Sam Altman lo advirtió: no estamos preparados para los cambios que supone la entrada de la la inteligencia artificial en nuestras vidas. Literalmente. Durante siglos, la muerte ha sido vista como la frontera infranqueable de la existencia humana. Sin embargo, esa barrera podría estar a punto de resquebrajarse. Ray Kurzweil, uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la tecnología, sostiene que nos encontramos a pocos años de alcanzar un punto de inflexión sin precedentes: un futuro en el que el envejecimiento deje de ser inevitable.
Ray Kurzweil, gurú de la IA, lanza su predicción más ambiciosa: "Viviremos para siempre gracias a la inteligencia artificial, y debemos aceptarlo"
Junto a la desaparición de empleos, la IA, que avanza de forma inexperable por distintos ámbitos de nuestra vida, lo va a cambiar absolutamente todo de nuestra existencia. De hecho, Kurzweil no se anda con rodeos. Según sus proyecciones, antes de 2035 podríamos llegar a lo que denomina "la velocidad de escape de la longevidad", un umbral en el que, por cada año que pase, la ciencia será capaz de añadir otro año de vida funcional al organismo humano.
Esto marcaría, en la práctica, el inicio de una nueva etapa evolutiva. El avance vertiginoso de la inteligencia artificial y la biotecnología es, para él, la clave que hará posible esta transformación. Desde terapias de rejuvenecimiento celular hasta nanorobots capaces de reparar el cuerpo desde dentro, Kurzweil describe en su último libro, The Singularity Is Nearer, una hoja de ruta hacia la inmortalidad.
En su visión, estos nanodispositivos, que circularían por nuestro organismo sin necesidad de intervenciones invasivas, podrían detectar y corregir problemas de salud antes de que se manifiesten, además de facilitar una conexión directa entre el cerebro humano y una red de inteligencia artificial compartida. Esta sinergia daría lugar a una humanidad híbrida, donde lo biológico y lo digital convergen.
Sin embargo, este horizonte no está exento de controversia. La idea de que podríamos dejar de morir plantea dilemas éticos, sociales y filosóficos de gran calado. ¿Cómo se distribuirán los recursos si la población deja de reducirse? ¿Qué implicaciones tendría para el empleo, la identidad o incluso el sentido de la vida?
Kurzweil confía en que la propia tecnología nos ofrecerá las respuestas: nuevos modelos económicos, sanidad avanzada y una redefinición completa de la experiencia humana. Pero no todos comparten su optimismo. Pensadores como Nick Bostrom advierten de que podríamos estar jugando con fuerzas que aún no comprendemos del todo y Roman Yampolskiy, gurú en seguridad de IA, refuta a todos pensando que estamos en terreno peligroso. Lo cierto es que, más allá del escepticismo o el entusiasmo, la conversación ya no gira en torno a si esto pasará, sino a cuándo.