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La megacontrucción artificial de Dubái fracasa: de las 300 islas de lujo previstas, solo un puñado se ha levantado tras 20 años

Puede que algunas de estas islas acaben convertidas en enclaves exclusivos para unos pocos, pero el megaarchipiélago que aspiraba a ser ha terminado.

El mundo entero en miniatura frente a la costa de Dubái: esa era la promesa de The World Islands cuando se anunció a bombo y platillo a comienzos de los 2000. Más de 300 islas artificiales dibujando un mapamundi perfecto sobre el golfo Pérsico, listas para convertirse en resorts de lujo, mansiones imposibles y clubs privados para multimillonarios.

Dos décadas después, la postal aérea cuenta otra historia: la mayor parte del archipiélago sigue siendo un conjunto de montículos de arena sin edificar, y solo unas pocas islas han logrado transformarse en algo parecido a lo que se vendió en las maquetas. Incluso imágenes satelitales recientes de la NASA hablan de "solo un puñado" de islas realmente desarrolladas de las 300 previstas.

El proyecto se presentó en 2003 como la siguiente gran fantasía inmobiliaria de Nakheel, la promotora responsable de la Palm Jumeirah. Ese mismo año comenzaron los trabajos de dragado para levantar las islas y, para 2008, la estructura básica estaba terminada: la barrera de rocas cerrada, las 300 parcelas de arena reclamadas al mar y alrededor de un 60 % de ellas comprometidas con inversores privados, según los datos de la propia empresa y de los registros de la época. La fiesta se cortó en seco cuando llegó la crisis financiera global de 2008: se evaporó el crédito, los compradores desaparecieron y buena parte de los desarrollos previstos se quedaron en papel mojado.

El sueño que se quedó a medias

A partir de ahí, The World se convirtió más en advertencia que en escaparate. Durante años circularon informes que señalaban problemas de erosión, dificultades para mantener la estabilidad de las islas y la necesidad de costosos trabajos de relleno y protección para que la arena no volviera al fondo del mar. Algunos medios llegaron a hablar de que "el mundo se hundía", mientras la propia Nakheel se veía obligada a desmentir que el archipiélago estuviera literalmente desapareciendo bajo el agua, aunque sí admitía que requería un mantenimiento intensivo. A eso se sumaban los retos prácticos: llevar luz, agua, saneamiento y transporte regular por barco a cada isla elevaba aún más unos costes ya astronómicos.

En ese contexto, las pocas excepciones destacan precisamente porque son eso, excepciones. Lebanon Island fue de las primeras en activarse como espacio para eventos y fiestas privadas, pero durante años fue casi la única señal de vida en todo el archipiélago. Más recientemente se han sumado proyectos como el resort Anantara World Islands, en la isla de Clarence, y el macrocomplejo turístico The Heart of Europe, que ocupa seis islas inspiradas en destinos europeos como Suecia, Alemania o Mónaco. Aun así, la foto global apenas ha cambiado: frente a la promesa original de cientos de islas de lujo completamente urbanizadas, siguen siendo solo unas pocas las que ofrecen hoteles o villas operativas.

De icono inmobiliario a laboratorio urbano

La comparación con otros iconos de Dubái ayuda a entender por qué The World se percibe como un fracaso relativo. Mientras Palm Jumeirah se consolidaba como barrio residencial y polo turístico con miles de apartamentos, centros comerciales y resorts, las microislas del mapamundi quedaban en un limbo especulativo, demasiado caras y complicadas para la mayoría de promotores, pero sin la demanda suficiente como para justificar los desembolsos necesarios. En los últimos años han surgido intentos de "resurrección", desde el proyecto The World Islands Revival hasta iniciativas como Amali Island, que plantea 24 mansiones de superlujo promovidas por los hijos del magnate Hussain Sajwani. Son signos de movimiento, pero no borran el largo periodo en el que el archipiélago fue poco más que un recordatorio de los excesos anteriores a la crisis.

Hoy, con Dubái de nuevo en plena euforia turística y de inversión, The World intenta reescribir su narrativa, pero lo hace desde una realidad muy distinta a la soñada en 2003. Los expertos en urbanismo y planificación miran el proyecto como un laboratorio extremo: pone sobre la mesa los límites de los desarrollos creados sobre arena dragada, los costes de mantenerlos frente a la erosión y el impacto de la subida del nivel del mar en este tipo de infraestructuras costeras.