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No es ciencia ficción: las casas cúpula de Dragon Ball existen y podrían aliviar la crisis de vivienda en España

Con voluntad política y regulatoria, estas viviendas redondas podrían convertirse en mucho más que una rareza arquitectónica y son ideales para levantar comunidades autosuficientes en zonas periurbanas o rurales.

Como si hubieran salido directamente de las cápsulas Hoi-Poi de Dragon Ball, las casas domo de hormigón —ya populares en Estados Unidos gracias a proyectos como Monolithic Dome— empiezan a hacerse un hueco en el paisaje español.

Su diseño redondeado y casi alienígena no es solo una curiosidad arquitectónica: son resistentes, se construyen en semanas y cuestan hasta tres veces menos que una casa convencional. En un país asfixiado por la escalada de precios inmobiliarios, su aparición marca un antes y un después.

Un hogar por mil euros el metro cuadrado... o menos

Mientras una vivienda tradicional puede tardar más de un año en levantarse y superar fácilmente los 2.500 €/m², los domos de aircrete (hormigón espumado) se construyen en apenas unos meses y pueden costar entre 500 y 1.000 €/m², según cifras de estudios como Ecoproyecta en Murcia. Empresas de construcción industrializada ya han demostrado que es posible reducir los plazos hasta un 25 % y las emisiones de CO₂ un 40 %. En plena emergencia habitacional, esto no es ciencia ficción: es eficiencia concreta.

Pero su encanto va más allá del precio y la rapidez. La forma esférica no es solo estética: maximiza la eficiencia térmica y estructural. Estas viviendas permiten un aislamiento natural superior, un aprovechamiento solar pasivo más eficaz y un menor consumo energético. Las más avanzadas integran paneles solares, baterías, sistemas de captación de lluvia y hasta calefacción por biomasa. Resultado: casas capaces de funcionar desconectadas de la red, pensadas para un mundo en crisis energética y climática.

Una burbuja de futuro frente a una realidad en crisis

España necesita entre 450.000 y 600.000 viviendas, según el Banco de España, y los precios no dejan de subir. Las casas domo podrían ofrecer una vía rápida y asequible para cerrar esa brecha. El problema: su aspecto poco convencional podría chocar con los gustos tradicionales, los criterios de financiación o las normativas urbanísticas. Aun así, su potencial para producir decenas de miles de unidades al año las convierte en una opción que ni el mercado ni las administraciones deberían ignorar.