea por enésima vez.

Puede parecer que la evolución premia la diversidad, pero a veces insiste en repetir una misma fórmula. Según un nuevo estudio publicado en Evolution, la naturaleza ha creado el mismo tipo de animal —un comedor de hormigas y termitas con lengua larga, garras afiladas y sin dientes— no una, ni dos, sino al menos doce veces desde que desaparecieron los dinosaurios. Este patrón repetitivo, lejos de ser casual, revela un fenómeno fascinante: la evolución convergente.

Un diseño perfecto

Oso hormiguero, pangolín, equidna, aardvark o numbat. Todos ellos pertenecen a linajes completamente distintos de mamíferos, y sin embargo han desarrollado estructuras anatómicas y conductas casi idénticas para alimentarse de insectos sociales. "Es como si la evolución tuviera un botón de copiar y pegar", explica con ironía el biólogo Thomas Vida, coautor del estudio. Al mapear los hábitos alimentarios de más de 4.000 especies, su equipo descubrió que la mirmecofagia —la dieta basada en hormigas y termitas— ha sido una solución evolutiva recurrente, impulsada por la abundancia de estas presas tras la extinción masiva del Cretácico.

La clave está en la oportunidad ecológica. Una vez los dinosaurios desaparecieron, las hormigas y termitas ocuparon rápidamente el vacío, convirtiéndose en una fuente casi infinita de biomasa. Esto habría incentivado la aparición, una y otra vez, de mamíferos adaptados a explotarlas. Como señala la bióloga Laura Wilson en Science, "las especializaciones mirmecófagas son de las más extremas que se conocen: requieren cambiar no solo la dentición, sino toda la morfología del cráneo, el sistema digestivo y las extremidades".

Pero esta especialización tiene un precio. El estudio también destaca que, una vez que un linaje se convierte en mirmecófago, rara vez puede dar marcha atrás. De hecho, solo se ha detectado un caso de reversión en 66 millones de años: el de la musaraña elefante de orejas cortas, que diversificó su dieta tras millones de años de alimentación especializada. Todo indica que, evolutivamente, comer hormigas es un camino sin retorno: funcional, pero limitante.

A diferencia de otros ejemplos de evolución convergente —como los crustáceos que han evolucionado formas similares al cangrejo en cinco ocasiones, pero en cientos de millones de años—, la rapidez con que los mamíferos han repetido el patrón mirmecófago es desconcertante. "Por alguna razón, la evolución sigue produciendo osos hormigueros", resume Vida.