Daredevil es uno de los grandes héroes más importantes de Marvel, sobre todo en los últimos tiempos, por sus lecturas, sus traumas y su posición dentro de la Casa de las Ideas. Y no es algo que sea coto única y exclusivamente de el Universo Cinematográfico de Marvel y su empuje con las últimas adaptaciones del personaje. Como es lógico, hay que recurrir a la fuente original: a los tebeos.
No obstante, en el cómic mainstream hay etapas que no solo redefinen a un personaje, sino que reformulan lo que entendemos por "superhéroe". El Daredevil de Brian Michael Bendis y Alex Maleev pertenece a esa categoría rara, casi incómoda, donde la ficción se acerca tanto al suelo que parece rozar el bordillo de Hell’s Kitchen. Uno no entra en este Omnibus buscando golpes espectaculares o coreografías imposibles: aquí se viene a escuchar el silencio de una ciudad rota y podrida por las mafias y la corrupción a varios niveles, a sentir el miedo inherente a ser un vigilante con doble y a entender a Matt Murdock cuando se queda sin máscara porque el mundo entero ha aprendido su nombre.
Daredevil como nunca lo viste: la etapa que expone a Matt Murdock y reinventa al héroe caído
Bendis, guionista capaz de levantar pasiones y odios a partes iguales entre la comunidad marvelita, construye su historia con la paciencia de un relojero que desmonta un mecanismo delicado. Sus credenciales son claras: le interesa menos el crimen que los efectos colaterales y aún menos la acrobacia que el temblor en la voz de un héroe expuesto. Su gran acierto es convertir la revelación de la identidad de Daredevil -normalmente un clímax- en punto de partida. Desde ahí, el guionista hunde las manos en la psicología del personaje y se pregunta qué significa luchar por una ciudad cuando la ciudad conoce tus pecados. El resultado es una narración tensa, íntima, que avanza como un informe judicial: sin prisa, sin adornos, sin concesiones.
La historia arranca con la filtración de la identidad secreta de Daredevil y su intento por mantener el control de su vida mientras el FBI, Kingpin y la mafia se ciernen sobre él. Casi nada. Tras unos años noventa un tanto convulsos, Bendis solo consolidó el tono noir que ya había apuntalado Frank Miller en los ochenta, sino que llevó a Matt Murdock a un territorio narrativo a principios de los 2000 donde la verdad, la identidad y la corrupción se entremezclan con una naturalidad brutal. Y encaja.
El dibujo de Maleev es la otra mitad del ejercicio. Su estilo áspero, casi fotográfico, tiñe las páginas de un gris urbano perpetuo. No hay glamour en su trazo; hay desconchones, sombras rotas, fondos que se difuminan o miradas perdidas de personajes que luchan por buscar su sitio en un cosmos opresivo y particular. Es una lectura apasionante, en la que todo parece a punto de derrumbarse en varias ocasiones, como si la tinta también cargara con la presión mediática que cae sobre Matt.
Y, aun así, en medio de esa atmósfera sucia, Maleev encuentra una belleza seca, desgastada, que convierte cada viñeta en un fragmento congelado de un thriller en cámara lenta. Es una de las etapas más expresivas, contundentes y definitorias para el look and sense de Daredevil en estos tiempos. El conjunto funciona como un estudio de personaje, pero también como una reflexión sobre la fragilidad del mito. Bendis y Maleev no destruyen a Daredevil; simplemente retiran la venda para enseñarnos cuán vulnerable estaba desde el principio.
Este volumen omnipresente no solo es una obra clave por su contenido narrativo, sino también un objeto físico imponente. Aquí en España se trata de un tomo en cartoné (tapa dura) de 816 páginas interiores en color, con cubiertas, editado por Panini y SD en España. Las dimensiones del volumen son de 277 × 183 mm, lo que le da un formato grande, que refuerza la sensación de peso tanto en el plano físico como en el narrativo.
Este primer Omnibus no es solo un gran tebeo: es un descenso controlado al lado más humano del Diablo Guardián, una obra imprescindible para quien quiera entender por qué Matt Murdock nunca fue un héroe al uso sino algo mucho más complejo.