Matteo Paz, estudiante de la Caltech Planet Finder Academy, en California, nunca imaginó que acabaría mapeando lo invisible. Con apenas unos años de formación y una curiosidad inagotable, diseñó una inteligencia artificial capaz de procesar la ingente cantidad de datos del telescopio NEOWISE, una misión concebida originalmente para rastrear asteroides, pero que durante más de una década acumuló información valiosísima en el espectro infrarrojo del cielo.
De la pantalla al cosmos: un estudiante logra el mayor hallazgo astronómico reciente con 1,5 millones de objetos descubiertos
En el verano de 2022, bajo la guía del astrónomo Davy Kirkpatrick, Paz comenzó a trabajar con ese océano de datos. Su base en matemáticas, programación y análisis de series temporales le permitió idear un modelo que automatizaba la búsqueda de fluctuaciones lumínicas, el tipo de señales que delatan la presencia de fenómenos como cuásares, sistemas binarios o incluso supernovas. En apenas seis semanas, su herramienta ya era capaz de distinguir patrones con una precisión que sorprendió a sus supervisores.
"El modelo empezó a ofrecer resultados prometedores casi desde el primer día. Cuanto más lo refinaba, más fascinantes eran los descubrimientos", recordaría después Kirkpatrick, aún asombrado por la rapidez con la que su alumno había dado un salto hacia lo desconocido.
El éxito de su investigación cambió su rol dentro del instituto: de estudiante pasó a convertirse en asistente de investigación remunerado en Caltech. Hoy, además de seguir perfeccionando su modelo, dedica parte de su tiempo a enseñar a otros jóvenes cómo aplicar la inteligencia artificial a la exploración astronómica, abriendo el camino para una nueva generación de observadores digitales.
Según The Daily Galaxy, el enfoque de Paz no solo amplía las fronteras de la astrofísica, sino que también apunta hacia otros horizontes. El joven investigador ya estudia cómo adaptar su sistema a sectores como las finanzas o el monitoreo medioambiental, demostrando que su inteligencia artificial no solo observa el universo: también aprende a leer los ritmos ocultos del mundo.