A finales del siglo XX, cuando la televisión aún era ese ritual familiar inamovible en España —con su oferta limitada y sin la vorágine de plataformas que hoy conocemos— las noches transcurrían alrededor del televisor, un centro de reunión ineludible en los hogares. Cada sofá y cada sillón tenían dueño fijo, y frente a la pantalla se gestaba un imaginario común, en el que ciertas caras pasaron a formar parte del ADN cultural de toda una generación. Inma del Moral fue, sin duda, una de esas figuras que de repente se instaló en el inconsciente colectivo.
La nueva etapa de Inma del Moral: de presentadora a trabajadora en una farmacia
Fue un 13 de julio de 1998 cuando la televisión española dobló una página. Ese día Telecinco lanzó un programa que revolucionaría el humor en la pequeña pantalla: ‘El Informal’. Con su combinación de sketches, imitaciones y reportajes desenfadados, conectó con una audiencia ávida de frescura y novedades.
Entre sus pilares estaba Inma del Moral, cuya naturalidad y carisma se convirtieron en seña de identidad del formato. Cuatro años duró aquel fenómeno televisivo; y hoy, veinte años después, hablar de Inma es hacerlo de una estrella fugaz que brilló con fuerza en los noventa y luego se desvaneció.
Nacida en Madrid en 1974, Inmaculada disfrutó de una infancia tranquila, como ella misma recordaba en entrevistas pasadas, marcada por la calma y el afecto de un hogar sin sobresaltos. De niña soñaba con las pasarelas y, al borde de la mayoría de edad, emprendió viaje a Milán para participar en desfiles, instalándose finalmente en Italia, donde parecía abrirse un camino prometedor.
Sin embargo, en 1998 una llamada cambió su destino. Desde Telecinco la tentaron a presentarse a varios castings. Los sorteó con éxito y apareció en televisión, primero en ‘Perdonen nuestros pecados’, un programa efímero junto a Jordi Estadella, y poco después en ‘El Informal’. Fue ahí donde consolidó su fama, junto a Javier Capitán y un joven Florentino Fernández, interpretando a la reportera esquiva que siempre esquivaba los intentos de ‘Flo’ por conquistarla. Semana tras semana, conquistó a la audiencia con un talento espontáneo que desapareció tan rápido como llegó, cuando decidió alejarse del foco.
Las causas se especulan: la influencia de Pedro Ruiz, su entonces pareja, o la creciente presencia en la prensa rosa. El caso es que Inma dejó su hueco a una debutante Patricia Conde. Tras ese capítulo, Inma intentó abrirse paso en el cine con papeles menores, y volvió a la tele con ‘El Rayo’, un talk show de corta vida en Antena 3, donde coincidió con Jordi Cruz y donde emergieron rostros como Juanra Bonet. Allí conoció a Juan Herrera, un cámara argentino que se convertiría en su marido en 2003, con quien tuvo un hijo en 2006. Poco a poco, su brillo en televisión fue apagándose, salvo su participación en ‘Cuéntame cómo pasó’ entre 2013 y 2016. Hasta que, finalmente, optó por desaparecer de ese universo.
Hace unos años reapareció en ‘Pasapalabra’ y, entonces, confesó su nuevo rumbo: abandonó el mundo audiovisual para trabajar en una farmacia, un cambio radical que la ha hecho feliz. Su vida privada se mantiene al margen, limitada a una red social donde comparte apenas imágenes de paz y sonrisas. Así quedó su historia, archivada entre aquellas promesas televisivas que se diluyeron con el tiempo, y en la memoria de quienes, a finales de los noventa, vivían noches alrededor de la tele que hoy parecen pertenecer a otra era.