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Ya hemos visto 'Zootrópolis 2' y es una secuela más política, menos redonda… y absolutamente necesaria

La película de animación de Disney, que se estrena el 28 de noviembre, incluye nuevas zonas de la ciudad, nuevos personajes y nuevas tramas con algo más de crítica social y política.

Diez años después de que Judy Hopps y Nick Wilde pusieran patas arriba la animación de Disney, la jungla urbana de Zootrópolis vuelve a abrir sus avenidas. La secuela llega en un momento delicado para el estudio, con una racha irregular en taquilla y mucha expectativa acumulada. La pregunta es inevitable: ¿hacía falta otra película en este mundo? La respuesta corta: sí, porque Zootrópolis 2 no solo expande el mapa de la ciudad, también afila su críticasocial… aunque asuma que ya no puede sorprender como la primera.

La premisa parte de una celebración: Zootrópolis festeja su centenario y Judy y Nick, ya como pareja de policías consolidada, se han convertido en el rostro amable de una ciudad que presume de haber superado sus prejuicios. Evidentemente, es fachada. La aparición de Gary De’Snake, una serpiente brillante y carismática que representa a los reptiles expulsados de la ciudad décadas atrás, destapa las grietas del sistema. El dúo se ve obligado a infiltrarse en nuevos distritos —pantanos, desiertos, zonas heladas— mientras descubre cómo ese pasado borrado todavía condiciona quién tiene poder y quién no.

Apuesta más por la diversidad y los marginados

Disney vuelve a utilizar la metáfora animal para hablar de temas muy humanos. Si en la primera película el miedo a los depredadores servía para hablar de racismo y criminalización, aquí los reptiles encarnan a un grupo marginado que fue literalmente borrado del relato oficial de la ciudad. La cinta plantea cómo se blanquea la historia, cómo se esconden responsabilidades y cómo es más cómodo vender la idea de "todos nos llevamos bien" que afrontar desigualdades estructurales. Es una lectura sorprendentemente directa para una producción familiar, que muestra discriminación, segregación espacial y propaganda sin tratar al público infantil como si no pudiera entender nada.

No todo es ensayo sociopolítico, claro. La cinta sigue siendo, ante todo, una buddy movie animada. La relación entre Judy y Nick continúa siendo el corazón del film: ella sigue siendo la optimista empeñada en mejorar el sistema desde dentro, él mantiene su cinismo de zorro callejero que sabe que las instituciones no son tan inocentes como parecen. La película juega con una tensión afectiva muy bien dosificada —coqueteo ligero, complicidad, pequeñas fricciones— sin convertirlos en una pareja al uso, algo que encaja bastante bien con el tono de comedia policial.

Se nota esa sensación de serie de Disney+.

En torno a ellos se despliega una nueva galería de personajes animales que funcionan como aceleradores de gags pero también como altavoces del comentario social. Gary De’Snake, está construido con más matices de lo que podría sugerir el tráiler: hay carisma, humor y un punto de ambigüedad moral que evita que la película caiga en el "villano de manual". A su alrededor orbitan secundarios nuevos como Nibbles Maplestick, una castora podcaster obsesionada con destapar conspiraciones, o la terapeuta quokka Dr. Fuzzby, que pone voz a la salud mental en un entorno que pide productividad constante. Son personajes diseñados para el meme, sí, pero también aportan una mirada contemporánea al ecosistema de la ciudad.

Donde la secuela flojea un poco es en la arquitectura del guion. La primera Zootrópolis tenía una trama policial sorprendentemente compacta y bien hilada; aquí el relato se dispersa más. Hay una conspiración política, un misterio tecnológico, traumas del pasado y varias subtramas que estiran el metraje hasta rozar los dos horas. La película casi siempre resulta entretenida, pero se nota esa sensación de serie de Disney+, chistes que buscan cubrir todos los perfiles de público y un clímax que parece querer cerrarlo todo a la vez.

Visualmente, en cambio, el salto técnico es evidente. El film aprovecha el nuevo software de animación del estudio para llenar la pantalla de texturas, reflejos y pequeños detalles que justifican el viaje al cine: gotas de agua que se deslizan por escamas, neones sobre pelajes húmedos, masas de animales bailando en raves heladas o atravesando pantanos llenos de partículas. Animadores como el español Isaak Fernández han explicado que esta entrega ha sido un reto colectivo precisamente por la complejidad de los nuevos escenarios y especies, algo que se percibe en cada plano amplio de la ciudad.

Más musical

En el apartado musical, Michael Giacchino vuelve a jugar con motivos conocidos, pero introduce nuevos temas asociados a los reptiles y a la idea de memoria enterrada. Y sí, Shakira regresa como Gazelle con "Zoo", una canción escrita junto a Ed Sheeran que se integra de forma orgánica en la trama y en el marketing: pegadiza, inmediata, perfecta para playlists familiares, aunque probablemente le cueste desbancar en el imaginario colectivo al ya clásico "Try Everything".

¿Merece la pena verla en cine? Para quienes disfrutaron de la primera, la respuesta es clara: el reencuentro con Judy y Nick tiene chispa, el nuevo mapa de la ciudad da juego y la metáfora sobre los reptiles marginados deja ideas interesantes para comentar después en casa. Para el público que llega de nuevas, sigue siendo una comedia de acción muy accesible, llena de chistes visuales y un worldbuilding espectaculares. Puede que ya no tenga el factor sorpresa de 2016, pero Zootrópolis 2 demuestra que todavía queda vida —y bastante veneno crítico— en esta ciudad de animales trajeados.