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Los creadores de Warhammer se salvaron de la ruina gracias a este juego de miniaturas de 'El Señor de los Anillos'

Games Workshop estaba muy tocada a finales de los años 90. El fabricante de miniaturas se aferró a la licencia de un juego de miniaturas de 'El Señor de los Anillos' y todo cambió.

Games Workshop es una de las grandes compañías de entretenimiento de nuestro tiempo. El ente británico, fabricante de juegos de miniaturas o wargames es una fuente de infinidad de productos del hobby, y poco a poco, sus licencias están dando el paso a otros medios como las series de televisión a través de grandes proyectos como el que prepara con Henry Cavill y Prime Video. Ahora, mientras Warhammer 40,000 vive su momento de esplendor y Age of Sigmar y Warhammer Fantasy despuntan como juegos predominantes entre la comunidad, es interesante volver la vista atrás y recordar al juego que salvó a Games Workshop de la ruina en unos de los peores momentos financiero de la empresa en toda su historia. Y la Tierra Media tiene mucho que ver.

El renacer de Games Workshop: cómo el juego de miniaturas de El Señor de los Anillos rescató a la compañía en 2001

A principios de los 2000, Games Workshop atravesaba una situación financiera crítica. Su éxito en los años 80 y 90, cimentado en los universos de Warhammer y Warhammer 40,000, había empezado a flaquear después de una serie de malas decisiones comerciales -como el fracaso de Gorkamorka-, y la compañía británica parecía encaminarse hacia una inevitable crisis. No conseguía atraer a nuevos jugadores y las nuevas ediciones del juego no daban suficientes beneficios. Pero desde la ejecutiva dieron un paso valiente.

Pese a que durante décadas se habían esforzado en elaborar licencias propias con nombres y ejércitos, así como ricos mundos alejados de las habituales franquicias, cambiaron de rumbo. Se aproximaba el estreno de El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo en 2001, la primera de las películas de Peter Jackson y aquella astuta jugada de lanzar un juego de miniaturas oficial de la trilogía de J.R.R. Tolkien, cambiarían para siempre el destino de Games Workshop.

Al aliarse con New Line Cinema para obtener la licencia, Games Workshop diseñó un wargame más accesible y divertido, alejando de las otras versiones de Warhammer y de los llamados juegos de especialista como Blood Bowl y el citado Gorkamorka. El juego fue obra de Alessio Cavatore, un prometedor desarrollador italiano que llevaba trabajando desde hace unos años en el ente británico y que, a la postre, sería el responsable de algunos de los sistemas de juego y diseños de ejército más emblemáticos de la compañía en Warhammer. La idea del juego era sencilla, enfrentar a la Luz y Oscuridad, con los héroes y villanos de la Tierra Media, en numerosos escenarios.

El juego de miniaturas era más sencillo y directo que otros de Games Workshop: Luz y Oscuridad con héroes y villanos de la Tierra Media

El juego ofrecía a los aficionados -nuevos y veteranos- la posibilidad de coleccionar, montar y pintar figuras de icónicos ejércitos y personajes, con facciones como Elfos, Hombres, Pueblos Libres, Orcos de Mordor u Orcos de Moria -en su primera edición-, y héroes como Aragorn, Legolas, Gandalf o Frodo, así como villanos de la talla de Lurtz, los Nazgûl y grandes criaturas como el Troll de Moria. La idea era que el jugador pudiese desplegar sus miniaturas y facciones para disfrutar batallas que recreaban épicas escenas en escenarios cuidadosamente diseñados, vistos en las películas y los libros de Tolkien, con reglas específicas que incluso se ampliaban más allá del reglamento en revistas oficiales como la White Dwarf.

El coleccionar, montar y pintar figuras, una actividad, conocida como el hobby, convirtió el pasatiempo de los juegos de mesa en un arte personal, donde cada jugador podía aportar su creatividad y personalidad en cada miniatura. Games Workshop dio en el clavo. El juego se estrenó con una caja básica en noviembre del 2001, y con ello, no solo logró atraer a los fanáticos del cine y de la Tierra Media, sino también a un público joven y nuevo en el mundo de las miniaturas, y enganchó a los jugadores veteranos que buscaban una experiencia fresca y nostálgica, basada en una de las licencias más importantes de la fantasía.

El Señor de los Anillos de Games Workshop introdujo a millones de jugadores en el hobby, que consiste en coleccionar, montar y pintar figuras

El hobby, que hasta entonces estaba dominado principalmente por sus propios universos de fantasía y ciencia ficción, encontró en la Tierra Media un atractivo inédito que encandiló a millones de personas en todo el mundo. Luego, con cada película, contó una caja de inicio nueva. Si en La comunidad del anillo contó con soldados de la Última Alianza y Orcos de Moria, algunas ruinas, dados y el reglamento, en La dos torres incorporó Jinetes de Rohan y Uruk-hai, así como en El retorno del rey apostó por los Guerreros de Minas Tirith y Orcos de Mordor.

Su escala era menor que la de Warhammer o Warhammer 40,000, con miniaturas mas pequeñas y de una sola pose -evitando multicomponentes y matrices complejas para ahorrar costes y moldes de plomo o plástico-, y contó con el diseño y el esculpido de algunos de los mejores modelistas de la historia del medio, como los hermanos Perry y el apoyo de la propia Weta Workshop -creadores de los efectos especiales de las películas-, que cedió materiales oficiales con mucho adelanto para facilitar el desarrollo del juego. Y fue un auténtico acierto. Con el paso del tiempo, el juego de miniaturas caló tanto que, más allá de las películas, incluso presentó una edición con la compañía del anillo y orcos de Moria en una versión revisada de las reglas.

En pleno boom de la trilogía de películas de El Señor de los Anillos, el juego se convirtió en el tercer pilar de Games Workshop. Sí, Warhammer Fantasy y Warhammer 40.000. Era común entrar en las tiendas oficiales de la empresa británica en España y ver cómo los vendedores y managers de tienda, de manera amable e ilustrativa, fomentaban partidas y torneos del formato.

Poco a poco, el juego fue cobrando especial presencia incluso en las publicaciones oficiales de Games Workshop como la citada White Dwarf, donde podíamos descubrir nuevas reglas, detalles como guías de pintura o de construcción de escenografía. Durante seis o siete años, el juego de miniaturas arrasó. Pese a contar con expansiones y campañas en forma de nuevos libros, miniaturas y facciones, que también ofrecían escenarios basados en las películas y los libros de Tolkien, el juego se estancó tras la llegada de El Hobbit, que coincidió con otro momento crítico en Games Workshop. Pero eso es otra historia.

En 2018, cuando pasó a llamarse oficialmente Middle-earth Strategy Battle Game, el juego revivió hasta la fecha, con numerosos cambios y ajustes que cristalizarán en una nueva versión basada en La guerra de los rohirrim que se estrenará el próximo diciembre. Y las nuevas películas que preparan en Warner anticipan grandes promesas de más miniaturas y aventuras.

Lo que está claro es que el juego marcó el inicio de una nueva era para Games Workshop, que dejó de ser una compañía en apuros y se posicionó como uno de los referentes indiscutibles en el mercado de juegos de miniaturas, encandilando a una generación de jugadores que siguen viendo con cariño este juego y formato, que los introdujo al hobby y al coleccionismo de miniaturas en el ámbito de los wargames. Frodo y la Comunidad no sólo salvaron la Tierra Media, sino también a Games Workshop, marcando una época dorada en la historia del juego de miniaturas.