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Comienza la construcción de 'Agua Negra': un megaproyecto a 4.000 metros de altura que unirá dos océanos

Si ciertos ingredientes se cumplen, el túnel podrá ser una infraestructura de integración verdaderamente transformadora; sin ellos, seguirá siendo sobre el papel una promesa ambiciosa y controvertida.

Un túnel de alta montaña que atraviese los Andes por primera vez a escala moderna ha vuelto a ponerse sobre la mesa: el proyecto Agua Negra plantea excavar un conducto de unos 14 kilómetros y más de 4.000 metros de altitud que conecte la provincia argentina de San Juan con la Región de Coquimbo en Chile, transformando un paso estacional en una vía permanente hacia el Pacífico. La reactivación reciente —con obras ya iniciadas en el lado chileno y planes próximos en el argentino— devuelve al corredor al centro del debate público y técnico.

Una obra de miles de millones y alcance regional

La dimensión económica no es menor: los estudios de prefactibilidad y los paquetes de estructuración sitúan el coste del túnel en un orden de magnitud que ronda los miles de millones de dólares y han impulsado la búsqueda de mecanismos mixtos de financiamiento. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) participó desde etapas tempranas con programas de estructuración y aprobó préstamos por etapas —incluido un tramo inicial señalado por 280 millones de dólares para impulsar la primera fase—, lo que confirma el interés multilateral en viabilizar la obra.

Más allá de la ingeniería, el argumento geoestratégico es central: Agua Negra forma parte del llamado Corredor Bioceánico Central (Coquimbo–San Juan–Porto Alegre) y promete acortar tiempos logísticos hacia Asia, diversificar salidas de exportación para el noroeste argentino y articular cadenas productivas regionales que hoy sufren costes y desvíos prolongados. Los informes de planificación del BID y estudios de integración lo plantean como una pieza para ampliar la conectividad y la competitividad regional, aunque no sin condiciones.

Impactos ambientales y desafíos técnicos

El coste ambiental y técnico es el espejo que devuelve la complejidad del proyecto. Los estudios de impacto ambiental (EIA) —varios capítulos disponibles en la documentación de licitación y estructuración— subrayan riesgos concretos: fragilidad de altitud (fauna y flora de montaña), manejo de aguas, disposición de escombros de excavación, riesgos sísmicos y retos logísticos asociados a operar por encima de los 4.000 m. Organizaciones y análisis independientes han advertido que esos factores requieren mitigaciones estrictas, protocolos de monitoreo y fondos para reparar afectaciones a largo plazo.

En clave política y de calendario, el proyecto arrastra periodos de pausa y reactivación: tras una interrupción durante la administración anterior en Argentina, la iniciativa recuperó impulso con la reapertura de procesos de contratación y con señales de reanudación en el lado chileno; la ejecución plena, sin embargo, depende de la coordinación binacional, de tramos de financiación comprometida y de la resolución de consultas ambientales y sociales pendientes. Esa coyuntura explica por qué, pese a anuncios optimistas, la obra aún requiere pasos administrativos y técnicos decisivos antes de que se vea un túnel excavado.

Promesa o riesgo: la frontera entre desarrollo y sobrecoste

Entre promesas y peros, Agua Negra encarna la tensión clásica de las grandes infraestructuras: puede ser trampolín para exportaciones, turismo y desarrollo regional, o bien un factor de impacto ambiental y gasto público si no se gestiona con rigor. La receta práctica que piden los expertos es sencilla en el papel y difícil en la práctica: transparencia en los contratos y la financiación, verificación independiente de los EIA, participación y compensación para comunidades locales, y diseños que incorporen resiliencia climática y riesgo sísmico.