Durante décadas, la ecuación "juventud igual a videojuegos" parecía inquebrantable, casi un axioma cultural al que se aferraban tanto la industria como los analistas. Sin embargo, los datos más recientes indican un cambio de tendencia que preocupa al sector.
Un estudio compartido por el analista Mat Piscatella, de Circana, revela que la Generación Z ha reducido su gasto en videojuegos en torno a un 25 % en el último año, un descenso muy superior al registrado en otros grupos de edad, donde la caída ronda apenas unos pocos puntos porcentuales. Y lo más inquietante para los editores y desarrolladores es que todo apunta a que esta reducción no es coyuntural, sino estructural.
Ha empezado en Estados Unidos pero se extiende por occidente
El fenómeno, detectado inicialmente en Estados Unidos, no puede entenderse sin tener en cuenta las condiciones económicas que atraviesan los jóvenes nacidos entre mediados de los 90 y principios de los 2010. En el mercado estadounidense, el peso de los préstamos universitarios y el encarecimiento general de la vida han obligado a priorizar gastos esenciales. Piscatella lo resumió con crudeza: "Entre nuevos juegos y comida, la gente (normal) elegirá comprar comida". Este razonamiento se extiende a otros países, incluida España, donde la inflación y el estancamiento salarial golpean con especial dureza a quienes intentan incorporarse al mercado laboral.
Los jóvenes cada vez tienen menos dinero
El cambio de hábitos de consumo no se limita al ámbito financiero. En España, según datos recogidos por El Economista, los menores de 35 años han visto caer su poder adquisitivo un 8 % solo en el último año, y su riqueza neta se ha reducido casi un 50 % en las últimas dos décadas. En este contexto, los videojuegos compiten con otros gastos de ocio que han ganado prioridad entre los jóvenes, como los viajes, los conciertos o los festivales. Tal y como apunta Cadena SER, existe una preferencia creciente por las experiencias únicas e inmediatas frente a las aficiones que requieren inversiones continuadas de tiempo y dinero.
A este panorama se suma un factor clave: por primera vez en la historia reciente, las consolas han subido de precio en lugar de abaratarse con el tiempo. El caso de Nintendo Switch en Estados Unidos es paradigmático, y no es una excepción: los analistas esperan que los precios de hardware y software sigan al alza, mientras los juegos triple A superan con frecuencia los 70 euros de lanzamiento. Esta dinámica reduce el acceso para quienes cuentan con menos liquidez, sobre todo en un segmento poblacional que ya ha visto encarecerse la vivienda, el transporte y hasta la cesta básica de la compra.
Tampoco salen de fiesta
El comportamiento de la Generación Z también refleja una redefinición de las prioridades vitales. Las estadísticas muestran que el "salir de fiesta" tradicional ha caído drásticamente —hasta ocho veces menos que hace dos décadas—, mientras que la tasa de tabaquismo en jóvenes de 15 a 24 años se ha desplomado del 40 % en 1995 a un 14 % actual. El ocio digital, aunque sigue presente, ya no monopoliza su tiempo ni su presupuesto. Los juegos free to play, como Fortnite o League of Legends, absorben muchas horas de entretenimiento sin requerir un gasto constante, lo que también erosiona las ventas directas de títulos de pago.
Entre la presión económica, la diversificación de intereses y la disponibilidad de alternativas gratuitas, la Generación Z está rompiendo con el patrón de consumo que definió a sus predecesores. Para el sector, la pregunta ya no es solo cómo recuperar ese gasto, sino si es posible hacerlo sin replantear radicalmente la forma en que se concibe y monetiza la industria.